SARCOZY Y LA RELIGIÓN
Hoy quiero presentaros, lo que dice una de los personajes emergentes en esta política europea.
Siempre me he preocupado de conocer los parámetros del pensamiento francés, especialmente en el plano político y religioso, ya que lo que se mueve en Francia, termina moviéndose en Europa. Casualmente en una librería me encontré con un libro de Nicolás Sarkozy, titulado la República, las religiones, la esperanza.
Me impresionó su discurso, cuando fue elegido por su partido (UMO) para las elecciones a la Presidencia de la República francesa. Dos fueron las partes del discurso que me impresionaron: que tendiera una mano a su esposa, cuyos problemas todos conocemos, diciéndole: Yo he conocido el fracaso y he debido sobreponerme a él como miles de franceses….Hoy he comprendido que son las debilidades, las penas, los fracasos los que te vuelven más fuerte..
A su mujer le hace un llamamiento muy generoso. “Le pido a mi familia, es decir a Cecilia, que me ayude. Yo sé lo que ella ha tenido que sufrir. Yo quiero que ella comprenda que ahora no se trata de mí, sino que se trata de Francia”
Terminó su discurso electrizante, llamando a la colaboración entre los franceses: Les pido a mis amigos que me han acompañado hasta aquí que me dejen libre, para ir hacia los otros, a quien no ha sido nunca mi amigo, a quien no ha pertenecido jamás a nuestro bando, ni a nuestra familia política, incluso hacia quien nos ha combatido. Porque cuando se trata de Francia ya no existe ningún bando.[1]
Me impresionó su lenguaje vivaz, su fuerza expresiva, y el profundo silencio de los más de 80.000 oyentes, que llenaban el recinto.
Ello me animó a leer el libro con más detención. Me interesaba el aspecto político para conocer qué pensaban los futuros dirigentes políticos de Europa. Pero esto era secundario. Me interesaban los aspectos positivos del problema. La política de Sarko está muy influenciada por Nicolás Beberez, que sostiene que la demagogia de la izquierda (Mitterrand) y la derecha (Chirac) durante 25 años ha llevado a Francia a la decadencia y bancarrota.[2]
Últimamente en su libro ¿Qué hacer? Agenda 2007, expone en parte su pensamiento muy influenciado por Raymon Arón, al que ha estudiado a fondo. De este pensamiento se ha nutrido en gran manera N. Sarkuzy.
El programa de su oponente la socialista Sègolène Royal habla de una democracia participativa, tomada de dos intelectuales de izquierdas Pierre Rasanvallon y de la fundación Saint-Simón. No obstante sigue siendo muy ambigua en sus planteamientos religiosos. Los programas políticos se irán desmenuzando en la medida que se adelanten las elecciones. Ahora que ha empezado la segunda vuelta, la política de cada uno de los aspirantes deberá concretarse. Hoy no voy a hablar de ello.
En el libro que he citado Nicolás Sarkozy da mucha importancia a la religión en la vida de la Republica Francesa. Parece ser que han pasado los tiempos jacobinos de desprecio, de ignorancia o persecución del catolicismo.
Comienza diciendo que en una sociedad laica no se debe confundir lo religioso con lo profano, ya que considero además que la separación entre la Iglesia y el estado es condición determinante de la paz religiosa.[3] Lo apostilla a continuación con estas palabras bastante claras:
La religión se preocupa de lo esencial, es decir, del sentido y el porqué de la vida. Esta reflexión lejos de inquietar a la República le es útil por ser profundamente complementaria. A las religiones corresponde lo espiritual, y a la republica lo temporal. ¡El equilibrio depende entre ambos!. Y es precisamente por afectar a lo esencial por lo que la cuestión religiosa es tan importante en nuestro país[4]. En los desiertos espirituales reina el integrismo.
