viernes, 18 de julio de 2008

MATRIMONIO XIX


XIX. LA CORRECCIÓN EN EL MATRIMONIO

Nuestra vida en la actualidad va muy de prisa y es necesario que busquemos ratos de silencio y de diálogo. Este diálogo es muy útil en el matrimonio, y, más en estos tiempos, en que es difícil que los esposos se encuentren entre si y dialoguen, aunque estén juntos muchas horas. La televisión, el ajetreo de la casa y los problemas de los hijos son barreras para ese encuentro. El abate Caffarel, fundador de los equipos de Nuestra Señora, nos habla del deber de sentarse. Voy a intentar haceros un resumen de lo que él dice. En realidad no es una novedad, ya que en la primitiva iglesia se usaba la corrección fraterna entre los hermanos. Esta corrección tenía lugar al principio de la misa. Ayudó a las primitivas comunidades cristiana a ser ejemplo de vida para los paganos.
Para él. el deber de sentarse consiste en romper periódicamente la monotonía de todos los días para encontrarse, marido y mujer, frente a frente, sin otra preocupación que la de hacer un balance común y de escuchar la voz del Señor.
Este dialogo lo fundamenta en el evangelio de San Lucas 14, 28-33: Quien de vosotros, si quiere edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene para terminarla. No sea que, echados los cimientos y no pudiendo acabarla, todos cuantos lo vean comiencen a burlarse de él diciendo: Este hombre empezó a edificar y no pudo acabar. ¿O que rey, saliendo a campaña para guerrear con otro rey, no considera primero y delibera, si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Si no, hallándose aún lejos aquel, le envía una embajada haciéndole proposiciones de paz.
El modo de que el matrimonio tenga este encuentro es buscar unas horas, en ausencia de los hijos. Ese encuentro se puede hacer o una vez al año con motivo de unos ejercicios espirituales o todos los meses. Es necesario señalar de antemano día y hora.
No se trata, como se dice, de dialogar todos los días, ya que en los quehaceres de cada día esos encuentros son periféricos y no se afrontan los problemas, que se deben estudiar seriamente.
¿Que temas se deben abordar?. En general todo aquello que afecte a la vida de la familia: Hijos, economía familiar, trabajo, vida religiosa, amistades etc..
Modo de hacerlo.
Aconseja que se empiece por un rato de oración, leyendo una lectura bíblica, previamente seleccionada. Aconseja que la oración se haga en voz alta.
A continuación hacer una revisión o examen de la vida conyugal en sus diversas facetas con plena sinceridad y lucidez. Los silencios son enemigos del amor.
La temática a tratar sería: Tú y yo. Nosotros y nuestros hijos; Nosotros y los otros. Nosotros y Dios
Una vez que se ha detectado los problemas, es necesario buscar las soluciones y la concordancia de pareceres. Aconseja escribir lo tratado para releerlo en la próxima sentada.
El lugar
Lo esencial es que se busque un lugar donde se encuentre paz y libre de asuntos, de preocupaciones, de amigos, de visitas, de teléfonos.
Filosofía y mística del deber de sentarse.
La vida matrimonial crece en la medida en que las dos personas que lo integran, se ayudan en esa búsqueda del amor. El otro me enriquece y me ayuda a agrandar el nosotros.
El poner en común toda la vida (sexual, intelectual, religiosa, familiar), nos hace salir de la rutina, nos ayuda a rectificar las aristas y buscar nuevos senderos.
No se debe olvidar que Dios debe estar presente en ese dialogo como tercer interlocutor.
Deben tener en cuenta que no están juntos para inculparse uno al otro, sino para construir juntos el hogar y ayudarse en la vida espiritual y en otros aspectos de la vida familiar.
Al acercarnos al otro tenemos que hacerlo sin exigencias, sin imposiciones, sin impulsos, sino con humilde respeto, con gran delicadeza, sin herir, sin querer imponer. Hay que hablar con una profunda compresión. Dice Caffarel: Son dos seres en su realidad más existencial los que se miran, se hablan, se conocen, dialogan y se unen.
Es necesario rechazar el falso pudor, el respeto humano, la desgana, el orgullo, y la impulsividad. Son muy necesarias la humildad, la tolerancia y la sinceridad,

matrimonio XVII






XVI. MATRIMONIO CAMINO DE SANTIDAD.

El Concilio Vaticano II ha dicho que la llamada a la santidad es universal. La santidad daba la impresión, que era una montaña tan alta, a la que podían ascender sólo las almas privilegiadas y escogidas por Dios. A esta alta montaña solo ascendían los místicos, los que tenían visiones extraordinarias etc.

