viernes, 18 de octubre de 2013

CONCILIO VIRTUAL


El Cardenal Rodríguez  Madariaga ha dicho, que va a haber Sínodos online. Yo me pegunto…. ¿Y por qué no Concilios? No veo lejana esta posibilidad en las generaciones nuevas. Los viejos tendrán que contentarse con sus máquinas de escribir o a lo sumo con una pluma de las antiguas. Pero los jóvenes que todo el día están con sus smartphone's y tabletas  taca que taca, comunicándose con el mundo global, están capacitados para ello. ¿Por qué no van a poder hacer un concilio  virtual?

Los obispos pueden tener sus teólogos consultores, mediante el Whatsapp, que en un segundo trasmite el pensamiento del consultor y la contra-réplica del consultante. Cada Obispo manda su respuesta a su Conferencia episcopal. Una vez calibrada la opinión de varios teólogos, la Conferencia redacta la respuesta de acuerdo con las respuestas recibidas, hace su informe y lo envía al Jefe del Concilio. El cual mete lo recibido en un robot gigantesco, que ha comprado el Vaticano para este fin, procesa las respuestas,  y automáticamente sintetiza y  unifica la diversidad de opiniones en un orden admirablemente establecido, suponiendo que las Conferencias episcopales y los obispos del mundo sean diligentes y hayan dado clases de informática.

El Concilio es presidido por los Cardenales de G8, que desde la capilla Sixtina, abarcan todo el mundo con sus máquinas digitales. Los artistas  piden que los cardenales se vayan a otro lugar, porque temen que sean capaces de quemar la capilla Sixtina. ¡Hay tantos cables y puede quemarse esta joya tan maravillosa!

 El Papa a la media  hora tendrá a la vista lo que piensa sobre una materia el episcopado del mundo e inmediatamente podrá mandarlo a todos los obispados y parroquias del mundo. Este sistema tiene varios inconvenientes: Falta el calor personal, falta el tú a tú, no se pueden especificar los matices, faltan los apretones de manos, besos  y  sonrisas, no hay enfrentamientos entre las distintas posturas, que tanto le gustan a  los periodistas etc. Es verdad que el Concilio resulta un poco insípido y frío.

 El gigantesco robot encierra en sus entrañas millones de pensamientos esquemáticos y sin alma.  Hay otra seria dificultad, que muchas de las cosas tratadas son delicadas y confidencales, y Obama, que mete las narices en todo, va a controlar también el Concilio.

¿Quien redacta el documento definitivo, después de leerse millones de respuestas? El Papa no puede, dada su edad. Seria cuestión de decirle a los americanos que hicieran un robot más perfecto y que pudiera hacer también la redacción. Todos estaríamos muy contentos, porque en tres horas sabemos lo que piensan los obispos y el Papa sobre una cuestión, si es que los hackers no siembran las redes de virus con mala uva. ¡La colegialidad está superada!

 El concilio virtual ha sido breve y en la misma tarde, el Párroco podrá comunicar a sus feligreses en la misa de ocho las conclusiones del Concilio que ha durado un día. Las redes nos llevan a una locura. Es la prisa del tiempo, pero todo es más barato.

         Seria un método rápido y eficaz. Los poseedores de smartphon's e ipad's se enterarían de momento en sus tertulias de café, antes incluso que el Párroco. Si a Obama, a la Merkel, o Hollande no le gusta lo que dice le Concilio, pondrían en marcha la respuesta con la misma urgencia y los mismos medios, ya que ellos tienen mejores sistemas y más sofisticados que los nuestros.

         Tiene este sistema otro inconveniente. Desaparece el cuadro de los teólogos en las logias del Vaticano, los cardenales y obispos no pueden ponerse sus capisayos y colorear la plaza con sus rojas vestimentas, los periodistas trabajan online y no pueden tomar capuchinos en la plaza de san Pedro. El gobierno italiano ha elevado una queja al haberse quedado Roma desierta por esta forma de  hacer el Concilio. Los cardenales de Roma protestan por tanta prisa,  pero los demás obispos se callan porque lo ha dicho el Cardenal R. Madariaga, que manda mucho. Una gran mayoría de Obispos  del mundo no están de acuerdo, porque les gustaría darse un paseíto nocturno por la Roma eterna y charlar con tantos amigos que no han visto desde hace mucho tiempo, pero se callan. Con gran expectación esperamos el resultado del Sínodo para aplicarlo al Concilio.

           La última discusión entre los miembros del G8 es, si deben pasar al papel las actas del Concilio, ya que no tienen seguridad científica que se conserven en el Robot “in aeternum”. El Bibliotecario vaticano lo aconseja, porque el libro, aunque se llene de polvo y  se ponga pajizo, hay experiencia de que se conserva durante siglos. En la biblioteca vaticana se colocaría en una sala preferente con los demás concilios. A éste lo llamaríamos el Vaticano III online.

 

 

martes, 8 de octubre de 2013

SAN IGNACIO DE LOYOLA Y SU ESPIRITUALIDAD



IGNACIO DE LOYOYA Y SU ESPIRITULIDAD

 

Como portada esta bella oración de San Ignacio:

San Ignacio de Loyola

Enséñanos, Señor, a servirte como mereces:

A dar sin contar el costo.

A luchar sin contar las heridas.

A trabajar y a no buscar descanso

A laborar sin pedir recompensa

excepto que saber que hacemos tu voluntad.

             

          Es sin lugar a dudas la orden más importante de este periodo. Va a marcar un rumbo nuevo a la vida religiosa. No hay monasterios, sino casas en las que viven sus miembros. Éstos están a la libre disposición del Papa, pero en el mundo actúan como simples sacerdotes. Pueden poseer bienes, pero todos ellos hacen los tres votos de pobreza, castidad y obediencia. Hacen el voto de obedecer a Papa, en aquello que éste les mande.