El concepto que tiene de la laicidad no es sectario, ni indiferente. Diríamos que es neutral en un sentido positivo, aunque él no usa esta terminología. La religión, y no se refiere sólo a la católica, no es un estorbo para la Republica, ya que debe ocupar un lugar central. En el párrafo que cito a continuación se ve claramente su posición: Hasta fecha reciente muchos responsables políticos o sindicales han tenido una visión sectaria de la laicidad, una visión marcada por el deseo de la revancha. Felizmente hoy día hemos llegado a una visión más equilibrada.[5]
Para nuestra sociedad, las religiones constituyen un asunto de gran importancia, pues son portadoras de una esperanza. El hecho religioso es un hecho primordial, dado que inscribe la vida en un proceso que no se interrumpe hasta la muerte. Por eso no tengo una concepción sectaria de la laicidad. Ni tampoco la visión de una laicidad indiferente. Creo que la mayoría de hombres y mujeres de nuestro siglo tienen necesidad de lo religioso. En la Francia de inicios del tercer milenio, el lugar que ocupa la religión es central.[6])
Esta laicidad positiva no restringe ni limita el derecho fundamental de la persona a vivir la propia religión. Solo tiene un límite, el bien común y el orden público. Creo que una laicidad positiva, es decir, una laicidad que garantiza como un derecho fundamental de la persona el derecho a vivir la propia religión. La laicidad no es enemiga de las religiones; por el contrario garantiza a todos la posibilidad de creer y de vivir la propia fe.
En modo alguno significa esto que las iglesias hayan de dominar la sociedad, imponerle sus reglas, fijarle una moral e incluso un calendario.[7]
La religión no queda encerrada en el ámbito de lo íntimo y privado:
Garantizar una libertad está en la base de los valores republicanos. Y aún en mayor medida desde el momento en que cada vez que la republica garantiza una libertad, está reforzando sus propias raíces. ¡Incluso las manifestaciones contra la República, cuando se expresan democráticamente, estabilizan a la República!.
Este derecho a vivir la propia religión y a trasmitirla a sus hijos se sitúa en la misma línea de otros derechos a los que hemos dado mucha importancia: El derecho de asociación, la libertad de expresión, y el derecho a la presunción de inocencia. Me gusta mucho una expresión que no había oído nunca: El derecho universal a la esperanza. Esperar contra toda esperanza: La laicidad no está al servicio de las religiones, pues eso supondría que está dominada por ellas. La laicidad respeta e incluso defiende el derecho inalienable de todos a practicar su religión. La laicidad está al servicio de la libertad de todos y cada uno de los ciudadanos de la república para vivir o no una religión y para transmitirla a sus hijos tal como la entienden. Este derecho a vivir la propia religión es tan importante como el derecho de asociación, la libertad de expresión o el derecho a la presunción de inocencia. Y es finalmente, el reconocimiento del derecho universal a la esperanza. La República puede enriquecerse con la esperanza de los ciudadanos creyentes, lo que no significa que estén por encima de los que no creen. Cada uno en su sitio, pero el practicante religioso no tiene que excusarse de ello y la República debe incluso velar para que pueda practicarla en buenas condiciones.[8]
Para él, la religión no es enemiga de la república, ni los religiosos pueden confundirse con los extremistas o fundamentalistas, siempre que se ejerza dentro del marco de la constitución: Creo que es útil recordar esto en el muy peculiar contexto en que vivimos, en que los practicantes religiosos son asimilados de buen grado a los extremistas. En un debate que frecuentemente tiende a inflamarse y a producir la generalización del estereotipo hace falta mensura: la religión no es enemiga de la República. La vida espiritual en nada se opone al ideal de la República. La religión no está en nada en contra de la república desde el momento en que se ejerce en el marco de la misma. Desde mi punto de vista hay comportamientos mucho más rechazables y, desde luego, más peligrosos.[9]
