miércoles, 26 de diciembre de 2007

SERMON DE LA MONTAÑA (XVII). LA ORACIÓN (Mt. 7, 7-11)

9. La oración (Mt. 7, 7-11).
1. La crisis actual de la oración.

Uno de los temas más candentes en el nuevo testamento es la necesidad de la oración. El hombre actual está tan enfrascado en los quehaceres humanos, que no encuentra un momento para encontrase con Dios. En las sociedades primitivas, el hombre, acuciado por las necesidades vitales necesitaba acudir a Dios, para que le enviara la lluvia, le curara los animales y le librara de las miles de enfermedades que rondaban en su existencia. Para el hombre actual la penicilina es el dios, que lo cura todo. Mira más a la tierra que a Dios. Aunque no haya perdido la fe, Dios apenas cuenta en su vida. Es un ser lejano, del que sólo se acuerda en los momentos más trágicos de su vida. Si Dios existe, no necesita acudir a él, porque ya sabe lo que necesitamos.

La mentalidad de hombre actual está incidiendo en esta crisis de la oración. El hombre, como ser autónomo, está explicando el mundo sin necesidad de Dios. La cultura moderna ha secularizado el mundo. Su mentalidad racionalista y científica hace que sólo le interese lo que palpa, lo que está cercano, lo que es objeto de experiencia. Dios no es experimentable y no le interesa. El mismo hombre se ha trasformado en dios y ya no lo necesita.


2. Jesús nos invita a orar de esta manera.

. Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas, y en las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su recompensa. Tú en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará. Y al orar, no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis ante de pedírselo (Mt. 5-8).
Jesús nos invita a buscar los silencios. Estamos tan ocupados que no tenemos tiempo para buscar un rato de tranquilidad para hablar con nuestro Padre, que está en el cielo. Hoy más que nunca, en el trajín de la modernidad, necesitamos el desierto. Recogernos en el silencio de nuestro cuarto, al margen del tumulto y del estruendo de la calle. Jesús oraba en cualquier sitio: En la montaña, en el mar, en el valle, en el templo; se refugió en las tinieblas de la noche, donde sólo se oye el tintineo de las estrellas y el agudo silbido de los mochuelos. Jesús como buen judío acudía con frecuencia al templo y a la Sinagoga a orar o se apartada de sus discípulos para ponerse en contacto con su Padre.

3. Dimensión bíblica y teológica de la oración.

a. La Fe y la oración están íntimamente unidas. La oración es una exigencia irrenunciable de la propia fe. Para orar es necesario creer y para creer es necesario orar. No es posible vivir la fe sin alimentarla con la oración.
Dios es Padre y el hombre es imagen e hijo de Dios. Dios le llama y el hombre debe responder a esa llamada. La oración es respuesta, llamada, encuentro, diálogo y apertura a Dios

Cuando se ama, se desea hablar constantemente con el amado, o, al menos, contemplarlo incesantemente. En esto consiste la oración (Charles Foucauld).

b. Dios nos habla personalmente, llegando al fondo de nuestra alma, penetrándonos con su silencio.
Dios nos habla a través de su palabra escrita, cuando la actualizados y la hacemos palabra viva para el mundo de hoy.
La oración aumenta la fe, la esperanza y la caridad.
La oración es una exigencia vital, Dice Kart Rahner: Cuando huyo de la oración, del silencio, no quiero huir de Ti, sino de mi.

4. Oración en Israel.

a. La oración en el pueblo de Israel hay que comprenderla en el contexto de la alianza.

En virtud de este pacto, Dios habla a su pueblo y éste le escucha, le responde y guarda sus palabras en lo más profundo de su corazón.
Jahvé ha hecho una alianza con su pueblo, lo llama, lo conduce, y sale a su encuentro,

Israel es el pueblo de Dios y llega a ser su pueblo, con su propia identidad, cuando descubre que está cercano y le alienta en su camino frente a la tiranía de los pueblos cercanos.

Israel le obedece, escucha su palabra y su llamada, y le sigue (Deut. 4,1). Su oración es un reconocimiento continuo de la obra de Dios en la historia de la salvación.

Pero a pesar de esta cercanía, Jahvé, el Dios todo poderoso, le inspira también miedo y terror. Ver a Jahvé es morir. Es un Dios cercano y lejano, amoroso y terrible. La lejanía de Dios le inspira miedo y su cercanía amor y reverencia.
Jesús es el ser cercano y humanizado. Hay una diferencia en oración del antiguo y nuevo testamento.


5. Oración y abandono.

En la medida que el hombre transciende lo humano y se entrega al Absoluto, nace en él una intensa experiencia religiosa y una relación tan profunda con el Otro, que ni la muerte puede romper.
A partir de este momento Dios es para él su refugio, su confianza, su felicidad, su esperanza, su todo.

Sólo le interesa una cosa: La certeza de un Dios cercano que le ama (Salm. 130).
El abandono es fruto del amor, en la medida que el hombre profundiza en el amor, vive con más intensidad el amor de los místicos. El hombre se sumerge en la nada de si mismo.

Toda la oración de los salmos es una toma de conciencia de nuestra pobreza y finitud y de que estamos puestos en las manos de Dios. Fueron sobre todo los místicos, los que sintieron, los que se abandonaron a Dios, como un niño se abandona en los brazos de su Madre. Ellos, como nadie sintieron sus limitaciones, su nada, su sumisión y amor a Dios. Dios es la luz, que iluminaba sus vida en su finitud, Estaban inmersos en Dios, como el pez en el agua. El sentido de su vida, se lo daba esa presencia divina, la sentían en todos los momentos de la vida.
Ese fiat voluntas tua les despojaba de sus egoísmos y les sumergía en Dios
.
6. El Dios de los profetas.

En la literatura profética la oración nace de lo más profundo del corazón. Los profetas desprecian los ritualismos. La oración se interioriza en lo más profundo de su corazón. Por ese denuncian muchas veces que Israel le adora con los labios y no con el corazón. Su culto está vacío, sus palabras huecas y sus pensamientos podridos.

Los profetas ponen su confianza en un Dios, que viene a salvar al pueblo de Israel; Ellos son los mensajeros, que denuncian las tropelías de su pueblo y les invitan a lanzarse a la aventura de hacer realidad entre los hombres el amor y la justicia.
Para los profetas la oración y la conversión deben ser permanentes para que el hombre, renovado y cambiado, pueda construir un mundo, donde no reine el odio, el terror o el miedo.

Denuncian que no puede haber fisura entre oración y vida, entre culto y promoción de los valores éticos, entre adoración a un Dios santo y el trabajo para liberar al mundo de su pecado.


7. La oración de petición.

No hay que orar para tener, sino para ser.
Dios no es un Dios tapaagujeros, ni la explicación teórica de nuestras ignorancias, ni el vengador de los desórdenes humanos, ni le fontanero que arregla nuestras averías.
Debemos pedir a Dios, pero es necesario que nuestra oración se purifique como la de Job.
Pedir, sí, pero con el fiat voluntas tua en los labios.

La oración no nos exime de la lucha de cada día, del conflicto o de la dialéctica de la vida con sus contradicciones.
La oración, como Jesús en el huerto, hay que vivirla en la oscuridad o en la tensión y en la más absoluta gratuidad, con el corazón puesto en Dios, en cuyas manos debemos ponernos.
Los discípulos le pidieron a Jesús, que les enseñara una oración. Jesús le enseñó la oración del Padre Nuestro, que se ha repetido continuamente en los veinte siglos de cristianismo y que es la mejor oración de petición que los cristianos podemos hacer. En esta oración Jesús nos invita a que pidamos la venida del reino, a que se haga la voluntad de Dios, a que nos dé el pan de cada día, a que sea santificado su nombre, a que el Señor nos perdone nuestros pecados y ofensas, y a que no nos deje caer en la tentación (Mt. 6, 5-15)
Jesús nos invita a ser perseverantes y constantes en la oración. Dios es misericordioso y ello nos estimula a acudir al Señor con más fe y esperanza: No deis a los puercos lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas y después, volviéndose os despedacen. Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque solo el que pide, recibe; el que busca halla, y al que le llama, se abrirá ¿O hay entre vosotros alguno que al hijo le da una piedra; o si le pide un pescado, le da una culebra?. Si, pues vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡Cuánto más vuestro Padre celestial que está en los cielos, dará cosas buenas a los que se la pidan (Mt. 7, 6. -1; Mt. 21,22).

Pablo pide a los Romanos que pidan por él, deseándoles la paz: Pero os suplico, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu santo, que luchéis juntamente conmigo en vuestras oraciones, rogando a Dios por mí para que me vea libre de los incrédulos de Judea, y el socorro, que llevo a Jerusalén sea bien recibido por los santos y pueda también llegar con alegría a vosotros para disfrutar de algún reposo entre vosotros. El Dios de la paz esté con todos vosotros (Rom. 25, 30; Col. 4,12; Lc. 11,2,13; HH. 12, 5).

Con gran insistencia ruega a los Efesios que le encomienden a Dios con el fin de que le dé fuerzas y acierto para anunciar con valentía el misterio del evangelio: Tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e intercediendo por todos los santos y también por mí, para que me sea dada la palabra al abrir mi boca y pueda dar a conocer con valentía el misterio del evangelio (Ef. 6, 18-20).