 El primer general o prepósito fue Ignacio de Loyola. Instruido en la caballería de la corte, fue gravemente herido en el combate y en su convalecencia oyó la llamada de Dios. Se retiró al monasterio de Montserrat y se dio un año de prueba para mayor discernimiento espiritual. Leyó la vida de muchos santos, la imitación de Cristo, la obra más relevante de la “devotio moderna”, y la biblia. Hay quienes afirman que también leyó el “Ejercitatorio de la vida espiritual”, de García Jiménez de Cisneros, abad de Montserrat. El núcleo de sus ejercicios espirituales nació en este retiro. Sintió la necesidad de una formación superior en Filosofía y Teología, y marchó a Paris. 

 

            San Ignacio la llamó la Compañía de Jesús (societas Jesu). El día quince de agosto de 1534, un grupo de siete estudiantes universitarios pronunciaron sus votos en Montmarte de  Paris. Los acompañantes eran Francisco  Javier, Pedro Fabro,  Diego Lainez, Alfonso Salmerón, Nicolás de Bobadilla, Simón Rodríguez, Juan Caduri, Simón Rodríguez y Claudio Gayo.  Sus constituciones fueron aprobadas por el Papa en 1540. La constitución presenta una institución centralizada, que la diferencia de las órdenes mendicantes.  El general es elegido por la congregación general para siempre, esto es, con carácter vitalicio. Todos los demás cargos inferiores son nombrados por él. El ingreso en la orden se produce en dos etapas. Voto simple a los dos años de noviciado. Voto perpetuo a los diez. Hay presbíteros y miembros laicos, llamados coadjutores. No hay horas canónicas, ni clausura,  ni ejercicios de penitencia normativa, ni un uniforme determinado. Visten como los sacerdotes seculares. Existe una movilidad absoluta, y van, donde la Iglesia los necesita.

             La obsesión de Ignacio fue la preparación intelectual de sus miembros, ya que quería que los jesuitas estuvieran al frente de toda la ciencia de su época. Por eso  quiso desde el principio que se especializaran en los saberes de su tiempo. La segunda visión fue muy importante, la sociedad sería un reflejo de lo que enseñara la escuela y empezó a crear colegios de mucho nivel científico en todo el mundo. En 1650  contaban con quinientos colegios. En 1.620 unos 14.000 mil jesuitas cooperaban con el Papa en la reforma católica, que fue una de las encomiendas que este le dio.

     

            En su educación asumieron el trívium y quatrivium de los antiguos, adaptándolo a la mentalidad actual. Con Suárez se profundizará en el tomismo que se impuso con Santo Tomas de Aquino.  No olvidaron las misiones, corriendo todos los confines del mundo (Japón, China, India, América)  y su evangelización en los nuevos países descubiertos fue muy fructífera. Los jesuitas en sus colonias en el nuevo mudo fundaron colegios, eran unos grandes centros de enseñanza con su iglesia, como alma del grupo. En ellos dormían y comían los alumnos y los profesores. En cuanto a las grandes iglesias que fueron construyendo, se adaptaron al barroco, que era el estilo de la época. Sus modelos eran el Jesú de Roma y  la iglesia de San Miguel de Munich.      

    

               San Ignacio y Los Ejercicios Espirituales

          San Ignacio estuvo en la cueva de Manresa durante muchos meses, dedicado a la oración. Llevaba a Dios en su interior. Durante este tiempo, Ignacio aprendió a buscarle en las experiencias ordinarias y místicas, que le enseñaron que su vida debía girar en torno a Jesús de Nazaret. Aprendió que Dios estaba moldeándolo y formándolo para ser amigo de Jesús. Se encaminó a   Montserrat, donde hizo confesión general y durante toda la noche estuvo en oración ante la Virgen. Desde aquí marchó a un pueblo cercano para  pasar unos días,  escribiendo  sus experiencias. Posteriormente se dirigió al pueblo de Manresa, donde estuvo once meses. Allí se dedicó a la oración y a la penitencia.

          Dios probó su alma con  la noche oscura de san Juan de la Cruz. Las semanas transcurrieron y su angustia continuaba asentada en el fondo de su alma. Un día despertó de un sueño. Dios estaba trabajando con él como si fuera un niño. De repente, de una manera completamente inesperada, se despertó del  sueño. En breves momentos pudo ver que sus escrúpulos eran simples mentiras y falsedades, y logró liberarse de estas obsesiones.

 Dios le había revelado su fragilidad para que ‘todo poder sobrenatural’ (2 Cor 4:7) se manifestara en Dios únicamente. Su tranquilidad  espiritual regresó y disfrutó de gran consuelo spiritual. Recibió grandes iluminaciones, así como de la Trinidad, la creación del mundo, la Eucaristía Sacramental, con la presencia de la humanidad de Cristo. Pero estas iluminaciones parecían casi insignificantes como una que ocurrió en la orilla del Río Cardonès.

  Escribió unas cuantas oraciones concisas. Ignacio describió una iluminación spiritual en forma abrumadora que parecía “Un hombre nuevo, con un nuevo intelecto” “Estando sentado contemplando el río, el cual era muy hondo. Mientras permanecía sentado, los ojos de su entendimiento se empezaron a abrir. No vio visión alguna, pero lo llevaron a entender y a conocer muchas cosas; cosas espirituales, a sí mismo como aquellos de Fe y de aprendizaje, fue todo esto con gran deleite que todo lo veía nuevo para él”.