La religión ha sido para él un elemento aglutinador e integrador de los valores morales necesarios para el equilibrio de la sociedad. Las iglesias han sido centros de educación y de convivencia. Muchos de los desórdenes en los suburbios de Paris los atribuye a que hay muchos cines, mucha droga y pocas iglesias: ¿Tienen las religiones una importancia específica para el equilibrio de nuestra sociedad? Responderé sin dudarlo con un doble si. Si, porque a lo largo de los años la religión católica ha tenido un papel de instrucción cívica y moral ligada a la catequesis que existía en todos los pueblos de Francia…..En tiempos se recibía la educación religiosa incluso en familias no creyentes. Esto permitía la recepción de valores necesarios para el equilibrio de la sociedad. Sin lugar a duda la Iglesia católica ha ejercido en la sociedad francesa una función educadora e incluso integrador)..Es preferible que los jóvenes tengan esperanza espiritual en vez de tener en la cabeza como única religión la violencia, la droga, o el dinero.[10]
Para él la religión es no sólo un elemento integrador, sino un elemento civilizador en pro del bien, y da un sentido a la vida, que no encuentra el no creyente. Este sentido de la esperanza y de la apertura del hombre a Dios le abre al otro y le moviliza para trabajar por los demás en una sociedad libre. Dar sentido a la vida es lo más importante en el hombre. El hecho religioso tiene no sólo una dimensión espiritual, sino política. Decía André Malraux: El siglo XXI será religioso o no será.
El texto no tiene desperdicio: No creo que una sociedad haya de ser religiosa para existir, pero sí que los religiosos, las mujeres y los hombres espirituales, los hombres de fe, son elementos pacificadores. ¿Me atrevería a decir que son elementos civilizadores? Por otra parte qué es un hombre que cree sino un hombre que espera? Esta esperanza tiene esta capacidad de ofrecer, en el dinamismo colectivo de la sociedad, una perspectiva de movilización en pro del bien común y aguzado sentimiento de la vida. Estoy convencido de que el espíritu religioso y la práctica religiosa pueden contribuir a apaciguar y regular una sociedad en libertad.[11]
Me impresionó otro texto en el que habla de los contemplativos, que tan poca acogida tienen en nuestro tiempo. Su silencio, su paz, su contemplación, su mirada, su porte. Todo ello respira paz, armonía, lejanía de lo profano y encuentro con uno mismo. Con razón decía Kart Rhaner, que el cristianismo será místico o desaparecerá. A una pregunta que le hacen, responde que no le importaría que un hijo suyo entrara en monasterio: Los contemplativos son preciosos para nuestra civilización. Son complementarios respecto de nosotros, que vivimos plenamente la actualidad de la sociedad. Siempre he pensado que la consagración a la vida contemplativa es un elemento apaciguador, tendría que poder ser contemplado…Personalmente, la visión de la serenidad me proporciona la paz y el distanciamiento que necesito. Y este sentimiento lo he experimentado cada vez que he tenido ocasión de visitar un monasterio [12]
En su postura con relación a a la inclusión de las raíces cristianas, no estoy de acuerdo con él. Las razones que da no me convencen, ya que no creo que ha entendido bien el problema, pues a pesar de lo expuesto anteriormente, dice terminantemente, aunque con matices: No creo necesario citar a Dios en la constitución europea. La constitución es un documento civil que rige el funcionamiento de los poderes públicos, en Europa por la constitución europea, en Francia por los ciudadanos franceses .No creo que un documento que trata de los respectivos deberes constitucionales sea el lugar adecuado para Dios. La constitución se aplicará tanto a creyentes como a no creyentes y a los miembros de todas las religiones….Y añadiré que el principio de separación de las iglesias y el estado, del poder temporal y del poder espiritual, esencial para el respeto de la laicidad a la francesa, debe ponernos en guardia frente a todo lo que nos pueda parecer una mezcla de géneros. Es una cosa que no beneficia a nadie, ni a Europa, ni a la Republica, ni a las iglesias.