8. Diversas formas de oración

Dice el Catecismo de la Iglesia católica que en la tradición de la Iglesia hay diversas formas de Oración: El Espíritu Santo que enseña a la Iglesia y le recuerda todo lo que Jesús, la educa también en la vida de oración, suscitando expresiones que se renuevan dentro de unas formas permanentes de orar: bendición, petición, intercesión, acción de gracias y alabanza.( 2644).
Estas formas sencillas de oración fueron muy frecuentes en el monacato. Ya que los primeros ermitaños y monjes no eran hombres muy cultivados y la repetición de textos bíblicos, que se formulaban en forma de jaculatorias, eran muy frecuentes. Especialmente el Padre Nuestro y el ave María. Con el tiempo los fundadores fueron enseñando nuevas oraciones llenas de unción y fervor.
A. Oración de bendición y de adoración.
Son muy frecuentes en San Pablo. Podrían ponerse muchos ejemplos, pero no quiero ser reiterativo. Pablo, con un lenguaje, muy sencillo y espiritual pide por los Romanos para que el Dios de la esperanza os colme de todo gozo y paz en vuestra fe, hasta rebosar de esperanza por la fuerza del Espíritu santo (Rom. 15, 13).
En la carta a las efesios suplica que los colme de bendiciones y gracias: Bendito seas el Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los cielos e y en la tierra (Ef. 1, 3-4).
Pedro bendice a Dios Padre, porque ha derramado su misericordia sobre sus fieles: Bendito sea Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, quien por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza vida (1 Pedr.3-9).
B. Oración de acción de gracias y de alabanza
El hombre siente su finitud y se conmociona ante los mil avatares de su vida. Por esto se dirige a Dios, dándole gracias por los favores recibidos. Esta fórmula era muy querida para Pablo: Toda alegría y toda pena, todo acontecimiento y toda necesidad pueden ser materia de la acción de gracias que, participando en la de Cristo, debe llenar toda la vida: "En todo dad gracias" (1 Ts 5, 18). Por la oración de alabanza nos dirigimos, para cantar su grandeza infinita y dar gracias por los favores recibidos
Pablo da gracias al Señor por el buen ejemplo y testimonio que dan los colosenses: Dad gracias sin cesar a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, por vosotros en vuestras oraciones, al tener noticias de vuestra fe en Cristo Jesús y de la caridad que tenéis con todos los santos (Col. 1, 3:Efes. 1, 16-17).
C. Petición por cualquier necesidad.

El gran mediador en nuestras necesidades es Cristo y el Espíritu Santo, que se nos ha dado para que esté siempre con nosotros. Esta presencia nos tiene que ayudar a ser más providentes y confiados en el Señor: Y todo lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, porque el Padre sea glorificado en el hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré. Si me amáis, guardaréis mis mandamientos; y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté con vosotros para siempre (Jn. 14, 13).
Para Santiago la mejor petición que podemos hacer al Señor es que nos conceda la sabiduría y nos aumente la fe, ya que de esta manera no seremos arrastrados por el fuerte oleaje de mar, a causa de nuestra inconstancia: Pero que pida la (sabiduría) con fe, sin vacilar; porque el vacila es semejante al oleaje del mar, movido por el viento y llevado de una parte a otra (Sant. 1, 5.8)
D. Oración de intercesión
La oración de intercesión es la más usada por San Pablo. En nuestra liturgia actual se sigue usando, ya que todo lo pedimos por mediación de Cristo o en el nombre de Cristo. Jesús es el gran intercesor (Rom. 8, 34).
Cristo ha sido victima de propiciación y tenemos que tener plena confianza en Él: Hijos míos os escribo para que no pequéis. Pero si alguno peca, tenemos a uno que aboga ante el Padre, a Jesucristo, el justo. El es la victima de propiciación no sólo por nuestros pecados, sino también por los del mundo entero (1 Jn. 2, 1).
Timoteo ruega que se pida por las autoridades para que podamos disfrutar de paz y tranquilidad: Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes, y por todos los constituidos en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad (Tim. 2, 1).
E. Oración para el perdón

Es muy frecuente en la Escritura que los fieles acudan al Señor pidiendo el perdón de nuestros pecados. Jesús recomienda perdonar a los que nos ofenden: Y cuando os pongáis de pie para orar, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre, que está en los cielos os perdone vuestras ofensas (Mc. 11, 26)
En el Padre nuestro pedimos al Señor que perdone nuestros pecados (Mc. 11, 26)).


8. La oración de Jesús

Jesús como Hijo de Dios está en relación permanente con el Padre.
Jesús escucha la voluntad del Padre y responde siempre a su llamada, aún en el dolor y la humillación de la pasión cercana. Jesús ha venido a hacer la voluntad del Padre. Todas sus peticiones están subordinadas a ello.
Jesús fue un hombre de oración y estuvo en contacto permanente con el Padre: De madrugada cuando todavía estaba todo oscuro, se levantó, salió, y fue a un lugar solitario, donde se puso a orar ( Mt. 14, 23; Mc. 1, 35; 6, 46).

En la curación de los enfermos siempre oraba. En la vera del camino se encontró con un tartamudo sordo y levantando los ojos al cielo, dio un gemido y dijo: Effetá, que quiere decir ábrete. Se abrieron sus oídos, y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente ( Mc. 7, 24; Mt. 9, 28).

Ante las dificultades que tuvieron los discípulos para curar a un endemoniado epiléptico, después de curarlo, dijo a sus discípulos: Esta clase no puede ser curada, si no es con la oración ( Mc. 9, 24).
Al recibir el bautismo en el Jordán, Jesús oró ( c. 3, 21).
En la resurrección de Lázaro se dirigió al padre y le dijo: ¡Padre, te doy gracias, porque me has oído!.

En los momentos más culminantes de su vida, Jesús se dedicaba a la oración
En la profesión de fe de Pedro: Mientras estaba orando a solas, se hallaban con él los discípulos y les dijo. ¿Quién dice la gente que soy yo? ( Lc. 9, 18; 11, 1; Mt. 26, 36).

Cuando eligió a sus discípulos: Estuvo orando toda la noche (Lc. 6, 12).
En la transfiguración se retiró al monte Tabor a orar (Lc. 9, 28).

En Getsemaní: Padre mío, si es posible que pase de mí este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como tú quieres
Antes de la pasión se dirigió a sus discípulos y les dijo: ¿Con que no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para no caer en la tentación; que el espíritu está pronto pera la carne es flaca (Mt. 26, 39)
En el momento de la cruz acude al Padre: Dios mío, Dios mío por qué he has abandonado (Mc. 12, 34).
Padre en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc. 23, 34)
Padre perdónalos, porque no saben lo que hacen (Mt. 26, 39; Lc 23, 34.

La oración sacerdotal es un ejemplo de oración al Padre, pidiendo de una manera especial por sus discípulos, para que vivieran la exigencias del amor (Jn. 17, 1 ss.).

9. La oración de los cristianos.

Los cristianos se dirigen al Padre por medio de Jesucristo.
Jesús ha instaurado una nueva alianza y comunión entre los hombres.
La perseverancia: Entre otros consejos Pablo pide a los romanos que sean constantes en la oración (Rom. 12, 12). El mismo consejo da a los Tesalonicenses: Orad constantemente ( Tes. 5, 17)
La actitud del cristiano en la oración debe ser de humildad y sencillez: Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que llegada la ocasión, os ensalce, confiadle todas vuestras preocupaciones, pues el cuida de vosotros. Sed sobrios y velad (1 Pedro 5, 60.)
Jesús antes de ser prendido dijo a sus discípulos: Levantaos y orad para no caer en la tentación (Lc. 22, 46).

Oración ante la parusía: El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión, presentad la oración y la súplica, acompañadas de acción de gracias. Y la paz de Dios que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos (Fil. 4, 6).

Jesús nos enseñó a dirigirnos al Padre, en su nombre, ya que de esta forma nuestra oración será oída (Mc. 11, 24; Jo. 14, 13; 15, 7; 16, 23).
Orar con los sentimientos de Jesús: La venida del reino, el perdón de los pecados, la perseverancia, el pan de cada día.
El Espíritu Santo ora con nosotros y da testimonio de que somos hijos de Dios (Rom. 8, 16).

El mismo Espíritu asume nuestras debilidades e intercede por nosotros con gemidos inenarrables (Rom. 8, 26).
Es difícil sentirse pobres, en un mundo que lo tiene todo y lo explica todo.
La oración, como expresión de la fe, nos hace sentir la filiación divina.

Es necesario descubrir los silencios de Dios y nuestros silencios.
En la elección de los siete diáconos, los apóstoles nos hacen ver la necesidad de la oración: Mientras nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la palabra (HH. 6, 4.).

La oración comunitaria de las primitivas comunidades cristianas las describe San Lucas de esta manera: Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María la Madre de Jesús y de sus hermanos ( HH. 1, 14).

La Asamblea acudía asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, y a la fracción del pan y a las oraciones HH, 2, 42.

10. Oración y compromiso.

La oración no puede quedarse en pura palabrería, desconectada de la vida. Dice San Juan: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a la plenitud,. En esto conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros (1 Jn. 4, 12-13).

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino sólo la fe que actúa en la caridad Gal. 5, 6
La oración es una experiencia de Dios que nos posee y habita en nosotros.
Es la experiencia de un Dios que nos habla en el silencio.
La oración me pone en comunicación con Cristo, pero me abre también a otros, que son parte de su cuerpo místico.

Esta experiencia nos inserta en una experiencia con nosotros, con Dios, con los otros y con el mundo. Potencia también nuestra libertad, pues no hay libertad más grande que depender de Dios por amor, llevándolo en la inteligencia y en el corazón.

Pero al mismo tiempo potencia mi relación y el diálogo con los hombres, ya que nos hace menos egoístas y encerrados en nosotros mismos. El mundo no es mi yo, como epicentro, sino el nosotros de la solidaridad.

Me ayuda a escuchar a los otros, a percibir sus gemidos y sus gritos. MI comunión con ellos no es periférica, sino profunda, pues Dios está en medio.
Al hablar manifestamos lo que llevamos dentro; al escuchar acogemos al otro como es y al responder, lo aceptamos en su plenitud,
No podemos amar al Dios que no vemos, si no amamos a los hermanos que tenemos cerca.

Banhoeffer decía: La vida cristiana se puede parangonar con un coral para órgano de Bach: "En un coral, el "cantus firmus" es el amor de Dios, y el contrapunto el amor de las criaturas. La existencia reconciliada es una polifonía de la caridad.

11. La oración y el mundo.

Dios está en el mundo y en las cosas. El mundo como el hombre son criaturas de Dios. El universo es el gran templo de Dios, que nos descubre su grandeza. Cuando vamos por el mundo con los ojos de Francisco de Asís, descubrimos la grandeza de Dios. El silencio de los valles, y de las montañas, la profundidad del mar y sus aguas azules, los estrellas brillantes en la noche, y el sol que nos acompañan en el día, son hermanos nuestros, que nos sumergen en los misterios de Dios.

El cristiano en cuanto hombre está en el corazón de la historia de los hombres de su tiempo y debe empeñarse en la construcción de mundo más humano, más justo y más fraternal. Por eso el trabajo es también oración.