 Como el fruto de esos meses de oración y reflexión escribió, los Ejercicios Espirituales. Intentó explicar de esta manera su itinerario hacia Dios y puso por escrito su experiencia. Posteriormente dio estos ejercicios, a muchos de sus discípulos, y siguiendo un orden determinado iba guiando el alma hacia Dios. En este libro, sin pretensiones literarias y con mucha perspicacia psicológica,  expone el camino del hombre hacia Dios. En este libro se recoge prácticamente  toda la espiritualidad ignaciana, que es fundamentalmente cristocéntrica y evangélica.

 Este libro es el que más se ha leído en la historia de la iglesia. Sus discípulos explicitaron este contenido. El más conspicuo fue Luis de la Fuente S.J (1544-1614), que en su libro Medicación de los misterios de la santa fe.[1] desarrolla el pensamiento ignaciano. Este libro ha sido el alimento de muchos fieles, ya que deja de tener el carácter monacal, que tuvieron  los libros anteriores. Se centra en la espiritualidad  franciscana y en la imitación de los misterios de Cristo. Estuvo muy influenciado el libro de los ejercicios por la lectura frecuente que hizo de la vida de Cristo de Ludolfo el Cartujano. 

 Buscar a Dios

 San Ignacio, en la cueva de Manresa descubre la llamada de Dios y se

ntrega y enamora plenamente de El. Rompe con su vida pasada y ahora su pensamiento esta sólo dirigido a Dios. Ha encontrado a Dios en sí mismo, pero quiere buscarlo también reflejado en el mundo y en la vida. Admite la espiritualidad contemplativa del monje, pero él quiere encontrar a Dios  en el tejido humano de la temporalidad.  No quiere quedarse únicamente  en la contemplación, su actitud es pasar a la acción. Es lo que después se ha llamado la teología de la encarnación Sus discípulos definieron su actitud de esta manera.

 El jesuita debe ser “in actione contemplativus”. Siguiendo la línea evangélica quiere juntar las dos cosas: Una María contemplativa y una Marta hacendosa.  Dios también está en el mundo, porque es  imagen de Dios. La conclusión era clara, hay quedarse en el mundo. Sigue existiendo el binomio (Dios-hombre), pero se añade un nuevo elemento (Dios-hombre-mundo). El es siempre Dios con nosotros, actuando con nosotros y por nosotros, y atrayéndonos al Amor del Padre. La contemplación es algo que está en la misma sustancia cristiana y de su forma de entender el mundo. Él no quiere ser del mundo, pero quiere estar en el mundo. El no tiene una concepción pesimista del mundo, pero sabe que el mundo hay pecado y quiere salvar al mundo desde el mundo.

      

            El jesuita Karl Rhaner lo explica mejor que yo: “A Dios hay que buscarlo siempre  a donde quiera dejarse encontrar, y significa también encontrarlo en el mundo, cuando quiera manifestarse en él. En este buscar a Dios en todas las cosas tenemos la fórmula ignaciana de la síntesis superior de la división de la piedad  usual en la historia de las religiones, el de piedad mística de la huida del mundo y la piedad profética del trabajo en el mundo por mandato de Dios…A San Ignacio sólo le importa el Dios de más allá de todos los mundos, pero sabe que ese Dios precisamente por ser el Dios de más allá del mundo…, puede dejarse encontrar también en el mundo, cuando su soberana voluntad nos impone el camino hacia el mundo..”[1]

         

          Decía el Padre Arrupe: “Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir, enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación y acaba por dejar huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama cada mañana, qué haces en los atardeceres. En qué empleas los fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera”.

 Esta  actitud de búsqueda la explicaba bellamente Raimundo Lulio:” Como el hombre sea creado para conocer y amar y rememorar y honrar y servir a Dios, así hacemos estos mil proverbios para que con ellos demos doctrina, por la cual el hombre sepa importarse para con su fin, para el cual es creado (Libro de los mil proverbios). Todo hombre en el fondo de su corazón, tiene necesidad de lo trascendente. No ha nada que pueda llenar totalmente su corazón. A este fin quiere llevar Ignacio, por el camino de la oración, de la contemplación, de la reflexión y el examen. El hombre se funde por ese amor en ese Dios, que se no ha manifestado en Jesús de Nazaret. Al mismo tiempo descubre la grandeza del amor humano, porque comprende que somos hermanos e hijos de un mismo padre. Esta búsqueda de Dios Ignacio la hizo pasando por la noche oscura. Hay dificultades  en el camino. Esta forma de llegar a Dios, la va a enseñar en los Ejercicios espirituales. Aconsejaba el santo que el hombre viviera esa permanente presencia  de Dios en todos los momentos del día. Su vida pretendía que fuera una imitación de Cristo.

            Otro jesuita el Padre Urbano Valero, ex provincial, dice que todo jesuita  debe hacer una propuesta  en seguimiento de Jesús, luminosa y alentadora para el camino de Dios, como lo único necesario, en propia vida y en la de los demás. Una viva sensibilidad para captar las carencias y necesidades de la humanidad y un deseo ardiente de salir a su encuentro y remediarlas, con un servicio esmerado y cualificado, el de la caridad y la justicia. Y todo esto con la más limpia y recta intención de “ayudar y servir, sin ningún otro interés”. Ya sería bastante.

La alegría del mundo en san Ignacio

        Esto que acabo de decir lo explica Karl Rhaner en un artículo publicado, hace tiempo  titulado la mística ignaciana de la alegría del mundo. (Escritos de Teología, III, Taurus, 1959, p.313). El tema es sugerente, porque la postura de Ignacio ante el mundo, va a tener una relevancia teológica de cara a una nueva teología de la creación y del laicado. El mismo Yves Congar trata ampliamente esta evolución en su libro “Jalones para una teología del laicado”.