EL Concilio nos ha hecho ver que el acceso a este camino es fácil y está a la mano de las personas más ignorantes. Para ello se necesita amar. Tener el corazón muy lleno del amor a Dios y al prójimo. La viuda del evangelio, que entregó en el cepo del templo, una moneda muy pequeña, fue alabada por Jesús, ya que había ofrecido a Dios todo lo que tenía. Unos magistrados habían entregado más que ella, pero era de los que le sobraba. Por una concepción muy negativa, que viene de San Agustín, el camino de la virginidad era el más perfecto, mientras que el camino del matrimonio era reservado a aquellos que no querían ser generosos con Dios.
Hoy, gracias a la teología y a las nuevas corrientes de espiritualidad matrimonial, entendemos que Dios llama a todos los hombres por eso camino en la conformidad cada uno con su vocación. No sería una herejía decir que una madre de familia puede estar más cerca de Dios que un Romano Pontífice.
¿En qué consiste esta santidad?
Con el matrimonio ambos esposos empiezan un camino nuevo. En ese largo camino de la vida, por el sacramento, el Señor está presente en ellos y ellos en el Señor. El matrimonio es una relación de amor a tres. El amor es núcleo de ese camino en dos direccines: Amor mutuo y amor a Cristo. En esto consiste la santidad en ir desbrozando juntos ese camino del amor, siendo conscientes de que Cristo santifica el amor y de que ellos deben estar llenos de ese amor a Cristo, para que su amor crezca cada día. Unidos entre sí y unidos a Cristo, es crecer en gracia.
Este camino es difícil, y hay que tener el firme propósito de emprenderlo con tesón, con dificultades, y con caídas,
En los momentos difíciles y sombríos, en las horas altas y bajas, tienen que comprender que ese camino lo hacen juntos y son corresponsables el uno del otro.
Esa presencia de Dios es necesario cultivarla, especialmente con la eucaristía, ya que el amor hay que ir fortaleciéndolo cada día con esfuerzo y tesón.
La santidad fundamentada en el amor es a la vez fuente de alegría y gozo, ya que todo es más relativo.

domingo, 13 de julio de 2008

MATRIMONIO XVII

FELICIDAD Y CRUZ

El matrimonio como sacramento está relacionado con el misterio de Cristo, que muere y se da en un gesto maravilloso de amor. Para Pablo la relación Cristo e Iglesia, es el simbolismo del Matrimonio. La redención se realiza por el misterio de la cruz. El sacrificio, la abnegación, el compartir las cruces ayudan en el largo camino de la convivencia matrimonial.

Hace tiempo leía esta historia, que me gustó. En el pueblo de Sirki Brijeg (Croacia), de unos 13.000 habitantes no había habido ningún divorcio. ¿Cuál era la forma mágica? Este pueblo oprimido por los turcos y el marxismo, tenía muy metido en su corazón que la salvación nos viene de la cruz. Cuando una joven se dirigía a la Iglesia para contraer matrimonio llevaba consigo un crucifico. Al terminar la ceremonia, la novia pone la mano derecha sobre el crucifijo y a continuación el marido pone su mano sobre la de ella. Ambas manos se funden sobre la cruz. El sacerdote les da su bendición y les recuerda que el matrimonio cristiano viene de la cruz, que es fuente de amor y felicidad. Terminada la ceremonia se llevan la cruz a su casa, para que presida el hogar. Todos los días la besan al entrar y salir, ya que para ellos la cruz es símbolo de salvación, de entrega y sobre todo de perdón.
Cuando leí esta bella historia, me acordé de aquella frase de un teólogo que decía que no había cristianismo sin cruz.
Nuestra sociedad del bienestar, en la que el hombre tiene como meta el pasarlo bien, el gozar, el sexo, la comodidad, rehúye de la cruz y el sacrificio. La felicidad tiene un tinte puramente materialista, olvidando otros valores tanto religiosos como espirituales. La felicidad es un mito, una utopía, que nunca se atrapa plenamente y que se esfuma como una burbuja de jabón. La felicidad necesita conquistarse. El sufrimiento y el esfuerzo la nutren y la restauran. Los hogares dichosos y felices son aquellos que se esfuerzan, que se comprenden, que se sacrifican, que se vacían de sus egoísmos y egolatrías propias. Saben besar las cruces que cada día salen a su encuentro. En ese largo periodo de acoplamiento, que dura toda la vida, es necesario armonizar las historia de cada uno, tan diversa y tan dispar. Ello no se hace sin esfuerzo y sin sufrir. El armonizar los pequeños enfrentamientos, los roces, las divergencias, las incomprensiones, los despechos, supone esfuerzo, flexibilidad, paciencia, coraje, abnegación, lucidez.
El cristianismo es un misterio de muerte y resurrección. Morir y resucitar es la gran proclamación cristiana. Renunciar a uno mismo, sufrir por el otro, estar a su lado, servir siempre, tender la mano es morir y resucitar. Para que el amor sea más trasparente y sacrificial es necesario que pase por el viernes santo. No todo es la alegría de la resurrección.
En este camino hacia el amor nadie puede escapar de esta ascesis y purificación, ya que por naturaleza somos pecadores. No se puede haber felicidad sin esfuerzo y humildad. Esa felicidad está llena de gestos, de entrega sacrificial, de sonrisas abiertas, de gozo y de paz. La felicidad es una montaña que hay que ascender con esfuerzo, con sudor y a veces con lágrimas. El amor que ha madurado en el sufrimiento y en la cruz, entiende mejor lo que es la felicidad, ya que no hay cáscaras envolventes.
En la vejez, el amor se ha purificado en las difíciles encrucijadas de la vida y se hace más sereno, menos impetuoso, pero más profundo, ya que desaparece la embriaguez del amor, ya que juntos, durante muchos años, han compartido todas las aristas de la vida.
El compartir las cruces que vienen de fuera, las enfermedades, las dificultades económicas, los problemas de los hijos o de la familias les hace más fuertes.
La felicidad no puede quedar reducida a lo sexualidad, ya que abarca a todo la persona, por muy importante que sea para el matrimonio.