Con su trabajo debe recrear el mundo. Es un mandato de Dios que trasformemos el mundo en un santuario de paz, de justicia, de hermandad y de libertad.
Me gusta leer con frecuencia el canto de Francisco de Asís a las criaturas, especialmente estos versos:

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.
Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.
Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.


12. Oración y fidelidad.

La oración nos hace descubrir que Dios nos llama y tenemos que ser fieles a esa llamada. Esta fidelidad hecha, de silencios y renuncias, nos une cada vez más al Señor.
La fidelidad es recuerdo y memoria de lo que Dios ha hecho por nosotros y esto le entendemos en la oración. La infidelidad es traición, lejanía de Dios, apostasía. La infidelidad es romper con el amor absoluto, que nos tiene Dios. Es alejarnos de Dios, en busca de otros horizontes. Es caer en el pecado. El pueblo de Israel, rompió la alianza, que tenía con Dios en muchas ocasiones. Nosotros también.
En la medida que nos alejamos de Dios, nuestra fe disminuye y nuestra oración es una pequeña llama encendida, que puede terminar apagándose.



13. Meditación y contemplación

La meditación cristiana consiste en leer un libro de la sagrada escritura o una de las verdades de la fe. Reflexionar y profundizar sobre ellas. Descubrir la voluntad de Dios, para conformar nuestra vida con estas exigencias, entrando en dialogo con Dios. Después de la reflexión, viene la oración, ya que de lo contrario nos quedaríamos en un simple estudio más o menos profundo. Decía San Juan de la Cruz: Buscad leyendo y hallaréis, meditando.
En la contemplación el hombre no razona. Se sumerge en Dios en un estado de quietud, amor, paz y sosiego. Es la unión del alma con Dios. El contemplativo se queda a solas con Dios en el silencio más absoluto y en comunión con Dios uno y trino. Esa contemplación es un don de Dios y muy pocos la adquirieren. San Juan de la cruz fue un ejemplo admirable de contemplativo.
. Se habla de contemplación infusa, aunque haya que buscarla y practicarla Pedro Finkler decía: El contemplativo prefiere amar la maravilla que descubre en vez de tratar de comprenderla.
Otra forma de contemplación más sencilla consiste en sumergirse en los misterios cristianos. Pasar por ellos como en una película, contemplando los momentos y las escenas que presenta el misterio. Muchos santos, de esta manera imaginativa, contemplaban la pasión de Jesús y quedaban tan absortos en ella, que prácticamente no razonaban, sino que vivían los sufrimientos de Jesús en sus propias carnes. Recuerdo que en mis años de juventud fui a un pueblo, y veía a un hombre maduro, que estaba sentado muchas horas en un banco en la Iglesia. Creí que entraba a la iglesia para dormirse en el silencio del templo. Pero nunca lo encontré dormido. Un día me acerqué a él y le dije: ¡Juan, qué hace Vd. en la iglesia tanto tiempo! y me dijo: Yo miro al Señor y el me mira. No sé hablar, porque soy un analfabeto. Me siento muy a gusto con el Señor. Entonces pensé en el célebre pensamiento de Pedro Finkler: El contemplativo trabaja, lee, pasea, viaja, hace compras, reza, visita a sus amigos, etc. Más en el centro de todas sus actividades está siempre aquel sentimiento precioso de intima unión con su amado. Este viejo ignorante, pensé, era un contemplativo. [1]
Dice A. Hortelano: “Hoy el mundo necesita más que nunca de una vuelta a la contemplación. El verdadero profeta de la Iglesia del futuro será aquel que venga del "desierto" como Moisés, Elías, el Bautista, Pablo y sobre todo Jesús, cargados de mística y con ese brillo especial que sólo tienen los hombres acostumbrados a hablar con Dios cara a cara”.
[1] Tomas Merton, Meditación y contemplación, PPC, Madrid, 1997

domingo, 23 de diciembre de 2007

SERMÓN DE LA MONTAÑA. XVI. LA LEY DEL TALIÓN (Mt. 5,38-42. EL AMOR A LOS ENEMIGOS (Mt. 5, 43-48. LA LIMOSNA EN SECRETO (Mt. 6, 1-4)


.10. Ley del talión (Mt. 5, 38-42).
Lucas 6, 29 ss. dice estas mismas palabras en el contexto del amor a los enemigos.
La ley del talión ya se encontraba en el código de Hammurabi, que fue hecho por este rey por los años 1.700 años antes de Cristo. Se decidió a escribirlo en unas tablas de piedra para evitar las venganzas de tipo privado, que estaban haciendo irrespirable su imperio, por la creciente venganza de crímenes contra crímenes cada ve más frecuentes. El código debía ser aplicado por los jueces con los criterios objetivos de la ley y sin excederse en ello. Este tipo de normas estuvo muy extendido en aquella sociedad primitiva.

Quinientos años después, Moisés dio a su pueblo una serie de prescripciones, llamadas la ley del talión. En el libro del Éxodo se ordenó: Se cobrará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal (Ex.21, 23-25; Lv. 24, 19-21; Dt. 19, 25).

En el primitivo derecho romano aparece igualmente esta ley. .
La ley del talión en aquellas sociedades primitivas fue brutal y nos cuesta mucho trabajo entenderlas con nuestra mentalidad actual, ya que no percibimos que en aquella época la sociedad no estaba estructurada socialmente como hoy. No había policías para el orden público, no existían las cárceles como hoy y sobre todo vigía el sentido individual de la venganza y la reparación del mal hecho, por otra acción aún mayor.

Se impuso un nuevo principio que suponía un avance en aquella sociedad primitiva y vengativa: La venganza jamás debía exceder a la ofensa y debía ser aplicada por los jueces.

No obstante en el Antiguo Testamento, a partir de los libros sapienciales y los profetas, se van a moderar estas prácticas, ya que se habla del perdón.
Jesús va a revolucionar todo este sistema legal con nuevas exigencias: Habéis oído que se os dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto y al que te obligue a caminar con él una milla, vete con él dos; a quien te pida, dale; al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espalda (V.38-2).
Jesús enuncia estos principios.
No resistáis al mal
A quien te abofetee en tu mejilla derecha, preséntale la otra.
A quien te quite la túnica, dale también el manto.
A quien te obligue a caminar una milla, vete con el dos. Los soldados invasores podían obligar a los vencidos a caminar con ellos cargados de mercancías necesarias para los ejércitos. Este fue el caso del Cireneo.
Al quien te pida, dale
Al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espada.

Estas palabras de Jesús tienen evidentemente un sentido hiperbólico. Jesús nos está descubriendo la radicalidad de su mensaje; quiere decirnos, que no resistamos al mal, que devolvamos siempre el bien, que la ley del perdón debe prevalecer sobre la ley de la venganza, que no devolvamos el insulto. La nueva ley de Jesús es el amor frente a la venganza, la vida frente a la muerte, cargar con la carga del caminante, no sacar los ojos al enemigo, abrigar a los que tiene frío porque no tienen túnica, darles pan a los que llaman a nuestra puerta, limpiar las lágrimas de los que lloran, ir por el mundo haciendo el bien y nunca el mal.

El amor frente a la tortura. Es mejor dar que pedir. Por eso a quien te pida algo, tiéndele la mano. Al que desee que les prestes algo, dáselo con amor, si puedes. Al mal hay que vencerlo con el bien (Rom. 12, 17-21).

Para entender lo del manto, tenemos que situarnos en aquella sociedad. Todo hombre tenía varias túnicas pero un solo manto. Si se le quitaba el manto, se quedaba a la intemperie; por este motivo el renunciar al manto era algo heroico. La exigencia de Jesús es radical.
Estas exigencias nos pueden parecer utópicas en el mundo en que vivimos. No son estimadas en esta sociedad, ya que prevalece la venganza, el odio, el rencor, la destrucción del enemigo, el robo, y la pistola en la mano. La misma pena de muerte vigente en el talión, aún no se ha desterrado del mundo, a pesar de que nuestras sociedades siguen dando pasos en la tolerancia, en la convivencia, y en las relaciones sociales. No obstante nuestro mundo sigue siendo un nido de odios y de rencores, especialmente en la medida que se aparta de Dios.

Los hombres en lugar de pan, distribuyen armas para que se sigan matando unos y otros.