Sólo pienso hacer un esbozo sobre este tema. Karl Ranher dice:“La cristiana “fuga saeculi”, tal como se encuentra en la ascética y mística órfica, neoplatónica y budista”, no es aceptada por el cristianismo. Lo explica, porque supone un desprecio del mundo y a su vez una divinización del mundo. El cristianismo cree que el hombre, en la huida del mundo, busca a Dios, como un absoluto, pero Dios, también puede aceptar  su servicio al mundo, que es creación de Dios, como camino hacia Él, que está allende el mundo, de forma que el hombre encuentra a Dios no sólo en la radical contradicción al mundo, sino en el Mundo”…..Sigue: “El cristiano tiene que confesar que también se puede llegar al mismo Dios trascendente a través del mundo, a ese Dios por cuyo encuentro el cristiano abandona el mundo.”

Analiza la falsa interpretación que se ha hecho del sentido de la actuación jesuítica sobre: “La adaptación, la afirmación de las exigencias de la época,  la actividad cultural, el amor a las ciencias, la aceptación del humanismo y del individualismo del renacimiento, el alegre buen humor del barroco, el evitar las formas externas del monacato….como signo de una afirmación del mundo”(.p.327). De esta concepción se derivan la postura ignaciana sobre indiferencia, y sobre todo la máxima de “encontrar a Dios en todas las cosas”. Francisco Javier, sin dejar a Dios, corrió todos los caminos del mundo para salvarlo. Y los corrió con la alegría de Dios reflejada en sus ojos, con indiferencia Ignaciana, porque esa era la voluntad de Dios. Comprendió san Ignacio que la “consacratio mundI” era una tarea muy difícil. Emprendió un camino nuevo de espiritualidad, y muchos los siguieron. 

 La indiferencia ignaciana

           De la indiferencia ignaciana hemos oído hablar todos los que hemos hecho los ejercicios espirituales. No obstante es una palabra, que no hemos entendido plenamente e incluso se ha desfigurado, ya que  creemos que se trata de una actitud estoica ante la vida. Y no es así. Es el decidido amor a Dios sobre todo y ante todo, al estilo de san Francisco. El hombre en todos los momentos de la vida debe buscar a Dios en todas las cosas como un absoluto y en esto no puede ser indiferente. Tiene que estar abierto a que Dios le enseñe su camino. Debe servir a Dios, en el lugar y sitio, que mejor sirva a los hombres. Muchas veces nuestros intereses no coinciden con los de Dios. Este tema está muy unido al concepto de obediencia. Descubrir la voluntad de Dios es difícil. La indiferencia es no estar anclado en un sitio y creer que ese es tú destino. Te hace comprender que si Dios te pide seriamente que cambies de destino, debes hacer las maletas. Una  palabra muy parecida, que usa mucho la compañía, y viene a indicar casi lo mismo, es la flexibilidad. No estar enquistados en un puesto, sino estar abiertos a los caminos de Dios.

La indiferencia te hace mirar siempre hacia Dios y te obliga a que ames, estimes, deseches o rechaces las cosas en función del fin último del hombre. En su búsqueda hay que aparcar el corazón, ya que no se busca lo que agrada, lo bueno, lo mejor, sino lo que está en función del amor definitivo, que es Cristo.

 Rhaner dice en el artículo citado, que no se trata de pasotismo, sino que es una concepción más profunda:”De esta actitud de indiferencia nace por sí mismo el duradero estar dispuesto a oír la nueva llamada de Dios para tareas distintas de la presentes  y anteriores, a despojarse continuamente  de las tareas, en las que se quiso encontrar a Dios y servirle; cree que la voluntad de estar dispuesto como un siervo de Dios a nuevas tareas; crece el ánimo para cumplir el deber de transformarse y no tener morada fija más que en el inquieto caminar hacia Dios sereno y tranquilo; el ánimo de no creer que no hay un solo camino hacia El, el ánimo de buscarlo por todos los caminos.

Desde ese espíritu, el apasionado amor  a la cruz y a la incorporación a la ignominia de la muerte de Cristo esta todavía dominado por la indiferencia: “La cruz, sí, cuando place a su divina majestad, llamarnos a esa vida mortal. La indiferencia sólo es posible cuando está viva la voluntad de  huir del mundo….Dios está también más allá de las vivencias del místico, puede renunciar el místico al don de las lágrimas, porque el médico  lo quiere. San Francisco rechazó indignado el mismo reproche del médico en caso parecido” (328) No se puede ser indiferente a lo mandado o prohibido.

           

           La “animatio mundo.”

          

            San Ignacio tiene una visión cósmica del mundo, como Francisco de Asís, aunque de una forma distinta. Pero también tiene sus reparos: “De nada me aprovechan los límites del mundo ni los reinos de este siglo. Para mí es mejor morir en Jesucristo que dominar hasta los confines de la tierra.” Esta concepción del mundo no es negativa,  ya que para él el mundo está lleno de belleza y es necesario  estar presente en él para que la imagen de Dios brille en el. Nuestro centro está en Dios, pero no es necesario  huir del mundo, para que Dios  siga siendo el centro de la vida espiritual.  Esta concepción explica que Ignacio después de su conversión marchara a Paris a estudiar. Comprendía que la animación del mundo tenía que hacerla desde la cultura, desde la ciencia, desde la misma existencia humana. No podía quedarse como los monjes en el monasterio.