El Mahatma Gandhy decía con gran ironía: Si aplicamos el ojo por ojo y el diente por diente, pronto el mundo se quedará ciego.
Para terminar quiero hacerlo con unas palabras de Alonso Schökel: Quizá tengamos que confesar tristemente que nuestro mundo no está aún preparado para que la ley evangélica del amor sustituya a la ley del talión; pero, precisamente porque hemos tocado fondo en los horrores de la violencia y la violencia institucionalizada está enquistada, Jesús invita apremiantemente a sus seguidores a poner en práctica la utopía del amor evangélico como humilde levadura que producirá el cambio. Mateo lo expresa con sencillez y realismo: "si uno te da una bofetada… al que quiera ponerte pleito… si uno te obliga a caminar mil pasos… a quien te pida prestado… Las respuestas podrán parecer absurdas, pero llevan en sí el poder que cambiará el mundo.
7. Amor a los enemigos (M7. 5, 43-48)
En los comentarios de Mateo y Lucas se resalta de una manera especial el amor a los enemigo, como algo nuevo en el mensaje de Jesús para los nuevos hijos del reino. En Mateo el texto se coloca en el contexto de los constructores de la paz (Mt. 5, 9), y los perseguidos (Mt. 5, 19). En Lucas 6, 21: Hacer el bien a los que nos odian ( Lc. 6, 27)
Jesús está hablando de un amor no correspondido y nos invita a vencer el mal con la fuerza del bien, como decíamos anteriormente. .
Este hacer el bien y perdonar, ya aparece en Sófocles, Episteto, Séneca, Cicerón. A través de la razón había llegado la filosofía griega y el derecho romano que vale más hacer el bien que el mal, y la conveniencia de perdonar a los enemigos etc-
En los Proverbios 23, 21 ss. ya se encuentra el amor a los enemigos: Si tu enemigo tiene, hambre dale de comer, si tiene sed, dale de beber; así amontonarás sobre tu cabeza brasas y Yahveh te dará la recompensa.
El texto del Éxodo, aunque se prestó a diversas apreciaciones, ya hablaba de la ayuda que se debía prestar a los enemigos: Cuando encuentres el buey de tu enemigo o a su asno extraviado, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle. (Ex. 23, 1).
Mateo dice en la antitesis: Odiarás a tu enemigo.(Mt. 5, 43,9. Más bien en la Interpretación judía parece que se quería decir: Amarás a tu prójimo, pero podrás odiar a tu enemigo.
Jesús presenta con mucha más radicalidad este mandamiento:: Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues, yo os digo, amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman. ¿Qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de particular? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Vosotros sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial
Dios no se deja condicionar, ya que es Dios de amor y de misericordia. Dios siempre está dispuesto al perdón: Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso. El profeta Oseas había dicho, refiriéndose a Dios: Yo nunca daré curso al ardor de mi cólera.., porque soy Dios y no hombre (Os. 11, 9).
Los que viven la eucaristía deben estar dispuestos al `perdón (Mt. 18, 21).
Dios ama a todos los hombres y hace salir el sol y caer la lluvia también sobre los malvados, La razón de amar a nuestros enemigos, es precisamente el amor misericordioso que Cristo tiene con todos.
Jesús perdonó a sus enemigos en la cruz.
Esteban antes de expirar al ser apedreado dijo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después dobló la rodilla y dijo con voz fuerte: Señor, no tengas en cuenta su pecado, y diciendo esto se durmió (HH.7, 60).
Jesús nos invita a responder al mal con el bien, a desterrar el odio del corazón, a perdonar a los que nos odian, a desechar la venganza del corazón, a no aborrecer a nuestros enemigos, y buscar la paz y la reconciliación con todos (Mt.5, 23, 24). Jesús nos pide que les amemos, que roguemos por los que nos persiguen, y que renunciemos a la violencia. Vencer el mal con la fuerza del bien. No esperar contrapartidas Jesús pide renunciar a la venganza, no responder a la violencia con la violencia
Cuando Jesús habla del perdón de los enemigos no se está refiriendo a nuestro enemigo personal, sino a todo aquel que de alguna manera es nuestro enemigo por la nacionalidad, por la raza, por la religión etc.
Perdón y reconciliación están íntimamente unidos: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer y si tiene sed dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre tu cabeza. No te dejes vencer, por el mal; antes bien, vence al mal, con el bien (Rom. 12, 20).
Si al presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí delante del altar y vete primero para reconciliarte con tu hermano. Luego, vuelves y presenta tu ofrenda (Mt. 5, 23-24).
La parte que ha ofendido está obligada en justicia a pedir perdón.


8. La limosna en secreto Mt. 6, 1-4.
Jesús en muchas ocasiones nos pide que demos testimonio de nuestra vivencia cristiana. Condena que vayamos tocando la campanilla para indicar que somos muy buenos y hacemos grandes obras de caridad. Ello sería vanidad y vanagloria. Cristo nos invita en Mt. 6, 1-4 a que cuidemos de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de nuestro Padre Celestial.. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas trompeteando por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tu, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en el secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará (Mt. 6, 1-4).
Jesús condena la actitud de los fariseos que daban limosna para que les vieran con la trompeta en la boca.
Jesús no condena la limosna, ya que un discípulo de Cristo no puede ser indiferente al hermano que tiene necesidad. Pero nos pide que la limosna nos salga de lo más profundo del corazón, porque al acercarnos al hermano, hemos comprendido su dolor y necesidad. Ha tendido su mano hacia nosotros y nosotros se la tendemos. Jesús nos pide que no sólo compartamos nuestros bienes, sino que estemos dispuestos a compartir nuestra vida. Jesús nos pide que, al que nos tiende la mano, se la demos sin paternalismos algo de lo que tenemos.
Este dar debe hacerse con el desprendimiento de la viuda del templo, que lo dio todo (Mc.12, 44)
Decía san Gregorio Magno: Quien distribuye los bienes temporales, no abandona más que las cosas externas, pero quien dé su compasión al prójimo, le da algo de si mismo.
Es verdad que no debía ser necesaria la limosna, si existiera un mundo mas humano, más justo y fraternal.
Es oportuno recordar que no se pueden confundir los deberes de la caridad con la justicia y aquel dicho que es mejor enseñar a pescar que dar un pez.
La justicia y la caridad deben darse la mano. No debemos olvidar tampoco la obligación de las naciones ricas para ayudar al desarrollo de los pobres. La ayuda al desarrollo es la mejor limosna.
El Concilio Vaticano II nos explica el sentido que debe tener nuestra limosna: «Para que el ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos (AA. N. 8).

viernes, 21 de diciembre de 2007

SERMON DE LA MONTAÑA. LAS ANTÍTESIS (mT.5,21-33). 3. PROHIBICIÓN DE IRRITARSE. 4. EL ADULTERIO. 5. EL REPUDIO. 6. EL JURAMENTO.


3. Prohibición de irritarse (Mt.5, 22).
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, el que matare será reo de juicio. Pero yo os digo todo el que se irrita contra su hermano, será reo de juicio, el que dijere raca será reo ante el Sanedrín, y el que dijere loco, será reo de la gehenna del fuego. Si vas, pues, a ofrecer una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve a presentar tu ofrenda. Muéstrate conciliador con tu adversario, mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión. Que en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último ochavo (Mt. 5, 229)
En el judaísmo se consideraba reprobable la cólera, que con frecuencia podía llevar al hombre al asesinato. No obstante destaca la fuerza con que Jesús la rechaza y la condenación que hace de ella. Es en el corazón en el que se fraguan las tormentas más impetuosas de la vida. No solo Jesús rechaza la violencia de las obras: El asesinato, la reyerta, la coacción física. Quiere que nuestras palabras sean respetuosas con el hermano. Por esto Jesús concreta el mandamiento del amor, en no decir palabras injuriosas y hace una llamada a la reconciliación, antes de acercarnos al altar. Las divergencias entre los miembros de la Iglesia primitiva, se solucionaban dentro de la misma iglesia. El saber pedir perdón y perdonar son categorías muy importantes en el nuevo reino.

4. El adulterio (Mt. 5, 27-30).
Habéis oído que se dijo: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer, deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.Si pues tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu derecha te escandaliza, córtatela y arrójatela de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca, que no que todo tu cuerpo (sea arrojado a la gehenna (Mt. 5, 27-28)
En esta segunda antítesis, Jesús no solo condena el adulterio, sino el deseo del que éste nace. Jesús ha interiorizado su mensaje, ya que dentro de la persona, en la más íntimo de su pensamiento es donde nace el adulterio. Su pensamiento lo refuerza de una manera hiperbólica, con comparaciones que evidentemente no se pueden entender al pie de la letra.

5. El repudio (Mt. 5, 31-32)
También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues, yo os digo: Todo el que repudie a su mujer, excepto en el caso de fornicación, la expone a cometer adulterio; y el que con una repudiada, comete adulterio (Mt. 5, 31-32).
(Mt. 19, 6; 5,27) Mc. 10, 11-12; Lc.16, 18) Mt. 5, 31 ss.
Se han hecho miles de comentarios sobre este texto de Jesús.
Moisés había permitido el divorcio en estos términos: “Si un hombre toma una mujer y es su marido, y ésta luego no le agrada, porque ha notado algo torpe, le escribirá el libelo de repudio y, poniéndoselo en la mano, la mandará a su casa (Deut. 24, 1)”. La interpretación no era unánime respecto a este precepto. En la época de Cristo había varias interpretaciones. La de Sammai, la más rigorista, permitía el repudio de la mujer sólo en caso de infidelidad conyugal y la de Hillet, más benévola para el marido, que permitía el repudio por causas muy triviales. En el siglo II bastaba con que se topara con otra más guapa para que se concediera el divorcio. Flabio Josefo se gloriaba de haber abandonado a su mujer, con la que había tenido tres hijos, porque no le gustaban sus costumbres. En este contexto de laxitud hay que entender la radicalidad del sermón de la montaña, que rechaza la disolución del matrimonio hasta el extremo que los discípulos se escandalizan.

En Mt. 19, 1ss. se acercaron unos fariseos para tentar a Jesús y le preguntaron, si era lícito repudiar a su mujer por cualquier causa y Jesús respondió: “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Dijo: Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer y será los dos una sola carne. Por tanto lo que Dios unió que no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? Díjoles Él: Por la dureza del corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Y yo os digo que quien repudia a su mujer (salvo en caso de adulterio) y se casa con otra, adultera.”

Los discípulos se escandalizaron y dijeron a Jesús: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó. No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. “Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de su madre y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a si mismos se han hecho tales por el amor del reino de los cielos. El que pueda entender que entiende.”

Respecto al inciso en caso de adulterio ha habido diversas interpretaciones. Algunos afirman que la cláusula excepto en caso de adulterio (Porneia), es una adicción judaica, ya que no se encuentra en Mc. 10, 11-12, cuyo evangelio había sido escrito para los cristianos de procedencia gentil. No obstante el inciso se encuentra en todos los manuscritos más antiguos. Por esto los exegetas intentan dar otra explicación. La solución la ponen en la interpretación de la palabra excepto (parektós), que puede significar también además de..El sentido de la frase sería entonces éste: Todo el que despide a su mujer, además del adulterio que él comete uniéndose a otra, es responsable del adulterio a que queda expuesta su mujer después de la separación y el que se casa con ella comete adulterio (Mt. 19, 9). Otros preferiría traducirla por ni siquiera, con lo cual la interpretación sería ésta: Ni siquiera en caso de adulterio es lícito despedir a su mujer.

El escándalo de los discípulos ratifica que Jesús hablaba de la indisolubilidad absoluta del matrimonio, ya que interpreta el hecho creativo de Dios de esta manera y la concesión de Moisés por su dureza de Corazón.

Es claro que Jesús no polemiza sobre las causas del divorcio, sino contra el mismo divorcio, ya que toma una postura radical contra él. No le importa la causa del divorcio, sino la indisolubilidad del vínculo. Se prohíbe un nuevo matrimonio no sólo al marido, sino también a la mujer.

F. Blöckle lo explica de esta forma: “La exigencia de Jesús es manifiesta y clara, no admite compromisos; no se puede hacer una reducción casuística. Por tal motivo no se trata de una nueva ley, inserta en las categorías de la antigua. El texto de Jesús tiene el carácter de una llamada profética, que en la fidelidad conyugal ve el compromiso confiado por el Creador a los que quieren vivir las exigencias de la fe”
Al mismo tiempo Jesús quiere poner de relieve el sentido de la virginidad, como veremos en San Pablo 1 Tit. 4, 1-5.


La frase de Jesús sobre el divorcio era una provocación, porque califica explícitamente de adulterio un comportamiento legal de los judíos. Pero Jesús no formula frente a la ley vigente una nueva ley, sino que emite un juicio religioso, ético, que subvierte y recusa el pensamiento legal y quebranta los parámetros usuales. La sentencia quiere ser un diagnóstico, un desenmascaramiento; descubre lo que en realidad hace el marido, apelando a su derecho. También quiere ser una crítica; distingue la voluntad y el derecho divino del capricho y de las argucias jurídicas del hombre. La dicha antítesis contra el divorcio legalista puede aplicarse a las consignas de Jesús sobre la renuncia a la violencia frente a la represalia permitida por la ley.[1]
En nuestro caso la exigencia de fidelidad significa tratar al otro cónyuge con fe, esperanza y amor, porque se cree en la entrega amorosa de Dios al hombre, e implica incluso saber esperar contra toda esperanza, cuando ya se ha perdido la esperanza humana. Pero en cierto sentido la exigencia es menos que la ley. Le falta el carácter de coacción social.[2]

6. El juramento (Mt. 5, 33-37).
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera: ni por el cielo que es el trono de Dios; ni por la tierra, pues el escabel de sus pies, ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro. Sea vuestra palabra: si,si,no,no. Todo lo que pasa de esto, de mal procede (Mt. 5, 33-37)
Los antecedentes los encontramos sólo en la carta de Santiago 5, 12: Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro sí, sea sí y el no, no; para no incurrir en juicio.
[1] Franz Böckle, Moral fundamental, Cristiandad, Madrid, 1980, p. 205.

[2] Blöcke, o.c., p. 209

lunes, 17 de diciembre de 2007

SERMÓN DE LA MONTAÑA. LAS ANTÍTESIS.(Mt.5,21-33). 1. LA JUSTICIA NUEVA. 2. LA JUSTICIA DEL REINO


18. Las antitesis (Mt.5, 21-33).
La justicia nueva es superior a la antigua. Jesús hace una antítesis entre la ley antigua y la nueva .Enfrenta sus nuevas exigencias con las de la antigua ley.
Concreción de las antítesis
Habéis visto que se dijo a los antiguos: No matarás; el que matare, será reo de juicio. Pues yo os digo; todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano imbécil, será reo ante el sanedrín y el que le llame renegado, será reo de la gehenna del fuego. Si, pues, al presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas entonces que un hermano tuyo tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presenta la ofrenda. Pónte enseguida a buenas con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que tu adversario te entregue al juez y el juez al alguacil, y se te meta en la cárcel. Yo te aseguro, no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último céntimo.
1. La justicia nueva
Todas las antítesis hay que entenderlas en la perspectiva de la controversia de Mateo con el judaísmo de su época. La antitesis se expresa con estas palabras: Habéis oído, pero yo os digo. Mateo refiere sentencias trasmitidas por la tradición. Jesús enfrenta sus propias exigencias, con la ley antigua. A pesar de las antitesis, se pueden encontrar en la literatura rabínica y en el judaísmo primitivo sentencias afines a las expresadas por Mateo. La diferencia hay que buscarla en el nuevo ethos de Jesús, más que en el contenido. Las nuevas orientaciones de Jesús tienen su raíz y su fundamento en el anuncio del reino de Dios.[1]
La venida del nuevo reino de Dios traía consigo la perfección de la antigua alianza. En la ley antigua se promete la venida de Cristo, que va a venir a llevar a la perfección o completar la nueva ley. La antítesis, nos ayuda como decíamos anteriormente, a comprender mejor la actitud de Jesús ante la Ley. Parece ser, según los exegetas, que fue Mateo, el que construyó las antítesis, partiendo de las palabras de Jesús, para dar más relieve a su discurso. Los exegetas distinguen dos tipos de antítesis, las originarias (I, II y IV), en las que Jesús expone su pensamiento en contraposición a la ley judía, vigente en ese momento.
Las otras tres antítesis sobre divorcio, la venganza, el odio y amor a los enemigos se encuentran en Lúcas sin antítesis.
Jesús radicaliza su mensaje, indicando que el asesinato proviene de la venganza, el adulterio del pensamiento, y el perjurio de la falta de sinceridad.
Viene a hacer una reinterpretación de la ley antigua, que para los Israelitas, era inmutable, partiendo de la voluntad originaria de Dios. La ley hay que filtrarla a través de la voluntad de Dios, no en virtud de la letra, ya que Jesús es el enviado de Dios y conoce como nadie, lo que su Padre ha revelado.
En el nuevo reino la periferia o corteza de la ley, no tiene valor. La más importante es la interioridad del hombre que se redescubre en la profundidad de su ser (Mc. 7, 15). No es suficiente cumplir la literalidad del decálogo, sino que es necesario quitar las inmundicias, almacenadas en el corazón.
La casuística de los fariseos había llegado a un grado tal que había olvidado lo esencial de la ley. No se tenía en cuenta a la persona, que debe cumplir la ley en las múltiples situaciones de su vida. El ethos cristiano trae consigo una nueva radicalidad para sumergirse en la voluntad de Dios, El mal está en el corazón del hombre. Estas exigencias no pueden traslucirse en leyes, ya que estas exigencias radicales desbordan al hombre, si no se siente apoyado en la voluntad de Dios.
Las exigencias de Jesús tienen función de criterios. Sirven como elementos clarificadores para la conciencia moral en orden a la basileia. Así pueden procurar la libertad interior [2] para el recto uso del derecho. La meta es siempre el hombre nuevo; una justicia mayor.[3]
2. La justicia del reino
Jesús comienza las antítesis diciendo si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Y termina las antítesis diciendo Vosotros sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial.
Lúcas utiliza otra expresión: Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso? (Lc .6, 36)
Jesús pide estas exigencias a todos los que han sido llamados. No hay distinción entre unos, que son llamados a los estados de perfección y los cristianos normales. El Concilio Vaticano II hace una llamada general a la santidad y perfección, que consiste fundamentalmente, en vivir las exigencias del amor en toda su amplitud de acuerdo con la llamada concreta que Dios hace a cada uno.
A este propósito dice F. Blöcke: En todo caso no puede interpretarse en el sentido de que los preceptos obligan y los [4]consejos constituyen a lo sumo una invitación amistosa. La exigencia de la perfección por parte de Jesús es unitaria y vinculante. La diferencia consiste en que dicha diferencia se formula en una situación concreta y para una tarea determinada. También es problemática la distinción entre normas obligatorias y normas directivas. Con el concepto de norma directiva se quiere expresar que las exigencias de Jesús representan una especie de meta ideal, que tal vez se alcanzará al final de los tiempos, más allá de la historia, pero que en el tiempo actual debe considerarse como una utopía. Tal interpretación contradice claramente la intención de Jesús. La presencia de la basileia hace que la utopía para el creyente sea una posibilidad real y, por tanto, una oferta permanente.
3. Esta llamada universal a la santidad, se concreta en la vivencia del amor a Dios y al prójimo. En la confianza que el hombre pone en Dios, que es amor y misericordia. En ponerse a disposición de nuevo y responder a la llamada de Jesús, siguiendo su invitación, y el camino del servicio, del esfuerzo, y de la cruz (Mc.8, 34; Mt. 16, 24).Se trata de convertirse a Jesús y optar por Él, como el Señor y guía de nuestra historia.
Estas exigencias no pueden plasmarse en leyes. Ello significa dice Blocke que la exigencia es más amplia de lo que se puede enunciar, mediante una determinación legal. Es más, porque se funda en una oferta de gracia a la que el creyente debe responder con una dedicación libre.[5]
[1] (R. Schnakenburg, El mensaje moral del nuevo testamento, Herder, 1989,p. 121.



[3] . Franz Böckle, Moral Fundamental, Cristiandad,1980.

[4] F. Blöcke, Moral Fundamental, Cristiandad, 1980, p. 207).

[5] Blocke, o.c., 209.

martes, 11 de diciembre de 2007

SERMÓN DE LA MONTAÑA (XIII). JESÚS NO HA VENIDO A ABOLIR LA LEY, SINO A CUMPLIRLA (Mt. 5, 17-20).