              El mundo no hay que mirarlo con ojos pesimistas. Por el mundo caminó Jesús, en el mundo hizo los milagros, en Palestina se encontró  con Zaqueo y la Samaritana y  en la cruz perdonó al buen ladrón. Ignacio rompe el dualismo monacal  mundo-Dios.   Por lo tanto, el mundo es un lugar de gracia en donde se puede vivir la gracia. Es un mundo, en el que Cristo, se humanizó. En él encuentra a Dios en lo creado, siendo contemplativos en la oración y unidos a Dios en la acción. Este tipo de espiritualidad  es una llamada a la encarnación.

La mística ignaciana

Se ha discutido  mucho, si Ignacio de Loyola era un místico. Personalmente

o lo dudo. Es cierto que no estaba todo el día en un éxtasis contemplativo, como

estaba San Juan de la Cruz. Su camino era buscar un camino y unos medios para que los seglares buscaran a Dios en el mundo. En su vida hay muchos hechos que lo confirman. Su vida está centrada en Jesús, en su vida y en la cruz. Las primeras vivencias visionarias en Manresa lo atestiguan. La gracia del llanto y suspiros” fue concedida a San Ignacio con suprema largueza como manifestación somática de la magnitud y exquisita virtualidad del Amor Divino. La visión de la santísima Trinidad llenó su corazón con tal suavidad que con sólo este recuerdo, se estremecía; más tarde, le hacía derramar muchas lágrimas. Largas y largas horas de oración sembraron su vida. Nadie duda, que Ignacio priorizó la reflexión sobre la pura contemplación, como había hecho santo Tomas y como se puede comprobar en los ejercicios.

 Su espiritualidad, como la de Francisco de Asís, está  centrada en Cristo encarnado y en la cruz. Un hecho curioso: Un médico aconsejó a San Francisco  de Asís, que dejara de llorar y este contestó: “¿Qué me importa perder los ojos que me son comunes con los mosquitos?”Cuando se advirtió a San Ignacio de ese mismo peligro, procuró poner dique a su corriente mística de lágrimas. Dos almas gemelas, pero distintas. Cuando meditaba en la pasión, Dios le concedió el don de lágrimas a ambos. Por esto su camino es el camino de la cruz, del sacrifico, del Cristo  pobre y afligido. La pasión de Jesús era objeto de su contemplación. Afirma su biógrafo José Ignacio Tellechea Idígoras, “El Ignacio asceta, inflexible, voluntarista y hasta pelagiano hay que conjugarlo con el Ignacio místico, dotado de abismales intuiciones de las cosas divinas”.

          El discernimiento

      

           La discreción de espíritus para san Ignacio y los que ha intentado explicarla es muy compleja (Vide Eusebio Fernández García, Guiones para un cursillo practico de Dirección espiritual, Comillas, 1954, p. 264 s.). Ya Casiano decía que es necesario que discernamos lo que viene de Dios, de nosotros o del diablo, para poder progresar en el camino de Dios. San Ignacio distinguía el espíritu carnal, el diabólico, el angélico, el humano. 

              Discernir es un proceso intelectivo, aunque a veces haya que mirar al corazón. En el discernimiento es necesario reflexionar y orar, para descubrir lo que Dios quiere de nosotros Este compromiso se llama discernimiento. Jesús obedece al Padre. El hombre tiene que buscar la llamada de Dios en su corazón y discernir cual es  su voluntad. Dios le ha dado esa libertad de elección y es él el que tiene que seguir la llamada de Dios, siempre con la vista puesta en su voluntad. y en aquello que redunde en la mayor gloria de Dios.. El medio es la oración y el examen. Buscar y hallar la voluntad de Dios sobre su vida. No lo más perfecto, lo más sublime, lo más grandioso  sino lo que Dios quiere de él. Es necesario conocer las posibilidades y caminos abiertos y examinar y ponderar cada posibilidad con una libertad integral. El discernimiento debe estar dirigido por la fe, ya que para él el examen es una oración, porque se hace en su presencia. La persona debe poner su mente en Dios y descubrir lo que quiere de él. Cuando ha hecho esta opción fundamental, el hombre siente la paz y el gozo de su elección, ya que esta es la senda que Dios le señala.

            El examen de conciencia

           

             Decíamos que en san Ignacio hay un predominio de lo intelectivo sobre lo meramente contemplativo. El examen general de conciencia es una reflexión intelectual sobre lo que somos y sobre lo que debemos ser. Es un acto de la inteligencia, pero no es simple reflexión, como podemos hacer al tratar un tema filosófico. En una reflexión hecha en la presencia de Dios. Es Dios también el que nos guía, nos invita y mueve a elegir lo mejor. Se debe de hacer al final de cada día, aunque se puede hacer más frecuentemente. El examen de conciencia ayuda  a cambiar el rumbo en un sentido u otro. Ayuda a ver los fallos de cada día, e incluso nos invita a pedir perdón por nuestras flaquezas. San Ignacio aconsejaba hacerlo más a fondo en los días de retiro espiritual o al finalizar el año. El examen particular se  lleva sobre un vicio o una fala que se quiera erradicar. San Ignacio sugirió cinco pasos del examen de conciencia.

 Su consejo es sólo un indicativo, ya que es evidente que cada cual puede elegir o dividir las parcelas de su vida y examinarlas en la forma que quiera. No obstante es interesante lo que dice San Ignacio: “Recuerda que estás en la presencia de Dios: Tú estás ante Dios que te ama y te da la bienvenida, que te ilumina y te guía. Abraza al Dios que mora y habita en ti, el Dios que siempre se manifiesta en ti”.  El examen era una oración.

 Le gracias a Dios por todos sus regalos: “Dale gracias a Dios por lo que te ha permitido hacer este día. Y por lo que has recibido este día, por las alegrías y las dificultades, por las palabras de aliento y gestos de generosidad, por tu familia y amigos, por todos los aquellos que te retaron a crecer como persona”.