17. Jesús no ha venido a abolir la ley, sino a cumplirla (Mt. 5, 17-20).
No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Si, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán, antes que pasa una i o un ápice de la ley en que todo se haya cumplido. Por tanto el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ese será grande en el reino de los cielos (Mt. 5, 17).
1. Vigencia de la ley
Mateo afirma que Jesús no ha venido a abolir la ley o los profetas.
No pretendió abolir la antigua ley o los profetas, ya que cumplió como buen judío las normas de la ley. Iba a la sinagoga (Mt. 1, 21), subía a Jerusalén (Lc. 2, 41), visitaba el templo (Mc. 1, 29), y pagaba el tributo al Cesar (Mc. 1724).
La comunidad judeo–cristiana, dirigida por Santiago, era una cumplidora ejemplar de las normas judías. Los nuevos conversos vivían las normas judías y habían aceptado las enseñanzas de Jesús, que las vivían con gran ilusión.
Los primeros conflictos empezaron a plantearse, cuando los judíos quisieron imponer a los gentiles las normas judías que ellos vivían, ya que el nuevo pueblo de Dios era una continuación de la antigua alianza. Los primeros
2. Interrogantes
Otro texto de Lucas, comienza a plantear interrogantes en las comunidades cristianas, ya que Lucas afirma que la ley llega hasta Juan el Bautista, pero a partir de Cristo se anuncia el reino de Dios: La ley y los profetas llegan hasta Juan; desde ahí comienza a anunciarse la Buena Nueva del Reino, y todos se esfuerzan por entrar en él (Lc. 6, 16).
Con dichas palabras da a entender que la ley antigua ha desaparecido con la venida de Jesús, lo cual está en contradicción con el texto enunciado al principio.
El primer conflicto se presenta, cuando los judíos conversos intentan imponer la circuncisión a los gentiles.
Los apóstoles y los presbíteros se reunieron para deliberar y después de la larga discusión, Pedro se levantó y dijo: Por qué ahora tentáis a Dios, queriendo imponer sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos (HH. 15, 6 s.). Con estas palabras de Pedro la cuestión quedó zanjada.
Jesús en el pasaje del joven rico, sigue manteniendo la vigencia de la ley antigua. Maestro bueno ¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna? Jesús le respondió; ¿por qué me llamas bueno?. Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes testimonio falso, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre. Él entonces le contestó: Maestro todo eso lo he guardado desde mi juventud. Jesús fijando en él la mirada, lo amó y le dijo: Sólo una cosa te falta, ve, vende lo que tienes y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme. Pero él al oír estas palabras, se entristeció y se marchó apenado, porque tenía muchos bienes (Lc. 10, 17-22).
El joven se entristeció al oír las palabras de Jesús, le dio la espalda y se marchó, porque era muy rico. Nos dice Mateo que Jesús le amó, porque vio en él un cumplidor de la ley. Le dio pena porque no fue capaz de dar un paso adelante renunciando a los bienes. En esta escena, se da la impresión, que la llamada al seguimiento no es obligatoria.
En la misma línea se encuentra la respuesta de Jesús a uno de los escribas. El escriba pregunta a Jesús, cual es el principal mandamiento y Jesús responde: El primero es, Escucha Israel, el Señor nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que estos. El escriba contestó: Muy bien maestro. Tienes razón al decir que Él es el único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia, con todas las fuerzas y amar al prójimo como así mismo vale más que todos los sacrificios y holocaustos. Y Jesús viendo que le había respondido con sensatez, le dijo: No estás lejos del reino de Dios (Mc. 12, 28-35).
La actitud del escriba se centra en el corazón de la misma ley de Moisés. Añade un elemento nuevo en la respuesta, esto es, que el amar a Dios y al prójimo están muy por encima de los sacrificios y los holocaustos.
Jesús alaba la actitud del joven rico y del escriba, ya que también una de las categorías más importantes de su reino va a ser el amor.
No obstante, en el texto que estamos comentando hay una palabra que nos puede dar un poco de luz para conocer la postura de Jesús, a pesar de la rotundidad aparente de sus declaraciones: No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Si, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán, antes que pase una i o un ápice de la ley en que todo se haya cumplido. Por tanto el que quebrante uno de estos mandamientos menores, y así lo enseñe a los hombres, será el menor en el reino de los cielos; en cambio el que los observe y los enseñe, ese será grande en el reino de los cielos (Mt. 5, 17).
3. ¿Qué quiere decir dar cumplimiento a la ley?
La palabra griega plerosai puede significar completar, colmar, perfeccionar, ahondar en el significado o simplemente que se cumpla la ley antigua. En las primeras acepciones, sería evidente que, aunque Jesús no cambia la ley, introduce nuevos matices y nuevas exigencias, profundizando en la ley antigua. Estos retoques perfeccionan la antigua ley, sin abolirla. Esta actitud perfeccionista de Jesús ante la ley, para Mateo, se explicaría, porque Jesús es el Maestro que enseña con autoridad y puede perfeccionar la ley (Lc. 23, 8-10). Esta interpretación, aunque con diversos matices, es admitida por los exegetas.
Jesús, sin embargo, mantiene una actitud muy negativa frente a las normas rituales y ceremoniales. Su postura es especialmente rígida frente al trabajo en el sábado, ya que los judíos habían llegado a una casuística, que se apartaba del corazón de la misma ley. Dirigiéndose a los fariseos, les dice: Habéis anulado la palabra de Dios de vuestra tradición. Hipócritas, bien profetizó Isaías de vosotros, cuando dijo: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que sólo son preceptos de hombres (Mt. 13, 7-9).
La crítica de Jesús no puede ser más radical. El judaísmo ha quedado fosilizado, ya que sus normas se han quedado en la cáscara y en la periferia. Sólo luce el ropaje externo, las incensaciones y reverencias. En la adoración a Dios lo que cuenta es el corazón, no el simple bisbiseo mecánico de los labios. Si a la norma le falta esto, se trasforma en un precepto humano. Esta actitud la va a repetir Jesús en muchas ocasiones.
Jesús condena también la reforma que los rabinos habían hecho de la ley: Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y el que maldiga a su padre o a su madre, morirá. Pero vosotros decís: Si uno dice a su padre o a su madre: Declaro corbán, es decir, ofrenda, todo aquello con que yo pudiera ayudarte, ya no le dejáis hacer nada por su padre o por su madre, anulando así la palabra de Dios por vuestra tradición, que os habéis trasmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a esta (Mc. 7, 9-13).
Jesús no ha venido a abolir el precepto de honrar y ayudar a los padres. Condena esta tradición del corbán,[1] que impedía ayudar a los padres con bienes dados en ofrenda. Para Jesús es más importe ayudar a los padres que la ofrenda. Los rabinos han anulado la palabra de Dios, por una tradición, que les favorecía, ya que ellos se aprovechaban de estas ofrendas.
Las normas de la Torah no hay que entenderlas en sentido puramente normativo. El amor y la misericordia, que nace del corazón, no puede quedarse encerrado en la simple enunciación del decálogo. Jesús intenta, frente a la interpretación estricta judía, hacer una interpretación originaria de la voluntad de Dios, frente al concepto ritualista y puramente formalista de la ley. Jesús no cambia la ley, la reinterpreta.
Esto se ve mejor en la actitud de Jesús ante el sábado.
Donde más se clarifica esta postura negativa ante la ley, es en los muchos textos que Mateo nos presenta sobre las curaciones de Cristo en el sábado.
Una hermosa tarde pasaba Jesús con sus discípulos por unos sembrados y al pasar, arrancaron unas espigas y empezaron a comérselas. Unos fariseos, que vieron la escena, no pudieron callarse y empezaron a quejarse de los discípulos: Mira cómo hacen en sábado lo que no está permitido. Jesús les dice: ¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad y él y los que le acompañaban sintieron hambre, y cómo entró en la casa de Dios, en tiempos del sumo sacerdote Abiatar y comió los panes de la proposición, que sólo a los sacerdotes es lícito comer y dio también a los que estaban con él?. Y les dijo: El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el hijo del hombre es el Señor del sábado.
Este acto tan trivial de los apóstoles de recoger unas espigas maduras para comérselas y el escándalo de los fariseos van a ser la ocasión, de que oigamos unos de los mensajes más sublimes de Cristo. En el mensaje de Jesús la centralidad está en la persona. Jesús amó a todos los hombres, que encontró en su camino y a todos les fue dando la mano o se acercó a limpiar sus lágrimas. Por esto el sábado no es tan importante como la persona, porque la persona está muy por encima de la ley. Jesús no ha venido a abolir el sábado en su significado más profundo de dar culto a Dios. Ha venido a romper las interpretaciones farisaicas, que apartan al precepto de la verdadera voluntad de Dios, que es amar a las personas y saber que cada uno tiene su nombre.
Otro día Jesús estaba enseñando el sábado en la sinagoga. Vio una mujer encorvada, que llevaba a cuestas esta enfermedad durante dieciocho años. Su vida había sido un tejido de dolores y penas. Al verla Jesús la llamó y dijo: Mujer quedas libre de la enfermedad. Y al instante se enderezó, quedó curada y glorificaba a Dios (Lc.13, 10).
El jefe de la sinagoga se indignó de que Jesús curase en sábado, y decía a las gentes: Hay seis días en que se puede trabajar; venid, pues esos días a curaros, y no en el día del sábado. El Señor replicó: ¡Hipócritas! ¿No desatáis de vuestro pesebre todos lo sábados a vuestro buey y a vuestro asno para llevárselo a abrevar? (Lc. 13, 10 ss.)
Ante la actitud indignada del jefe de la sinagoga, Jesús les replica. ¡Hipócritas! ¿No desatáis de vuestro pesebre todos lo sábados a vuestro buey y a vuestro asno para llevárselo a abrevar? Y a esta que es hija de Abrahan, a la que ató Satanás hace ya dieciocho años, ¿No estaba bien desatarla de esta cadena en día de sábado. (Lc. 13, 10 ss.)
Se repite la misma historia que comentábamos anteriormente. Una mujer que sufre. Un Jesús que percibe su dolor y le devuelve a la normalidad. Puede andar erguida y sin dolores, como hacía dieciocho años no había hecho. La hipocresía y ceguera del Jefe la sinagoga impiden que comprenda el milagro. No le importa el dolor de una mujer encorvada, sus dieciocho años de quebranto, sus ríos de lágrimas derramadas; sólo le importa el sábado vaciado de amor y misericordia. Termina el texto diciendo que el jefe la Sinagoga quedó confundido y que la muchedumbre quedaba admirada de las maravillas que Jesús hacía. Para Jesús la persona vale más que el sábado.
La misma escena, con protagonistas distintos, se produce en otro caso. Jesús había entrado a comer en casa de uno de los fariseos más importantes de la ciudad. Había allí un hidrópico. y Jesús lo curó. Entonces preguntó a unos legalistas y fariseos presentes, ¿ Es lícito curar en el sábado? . Ellos se callaron y Jesús les interrogó, ¿A quien de vosotros se le cae un hijo o un buey a un pozo en sábado y no lo saca de momento ( Lc. 14, 1 ss.) Entonces le tomó, le curó y le despidió.
Los legalistas y fariseos en este caso se callaron o por respeto al fariseo, que había invitado a Jesús a comer en su casa o simplemente, porque conocían la respuesta. Jesús reconoció por su hinchazón, y por la deformación de su miembros lo muchos dolores que este hombre tenía por la hidropesía. Se compadeció de él y lo curó. Los fariseos en este caso callaron y no replicaron ni con una palabra.
Estaban ya cansados de que Jesús no dejara de humillarles con motivo de las curaciones en sábado
La nueva escena que nos narra Marcos es más viva. Tiene lugar de nuevo en la Sinagoga. Allí Jesús encuentra a un hombre con la mano paralizada. Los fariseos estaban al acecho de si Jesús curaba en sábado para acusarle. Jesús le dijo al enfermo que se colocara delante de ellos. Y les pregunta ¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en lugar de destruirla. Pero ellos callaban. Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su cabeza, le dice al hombre: Extiende la mano. Él la extendió y quedó restablecida su mano. En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos para ver como eliminarle (Mc. 03, 1),
La nueva narración introduce matices nuevos. Jesús ha descubierto las intenciones perversas de los escribas y de los fariseos. El dilema que plantea Jesús es también distinto: Hacer el bien o el mal en sábado o salvar una vida y destruirla. Jesús verdaderamente pasó por el mundo, haciendo el bien, resucitó a muchos muertos y pasó por él curando a muchos paralíticos, cojos y ciegos. El bien de la persona está en el epicentro de su vida y el amor a la vida en la plenitud de su mensaje.,
No podían soportar por más tiempo que Jesús rompiera sus tradiciones sabáticas y decidieron matarlo.
Jesús con esta provocación a los judíos da a entender que el amor de Dios y su misericordia son infinitos y que el salvar a la persona está muy por encima del sábado. Descubre el sentido original de la Ley. El hacer el bien y el salvar una vida es más importante que el sábado.
Sin embargo Jesús tiene poco aprecio de las leyes rituales. Entra en casas de los pecadores. Para Jesús la ley del amor y de la misericordia estaban por encima de estas leyes. El verdadero amor nace de dentro.
Jesús predica un ethos nuevo: Tiene la pretensión de anunciar de forma pura y absoluta la voluntad divina, porque con él se inicia el reino de Dios.[2]
4. Dos formas distintas de entender esta confrontación.
Llegados a este punto podemos preguntarnos ¿Cómo entendió la Iglesia primitiva esta relación de la ley antigua con la nueva. Hay dos formas de filtrar el tema. En el cristianismo primitivo existen las comunidades judeocristinas y la comunidades del mundo gentil.
Cada una de ellas mantiene una relación distinta con la ley antigua. Con este motivo van a surgir confrontaciones como vamos a ver posteriormente. El primer encuentro se produce entre Pedro y entre Pablo por la cuestión de los alimentos. Pablo se ha dedicado a la evangelización del mundo gentil, mientras que Pedro está más cercano a los conversos judíos.
Pablo nos narra este desencuentro de esta manera: Se enfrentó con Pedro: ya que comía en el grupo de los gentiles, pero una vez que aquellos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor a los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos. Pero en cuanto ví que no procedía, según la verdad del evangelio, dije a Cefas en presencia de todos. Si tú, siendo judío, vives como un gentil y no como un judío ¿Cómo fuerzas a los gentiles a Judaizar (Gal. 11 ss.).
La razón de la confrontación era que Pedro tomaba en relación a los alimentos impuros formas de actuar distintas, según estuviera o con los judíos o con los gentiles.
La cuestión queda zanjada, ya que los gentiles pueden seguir con sus normas.
5. El primer comunismo de la historia
Los hechos de los apóstoles nos presentan la vida de la primera comunidad judeo-cristiana, que vive, cumpliendo con normalidad las normas de la Torá, ya que siguen asistiendo al templo y viviendo en sus comunidades el espíritu de Cristo. La comunidad cristiana de Jerusalén celebra la eucarística en las casas, y ponen en común de todos los bienes. Su irradiación y testimonio era tan fuerte, que muchos judíos, fariseos y sacerdotes se convertían (HH. 6, 7; 15, 2).
Los Hechos lo cuentan de esta manera:
Acudía asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión y a la fracción del pan y a las oraciones. El temor se apoderó de ellos, pues los apóstoles realizaban muchos prodigios y señales. Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y repartían el precio entre todos, según la necesidad de cada uno. (HH. 2, 42 ss.). Acudían al templo todos los días con perseverancia y con un mismo espíritu partían el pan por las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón. Alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. El Señor agregaba cada día a la comunidad a los que se habían de salvar.
5. Apertura a los gentiles
Un nuevo acontecimiento va a abrir el cristianismo al mundo de la gentilidad. Después de una visión que tuvo Pedro, ampliamente contada en HH. 10, 16). Pedro fue a casa de Cornelio, el cual estaba acompañado de otros gentiles. Pronunció un largo discurso (HH. 10, 34) y cuando estaba hablando, quedó sorprendido de que el Espíritu Santo cayó sobre todos los que escuchaban la palabra. Y los fieles circuncisos que habían venido con Pedro quedaron atónitos al ver que el don del Espíritu Santo había sido derramado también sobre los gentiles, pues les oían en lenguas y glorificar a Dios. Entonces Pedro dijo: ¿Acoso puede alguno negar el agua del bautismo a estos que han recibido el Espíritu Santo como nosotros? Y mandó que fueran bautizados en el nombre de Jesucristo. (HH. 10, 44).
A partir de este momento la iglesia se va abrir a los gentiles y van surgir nuevos problemas con las comunidades nuevas ante la divergencia de dos mentalidades distintas.
Pedro se ve obligado a justificar ante los judíos su postura, ya que los cristianos de Jerusalén inculpaban a Pedro de que había entrado en casa de incircuncisos. Pedro les explicó su visión y lo sucedido en la casa de Cornelio. Termina el texto diciendo Al oír esto se tranquilizaron y glorificaron a Dios diciendo: Así, pues, también a los gentiles les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida (HH. 11, 1 ss).
A partir de este momento se van a plantear nuevos problemas sobre la vigencia de muchas normas judías en el ámbito cristiano, como hemos apuntado anteriormente
Algunos de la secta de los fariseos, convertidos al cristianismo piden que es necesario circuncidar a los gentiles y mandarles guardar la Ley de Moisés (HH. 15, 5).
Los apóstoles se reunieron para reflexionar sobre el asunto, y Pedro levantándose, dijo este hermoso discurso:
Hermanos, vosotros sabéis que ya desde los primeros días me eligió Dios entre vosotros para que por mi boca oyesen los gentiles las palabras de la buena nueva y creyeran. Y Dios, conocedor de los corazones, dio testimonio en su favor, comunicándoles el Espíritu Santo como a nosotros y no hizo distinción alguna entre ellos y nosotros, pues purificó sus corazones en la fe ¿Por qué, pues, ahora tentáis a Dios, queriendo poner sobre el cuello de los discípulos un yugo que ni vuestros padres ni nosotros pudimos sobrellevar? Nosotros creemos más bien que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús, del mismo modo que ellos.
La visión, desde Pablo de este Concilio de Jerusalén es vista por Pablo en Gal.2, 1-14: El primer choque lo describe Pablo en la carta a los Gálatas en estos términos, como dijimos anteriormente. Más cuando vino Cefas a Antioquia, me enfrenté con él cara a cara, porque era digno de represión. Pues antes que llegaran algunos del grupo de Santiago, comía en compañía de los gentiles; pero una vez que aquellos llegaron, se le vio recatarse y separarse por temor de los circuncisos. Y los demás judíos le imitaron en su simulación, hasta el punto de que el mismo Bernabé se vio arrastrado por la simulación de ellos.
Toda la asamblea calló y oyeron a Pablo y a Bernabé los prodigios que el Señor había obrado por medio de ellos entre los gentiles.
El helenista Felipe había bautizado también a un eunuco. Este era un alto funcionario de la Reina de los etiopes. Después de acompañarle en su carro y explicarle las antiguas escrituras y comentarle que estas se referían a Jesús de Nazaret, se pararon junto a un arroyo y lo bautizó. En ese momento el Espíritu arrebató a Felipe y el eunuco, no volvió a verle. (HH. 8, 26)
Comienzan a producirse los primeros conflictos entre las comunidades, formadas por judíos y gentiles. La acusación viene motivada, porque los helenistas se quejan de los hebreos de que sus viudas son desatendidas en la asistencia cotidiana. La comunidad, a instancias de los apóstoles, elige siete varones, a los que imponen las manos, para que se dedicaran a este servicio. Nace un nuevo servicio, la diaconía. Los apóstoles lo explican, porque deben dedicarse al anuncio de la palabra y a la oración. Entre ellos se encontraban Esteban y Felipe, que tanto protagonismo van a tener en la iglesia primitiva.
Acusan a Esteban de que non cumple la ley. Unos falsos testigos declaran que no habla bien del lugar santo y de que intentaba cambiar las costumbres, que Moisés nos había trasmitido (HH. 6, 14). Esteban se defendió pronunciando un largo discurso. A pesar de su defensa, terminó en la cárcel y posteriormente apedreado y asesinado (HH. 6, 8:7, 55).
Una fuerte persecución se levantó en Jerusalén contra este grupo, dirigido por Esteban. Se vieron obligados a dispersarse por las regiones de Samaria y Galilea, no siendo perseguidos los apóstoles.
No terminaban de arreglarse los problemas. Pablo se dedicó a los gentiles y Pedro a los circuncisos.
Es necesario anotar que a la partida de Pedro, Santiago se hace cargo de la comunidad de Jerusalén,
Después del tumulto de la revuelta de los orfebres en Efeso, Pablo se dirigió a Macedonia. Después a Grecia, donde estuvo tres meses.
De nuevo vuelve a Jerusalén, para reunirse con Santiago. Éste le dijo: Ya ves, hermano, cuantos miles y miles de judíos han abrazado la fe, y todos son celosos partidarios de la ley. Algunos han oído decir que enseñas a todos los judíos que viven entre los gentiles, que se aparten de Moisés, diciéndoles que no circunciden a sus hijos, ni observen las tradiciones (21, 21)
Para evitar las habladurías, le aconsejaron que rescatara por una suma de dinero, del voto nazireato de cuatro hombres, que no había podido hacerlo por su pobreza.
En las comunidades mixtas Pablo había defendido la libertad de conciencia para comer carne sacrificada a los dioses, a nos ser en caso de escándalo en contra de las normas judías (1 Cor. 9, 11 y Rom. 1, 14.; 1 Cor. 8, 7-14) y había empezado a distanciarse de la ley judía, ya que para él la justificación nos viene por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley..Yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy crucificado y, vivo, pero no yo, sino es Cristo quien vive en mí. (Gal. 2, 15, ss)
6. La justificación por la fe
Pablo como acabamos de ver hizo juicios muy negativos sobre la ley judía. Da más importancia a la fe, sin ir contra la ley, ya que la justicia viene por la fe en Jesucristo, que es la única que salva al hombre. Pablo dice a este propósito: Entones, ¿Para que la ley?. Fue añadida en razón de las transgresiones, a quien iba destinada la promesa, la ley que fue promulgada por los ángeles y con la intervención de un mediador. Ahora bien, cuando hay uno solo no hay mediador, y Dios no es uno solo. Según esto ¿La ley se opone a las promesas de Dios? ¡De ningún modo! Si de hecho se nos hubiera otorgado una ley capaz de vivificar, en este caso la justicia vendría igualmente de la ley. Pero de hecho, la Escritura encerró todo bajo el pecado, a fin de que la promesa fuera otorgada a los creyentes mediante la fe en Jesucristo (Gal. 3, 23 ss.).
Para Pablo la fe es la que salva al hombre. La relación entre fe y ley, no obstante no sigue siendo clara.[3]
El principio general que anuncia es que no existe la justificación por las obras, sino por la fe (Gal. 2, 16; Rom. 3, 20-28; Fil. 3, 9), aunque la justificación por la fe obliga al cristiano a cumplir las exigencias de la ley con el poder del Espíritu Santo, ya que, por el bautismo fuimos bautizados en su muerte y empezamos a vivir una vida nueva.[4] Gracias al Espíritu debemos hacer que mueran en nosotros las obras del cuerpo. Los cristianos ya no viven en la carne, sino que es el Espíritu que habita en ellos, es El que les da la vida.[5]
Pablo dice a los Gálatas que han sido llamados a la libertad, y que el camino de la libertad es el amor al Prójimo, ya que la alianza adquiere su plenitud en el amor y no en el libertinaje.[6]
Pablo afirma que la nueva ley tuvo vigencia para los creyentes bajo una forma nueva (Rom. 3, 31, bajo una alianza nueva que se realiza en el Espíritu, no en la letra (2 Cor.2,6) y que nos lleva a la libertad dada por la fuerza del Espíritu Santo (2, Cor. 3. 17). La fe debe demostrar toda su eficiencia en el amor.
Pablo se pregunta si la ley ha perdido su valor. La ley sigue existiendo, nos afianza, pero es la fe la que nos justifica.[7]
El cristiano gracias a la fe se va trasformando en una imagen cada vez más gloriosa conforme a la acción del Señor, que es el Espíritu. [8]
Para Pablo, lo repite insistentemente, es la fe la que justifica al hombre (Rom. 3, 24), La ley fue dada al hombre, desde Moisés hasta Cristo, es divina y buena, (Rom. 7, 9), Fue dada en un periodo de condenación para que abundara el delito (Rom. 5, 20 y para dar conocimiento del pecado (Rom. 3, 20)).
El valor de la ley desaparece con la venida de Cristo. Después de su venida la fe santifica al hombre, ya que nos hace hijos de Dios y hemos sido revestidos de Cristo. La fe nos ha hecho hermanos en un sentido global, ya que todos somos hermanos: judíos o griegos, esclavos o libres, hombres o mujeres. Con estas palabras se produce la gran revolución en Cristo, que va a socavar los mismos cimientos de la civilización humana. Y termina presentando la continuidad de la nueva y la antigua promesa afirmando que el reino de Cristo es el heredero de la promesa hecha a Abrahan.[9]
El camino de la salvación, tanto para judíos como para gentiles es Jesucristo (Gal.2, 16; Rom. 3, 20-28), porque el fin de la ley es Cristo, para justificación de todo creyente (Rom. 10, 4; Gal.3, 24). Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahan, herederos según la promesa ((Ga., 3, 29).
En la carta de Pablo a los efesios 3, 1-13, escrita a los pagamos hacia el año 80, van desapareciendo las aristas que encontramos entre ley y fe. Los gentiles como los judíos son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa, ya que por la fe se han acercado confiadamente a Dios.[10]
Hemos sido salvados por la gracia mediante la fe. La salvación nos viene de las obras para que nadie se gloríe.[11]
8. la ley del Espíritu y de la gracia
Por consiguiente ninguna condenación pesa ya sobre los que están en Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu que da la vida en Cristo Jesús, te liberó de la ley del pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios, habiendo enviado a su propio hijo en una carne semejante a la del pecado, y en orden al pecado, condenó el pecado en la carne a fin de que la justicia de la ley, se cumpla en nosotros que seguimos una conducta, no según la carne, sino según el Espíritu (Rom., 1,6.).
A la exigencia cristiana del amor la llama también la ley de Cristo (Gal. 3, 14).
Esta ley del Espíritu es un impulso hacia el bien, más que una norma.
La preocupación de Pablo es que los cristianos se dejen arrastrar por el mismo Espíritu y se revistan del hombre nuevo, creado según Dios, en justicia y santidad de la verdad.
Habéis sido enseñados a despojaros, en cuanto a vuestra vida interior, del hombre viejo que se corrompe, siguiendo la seducción de las concupiscencias a renovar el espíritu de vuestra mente y a revestiros del hombre nuevo, creado, según Dios, en la justicia y la santidad de la verdad (Ef. 4, 22).
En Ef. 4, 17-19 y 5, 6, 13 incita a los Efesios a que huyan de las malas costumbres de los judíos:
En la 1ª carta de San Pedro se expresa de una manera admirable esta salvación de Cristo por medio de la fe:
Después de explicar de una la manera muy bella el sacerdocio de los fieles, termina con estas palabras: Pero vosotros sois un lenguaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para anunciar las alabanzas del Señor que os ha llamado de las tinieblas a su admirable luz; vosotros que otro tiempo no erais pueblo, y que ahora sois el pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos. (1ª carta de San Pedro 2, 8).
Lucas en los Hechos se adhirió a la teoría de Pablo en estos términos:
Tened pues entendido, hermanos, que por medio de este os es anunciado el perdón de los pecados; la total justificación que no pudisteis obtener por la ley de Moisés la obtiene todo el que cree. Cuidad, pues, de que no sobrevenga lo que dieron los profetas. (HH. 13, 38
9. Concepción de Santiago
La carta de Santiago, dirigida a comunidades judeocristianas, aparece el tema de la piedad legal judía. En el cap. 2, 14-26 el autor se inclina claramente a favor de las obras. La fe en si está muerta, si no se acredita con las obras (12, 17). Para aducir que la fe sin obras no sirve, aduce el ejemplo de Abrahan (2, 21.23) citando el mismo texto de la sagrada escritura (Gen. 15, 6) que Pablo interpreta y valora justamente con valor de la tesis de la justificación por las obras (Gal. 3, 6; Rom. 4, 33): Dice ya creéis como el hombre es justificado por las obras y no solo por la fe (2, 24).
9. Evolución del concepto de ley en la nueva iglesia
La concepción de la ley está ya plenamente cristianizada en los Padres apostólicos. Hay un distanciamiento de la ley antigua. Se insiste en la moral y en el decálogo. Se habla de la purificación interior, es, decir de lo que nace dentro de corazón (Mt. 7, 15-23; Mt. 15, 10-20; Mac. 7, 21; Mt. 15, 19).
Mateo inculpa a los judíos de que pagáis el diezmo de la menta, del aneto, y del comino, y descuidáis lo más importante de la ley: La justicia, la misericordia, y la fe. Esto es lo que había que p‘raticar, sin descuidar aquello. En la medida en que el cristianismo se fue distanciando del judaísmo, se fue centrando solo en los preceptos morales, abandonando todo el ritualismo y formalismo judío (Mt. 23, 23).
[1] Números 6.
[2]R. Schnackemburg,o.c., p. 87
[3] Rom. 7, 7-12; en Rom. 3, 31 sigue defendiendo la ley: Entonces, por la fe ¿Privamos a la ley de su valor? De ningún modo, antes la afianzamos,