               “Examina cómo viviste este día: Que ha pasado en tu vida y tus relaciones. Cómo Dios se ha manifestado en ti ¿Qué te ha pedido? Y cómo has respondido: con generosidad o con egoísmo, con honestidad con falsedad. Pide perdón: Pide perdón por fallar en entender o responder a otros en sus dificultades y dolor. Pide perdón por no amar a Dios en todos los aspectos de tu vida”.

                  Ofrece esta oración de compromiso lleno de esperanza. Estoy consciente de mis debilidades, pero aun confío en la fortaleza de Dios. Renuevo mi compromiso de seguir el camino que Dios me ofrece como fuente de luz para toda la creación. ‘El que está en Cristo es una criatura nueva; para él no lo antiguo ha pasado; un mundo nuevo ha llegado.’ (2 Cor. 5:17).”

           Pasaron casi veinte años entre la experiencia de Ignacio en Loyola y Manresa y la fundación de la Compañía de Jesús en 1540. Lo que distinguió  la Compañía de Jesús recién llegada, de las otras órdenes religiosas preexistentes fue el predominante e implacable deseo de trabajar con Cristo en el mundo. El misticismo de Ignacio fue atento al servicio de  los hombres, en una actitud de  entrega total. La Compañía de Jesús fue configurada  para seguir este patrón de la disponibilidad.

Ad maiorem Dei gloriam

            Desde el comienzo de los Ejercicios, en el Principio y Fundamento, es la palabra “más” aparece para indicar la disposición básica del ejercitante para el

encuentro con Dios, de ir siempre a más y más adelante sin regatearle a Dios . Ir siempre a más. Esto nos pide que se busque su mayor gloria (AMDG). Esta frase se ha convertido en el anagrama de la compañía de Jesús.  A Karl Ranher en 1966 se le pidieron una conferencia sobre el lema “Ad maiorem Dei gloriam”. Realizó un amplio análisis histórico y teológico del tema. En resumen vino a hablar de la ambivalencia del tema, ya que Dios no necesita que lo glorifiquemos. Más bien quiere decir que el cristiano debe obrar siempre de acuerdo con la voluntad de Dios y así resplandece su gloria. Es una aptitud  y una apertura infinita a Dios sin trabas. Muchas veces sin conocer la altura de la montaña que hay que subir.

         Contexto histórico

Con san Ignacio va a nacer una nueva era y otra manera de concebir la

Vida. Es la época de la razón, de las ciencias naturales, de la experimentación

y  de de la técnica. Se pasa de un mundo teocéntrico  a un mundo  antropocéntrico.  San Ignacio vivió este momento, en que todo se focalizaba hacia

el hombre. En la ilustración se va a predicar una autonomía sin Dios.

Dios sin embargo en el renacimiento sigue estando presente en todas las manifestaciones humanas, especialmente en la pintura. Antes todo era sagrado, el mundo empieza en este momento la desacralizarse, y aún sigue. El hombre empieza a ser autónomo, aunque Ignacio permanece fiel a su tradición cristiana (sentire cum ecclesia) pero tiene que actuar de otra manera en este mundo cambiante. Siendo contemplativo debe  ser también activo y reflexivo. Ignacio es el peregrino, el buscador de Dios, el que desea el encuentro con Dios en Cristo y en el Espíritu.

             Tiene que dar más importancia a la ascesis que a la mística. Los laicos no pueden tener la misma espiritualidad o forma de vida cristiana que los monjes, porque viven en el siglo. La vivencia del amor en su doble vertiente es la esencia de vida cristiana y esto sigue siendo igual que antes. En el nuevo contexto es necesario vivir y actuar. Para los cristianos, la espiritualidad se puede definir como una vida de acuerdo con el Espíritu de Dios, una vida que nos puede hacer a nosotros hijos e hijas de Dios. (Rom. 8:9,14) Al estar en el mundo, tiene que examinarse y ver cómo va su vida. El monje no lo necesitaba, porque su vida estaba enmarcada en la  misma rutina todos los días. En el mundo hay otro ajetreo, otros problemas. El tiempo y el espacio en que vivimos, nos configura.

            La obediencia ignaciana

             Para justificar la obediencia, Ignacio parte de este principio. El hombre debe entregarse a cumplir la voluntad de Dios y por tanto debe obedecerle porque es indiferente. La voluntad de Dios debe buscarla cada hombre en su libertad por medio de la oración, la reflexión personal, e incluso por el consejo. Pero cabe una Pregunta ¿La voluntad de Dios se manifiesta por medio de superior? San Ignacio  respondió positivamente. San Buenaventura igual, pero con la coletilla, de que el mandato estuviera mediado por el amor. Desde San Ignacio sigue siendo un tema candente, ya que la autoridad hay entenderla  desde el ángulo del servicio, no desde la prepotencia, como dice el Concilio.

             La oración

            San Ignacio distingue tres clases de oración: mental, vocal y mixta. La oración mental es el ejercicio del pensamiento y del  afecto en cosas espirituales, sin que al mismo tiempo se profieran palabras o se recite un texto de oración. La oración mental la describía así un religioso jesuita que nos daba ejercicios espirituales. Nos decía, a la oración hay que entrar con una actitud de creer, esperar y amar y de pedir, humillarse y ofrecerse. Tiene tres partes: 1.-Lectura de un texto, evangelio u otro. 2.-Meditación: Reflexión investigando la enseñanza. Este proceso es de ponderación, deducción de consecuencias y aplicaciones prácticas  a la propia vida, de profundización en el mensaje. Es un acto, fundamentalmente racional. 3.-contemplación. El corazón se pone en manos de Dios. Entra en escena lo afectivo. Es goce en la presencia de Dios. Todo es luz, descanso, sentimiento, y quietud. Es un diálogo con Dios o un silencio en el que el alma se empapa de Dios.