[4] (Rom. 8, 4-12). O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Fuimos, pues, con el sepultados en su muerte a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva (Rom. 6 3-5).´
[5] Más vosotros ya no estáis en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene Espíritu de Cristo, no le pertenece, más si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo haya muerto ya causa del pecado, el Espíritu es vida a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros. Aquel que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros. [5]

[6] Porque hermanos habéis sido llamados a la libertad; sólo que no toméis esa libertad pretexto para la carne; antes al contrario, servíos con amor los unos a los otros. Pues toda la ley alianza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pero si os mordéis y os devoráis mutuamente ¡mirad no vayáis mutuamente a destruiros (Gal. 5, 13.16.)

[7] Entonces ¿Por la fe privamos a la ley de su valor? De ningún modo. Más bien, la afianzamos (Rom. 3, 3).

[8] Hasta el día de hoy, siempre que se lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones. Cuando se hayan convertido hacia el Señor, entonces caerá el velo. Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad. Más todos nosotros que con el rastro descubierto, reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos trasformando en una misma imagen, cada vez más gloriosos, conforme a la acción del Señor que es el Espíritu (Rom. 3, 15)
[9] Y así antes que llegara la fe, estábamos encerrados bajo la vigilancia de la ley, en espera de la fe que debía manifestarse. De manera que la ley ha sido nuestro pedagogo hasta Cristo, para ser justificados por la fe. Más una vez llegada la fe, ya no estamos bajo el pecado. Pues todos somos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. En efecto, todos los bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo; y no hay judío, ni griego, ni esclavo, ni libre; ni hombre, ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de Abrahan, herederos según las promesas. Gal. 3, 23 ss.
[10] los gentiles sois coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la misma promesa en Cristo Jesús por medio de evangelio del que he llegado a ser ministro, conforme al don de la gracia de Dios a mí concedida por la fuerza de su poder…….Quien, mediante la fe en él, nos da valor para acercarnos confiadamente a Dios (Ef- 3, 1-13)

[11] Pues habéis sido salvados por la gracia mediante la fe; y esto no viene de vosotros, sino que es don de Dios; tampoco viene de las obras, para que nadie se gloríe. En efecto hechura suya somos; creados en Cristo Jesús, en orden a las buenas obras, que de antemano dispuso Dios que practicáramos. Ef. 2, 8 ss.