              La oración de petición fundada en la humildad. La oración vocal es la recitación, articulando o sin articular, de un texto precatorio preestablecido, a la cual ha de acompañar por lo menos la atención necesaria `de honrar a Dios con ella e impetrar una gracia. Mixta cuando se mezclan ambas en el mismo momento (J. Calveras, Práctica de los ejercicios intensivos, Balmes, Barcelona, 1p55, p. 387; Idem, Los tres modos de orar en los Ejercicios espirituales de San Ignacio (librería religiosa, Barcelona, 1951).

               También habla de la contemplación, que la define el P. de la Puente “el modo como algunos pueden tener oración mental sin muchedumbre de discursos. También habla de la contemplación mística, como la descubrimos en los místicos, de la que  hemos hablado en otro lugar fueel  Peregrino. Su gran ilusión fue ir a la tierra santa, donde Cristo nació y murió. Él, en su propia autobiografía, muchas veces se denomina "el peregrino",y  "el buscador de Dios". Es el peregrino de Dios. Con lo que quiere decir la palabra peregrinar siempre para cumplir la voluntad de Dios, que fue la ilusión de su vida.

           La Enseñanza

            Son Ignacio no había previsto dedicarse a la enseñanza en el principio. No obstante  muy pronto comprendieron que la mejor manera de evangelizar era enseñar. Este ámbito se extiende en todos los niveles: Universidades, colegios, centros de formación profesional etc. Tienen en el mundo en la actualidad 207universidades y 74 centros de enseñanza técnica o profesional. Una de las más importantes es la SAFA de Úbeda (Jaén). En España tienen 67 colegios y nueve universidades.

            Pretendo hacer un breve resumen de cómo funcionaban las misiones de los jesuitas en América, también llamadas reducciones. La compañía de Jesús es aprobada por Pablo III  en 1539. Llega a América  en 1549, nueve años después de la fundación.  San Ignacio envió a Manuel de Nobreja y a seis compañeros más al Brasil.  Otros  jesuitas llegaron posteriormente a Perú en 1567, y a Méjico en 1772. Llegaron  muy tardíamente, y constataron, que aunque no eran esclavos los indios, porque lo había prohibido la Reina Isabel, eran tratados de hecho en las Encomiendas  como si fueran esclavos.

          El problema de la evangelización se hacía difícil por los abusos y malos ejemplos de los colonos. Comprendieron que era necesario que los indios se escolarizaran al menos tres años para poder sacarlos  de la  barbarie. Fueron fundamentalmente  jesuitas los que emprendieron esta aventura, casi utópica, para fundar estos nuevos poblados. Las 30 reducciones estaban ubicadas 15 en Argentina, 8 en Paraguay, y siete en Brasil. En cada reducción  había dos jesuitas. Cada una de ellas no debía tener más  5.000 habitantes. En un territorio  de 250.000  mil kilómetros cuadrados se fundaron 30 reducciones.

Había una plaza grande cuadrada,  de 110 a 120 de larga.  En ella había una iglesia, para 5,000 feligreses. Al frente  dos jesuitas. Cuando por las muertes,  a consecuencia de la gripe, de la escarlatina u otras enfermedades  había epidemias, venían de fuera  algún médico o se reforzaba con algún jesuita. Para construir las casas del poblado trajeron a técnicos, que enseñaron a los indios a construir iglesias y las casas necesarias para que vivieran los indios.  La construcción de la iglesia era la mayor parte de madera y los muros de adobe o ladrillos.

A la entrada de la Iglesia se encontraba el baptisterio. Junto al Colegio estaba  la casa de los dos misioneros. A la derecha de ésta la casa de las viudas. A la izquierda del colegio los almacenes donde se guardaban los frutos del campo, los laboratorios y los demás servicios para la elaboración del hierro, para los artesanos, para los artistas, los pintores, los escultores,  la cárcel etc. 

 A cada familia se le entregaba una determinada cantidad de tierra, el huerto familiar para que sembraran patatas, mandioca, trigo, legumbres, algodón  y otras hortalizas,  enseñándoles a su vez nuevas técnicas de cultivo y la forma de criar  los animales domésticos para que le dieran la leche y la carne para la familia, aunque parte de esta la conseguían los hombres con la caza y la pesca. Producían lo que necesitaban para comer o lo intercambiaba con los vecinos en una economía de trueque.

            Con el tiempo llegaron a exportar artesanías hechas por ellos a España y a otros lugares de América.  Además de esta propiedad privada, existía la propiedad de Dios, cuyas ganancias se dedicaban a las necesidades de la comunidad, que no tenían medios para poder subsistir al no poder trabajar.  Atendían gratuitamente a las viudas, que al haber muerto sus maridos en la guerra y encontrarse solas, era necesario prestarles un especial atención, ya que ellas no podían trabajar.

Los domingos se dedicaban al descanso e iban todos a la misa. Existían rodeando a  la iglesia unas casas independientes para los grupos familiares, que tenían una puerta de cuero y una ventana, agua corriente y servicios y en centro de la estancia estaba la chimenea para el fuego. No podía faltar en la plaza el reloj de sol.

            Eugenio Corti y Giorgio Zauli, en su artículo  las reducciones de Paraguay, del que he tomado estas notas,[1] concluye en el artículo de esta manera: “Todos frecuentaban durante cinco años la escuela y los que no tenía aptitud para ello trabajaban en el campo con sus padres. Muchos llegaban a ser pintores, escultores, músicos.  Llegaron a construir instrumentos musicales, que se exportaban a Europa y las mujeres aprendieron  a hacer bordados, que se vendían en los mercados españoles.  El nivel que adquirieron fue tan alto, incluso para las niñas, ya que mientras en Italia la mitad de la población era analfabeta, en las reducciones todos estaban alfabetizados. La enseñanza se hacía en la lengua guaraní; un misionero italiano había escrito la primera gramática y diccionario en esta lengua. Tenían tipografías, cuando aún no existían en Buenos Ares. A la entrada había un poco de Jardín”.

            Un antropólogo no católico dice de esta experiencia: “·Los jesuitas fueron los más decididos e inteligentes de las órdenes misioneras. Sus misiones en Paraguay constituyen el mayor éxito de la conversión e inculturación de todos los indios. Ningún colonizador  del siglo XVIII estaba dispuesto a soportar tantas  privaciones, sin ningún interés.

          Los guaraníes que eran furiosos guerreros, eran muy aficionados a la música y tenían una gran actitud para trabajos manuales. Aprendieron muy pronto a hacer estatuas de madera y de piedra. Las iglesias, al final,  las construían  con bloques de piedra. Tenían una habitación de unos 70 metros para el grupo famular, que se componía de 60 o 70 personas y vivían en promiscuidad. Se guardaba en ella la leña para el fuego y un pequeño almacén para las comida. La hoguera estaba en el centro.

         

 A los pocos años de estar funcionando vino un  ejército desde el Brasil (Los paulistas)  para llevarse a muchos guaraníes como esclavos, ya que en Brasil estaba permitida la esclavitud. Llegaron Incluso a traer esclavos negros de Angola. Los guaraníes no podían defenderse porque los ejércitos brasileños traían armas de fuego, mientras que ellos sólo tenían flechas. Los soldados llegan a las reducciones y se llevaban como esclavos a todos los habitantes del poblado.

          Algunos de los misioneros jesuitas siguieron la  caravana  hasta san Pablo del Brasil, donde los jesuitas locales presionaron al gobernador para que los dejaran libres, pero sin resultados. Los jesuitas que vivían en las reducciones era la mayoría miembros de la aristocracia española. El padre Montoya, que había escrito un libro sobre las reducciones, fue uno de los primeros jesuitas, que estuvieron trabajando en ellas, oponiéndose a estas incursiones con el riesgo de su vida. Era un gran predicador y un hábil diplomático.

            Marchó a España. Se presentó al rey a pedirle permiso para que en las reducciones españolas se pudieran tener armas para defenderse de los bandeiros brasileños. A la vuelta los guaraníes que eran muy hábiles, comenzaron a construir cañones con una madera muy dura, reforzada, con pieles de animales y otras armas menores.

Con las nuevas  armas prepararon un ejército de unos 600 hombres, que se movía por las praderas con sus carros y caballos, o por los ríos cercanos, montados en piraguas,  por donde podían atacarlos los enemigos. Se encontraron con los cazadores de esclavos (los paulinos) que iban por  el rio montados en sus piraguas. Los guaraníes  hicieron una descarga con sus cañones, que dio en el blanco  de la piragua enemiga y mató al comandante y a la mayor parte de los acompañantes.

  Después de una larga refriega en tierra, quedaron definitivamente vencidos, quedando muertos muchos de ellos en el combate. Durante cien años, no volvieron a molestarlos. En 1750  el  rey de Portugal y el español hicieron un pacto  en virtud del cual se comprometía el rey de Portugal a ceder  la colonia del sacramento,  que era un refugio para los piratas que atacaban a los barcos  españoles. La contrapartida era la entrega de un territorio cercano a San Pablo,  en que se existían siete reducciones jesuíticas o pueblos.

 Los guaraníes se opusieron a esta cesión y les aconsejaron los jesuitas, que con las armas no defenderían sus derechos. Les hicieron desistir, ya que, aunque vencieran ahora, los reyes de España y Portugal, mandarían sus ejércitos y serian deportados a la fuerza y hechos esclavos

.A pesar de todo empezó la guerra de los siete pueblos, que duró  dos años. Aunque al principio ganaron los guaraníes, ayudados por las otras reducciones, al final terminaron sucumbiendo. Un jesuita de la familia noble italiana  de los Gonzaga se unió a los sublevados. Al ser conquistada la última reducción el Padre Jesuita Baldas, se marcho con 20.000 hombres al bosque. Desde allí podían impedir el asentamiento de los nuevos colonos.

 

Los jesuitas intentaron disuadirlos de nuevo. Pero ellos querían seguir abriendo nuevas reducciones, ya que tenían terrenos  para ello. A los jesuitas les iban mal en Europa con la revolución Francesa a la puerta. Carlos I en 1768 los expulsó de España.  El 21 de julio de 1773 Clemente XIV suprime la compañía de Jesús, Después de treinta años es restituida por Pio VII, ya que comprendió los atropellos, que cometieron contra ellos. Llorando por dejar a los indios a los que amaban como hijos,  fueron todos ellos embarcados en Buenos Aires para España, después de realizar una utopía que parecía imposible.

Los indios quedaron desamparados y poco a poco fueron muriendo la reducciones. No quiero entrar a estudiar las causas por las que se suprimió una de las utopías más grandes de la historia, protagonizada sólo por seguir los mandatos de Jesús y siempre dispuestos a dar sin recibir nada. La envidia, el odio y el oro andaban por medio.  



[1]  Apostolado de la Prensa, Madrid, 1944.

[1]  Escritos de Teologia, III, Taurus, p.329.

 

[1]   Pensare la Storia, 72