Me da la impresión, que Sarkozy está aún muy influenciado, aunque no lo quiera, por esa corriente laicista que viene de la revolución francesa, y que ha dicho que ha quedado superada en Francia. Las raíces de Europa, a pesar de otros ingredientes, son fundamentalmente cristianas, pero en estos veinte tres siglos de elaboración, partiendo de la filosofía griega y de Roma, se han hecho tan universales, ya que hoy en día una gran parte de estos valores, son patrimonio de la humanidad. El reconocerlo en la constitución, no es que queramos imponer la fe en Jesucristo, sino reseñar un hecho histórico. Yo no le puedo imponer a un musulmán el principio de fraternidad tal como lo entiende el evangelio de San Mateo, pero si puedo pedirle, que sea solidario con los demás, sea cuales sean sus motivaciones. Pongo otro ejemplo, la poligamia, en la cultura islámica, está permitida ¿Se puede prohibir en Europa? Otro tema distinto es aquello, que pertenece a las costumbres de un pueblo, por ejemplo el velo. Yo creo que no se puede prohibir, pues ello no pertenece al núcleo de esa esencialidad universal de la que he hablado. Sin embargo, en Francia se ha prohibido en las escuelas. Su puede decir que es un símbolo de la sumisión de la mujer al hombre y tal vez con razón, Yo me admiro de que el uso de la corbata y el traje europeo, se haya impuesto en casi todos los continentes, de cultura distinta. La integración es uno de los caminos más serios y más difíciles, que quiero tratar en otro lugar, ya que la escuela francesa, con su laicismo no ha sido capaz de integrar a la mayor parte de los islamistas
No obstante Sarkozy admite el hecho histórico de estas raíces cristianas: Que en contrapartida se indique en el preámbulo de la constitución el nombre de Dios, que entre los valores de Europa figura una herencia religiosa, me parece bien. No es inútil recordar nuestras raíces comunes, aprovechar la elaboración de una constitución para afirmar los valores fundamentales de la civilización europea. Y en cuanto a estos últimos, es legítimo y fecundo recordar lo que debemos a las religiones europeas…Es cierto que en Europa los valores cristianos han sido civilizadores y que su influencia ha sido dominante.[13] Está en contra, con matices, de la integración de Turquía en la Unión Europea.
A pesar de este juicio, creo que el aspirante a la Presidencia de la República, está dando unos pasos muy importantes en el reconocimiento de los valores cristianos y superando el laicismo, a veces sectario, de nuestra querida Francia, que ha dado tantos pensadores ilustres al catolicismo.. ¿Es estrategia política? Me parece que no, porque el libro está escrito lejos de la presente confrontación. En su trabajo por la integración de los islamistas, de los que habla ampliamente en este libro, me parece que las cosas no están tan claras, como vimos en las revueltas del año pasado. No obstante os invito a leer el libro y me quito el sombrero ante este hombre tan batallador.
¿Será el próximo Presidente de la República?
[1] Periódico el Mundo, P. J. Ramírez, p. 4
[2] Nicolás Beberez, Francia en declive, ed. Gota a gota, 2003. En este librito de 114 páginas se inspira Sarkozy para su programa.
[3] L.c.p. 24
[4] L.c. p. 23-
[5] L.c p. 99.
[6] Nicolás Sarkozy, La república, las religiones, la esperanza, ed. Fundación FAES, S.L.U., 2006, p. 23
[7] L. c. p. 24.
[8] L. c. p. 25
[9] L. c. p. 25.
[10] L.c. p .27.
[11] L.c. p. 27.
[12] L. c. p. 49.
[13] L.c. p. 166
Hoy quiero presentaros, lo que dice una de los personajes emergentes en esta política europea.
Siempre me he preocupado de conocer los parámetros del pensamiento francés, especialmente en el plano político y religioso, ya que lo que se mueve en Francia, termina moviéndose en Europa. Casualmente en una librería me encontré con un libro de Nicolás Sarkozy, titulado la República, las religiones, la esperanza.
Me impresionó su discurso, cuando fue elegido por su partido (UMO) para las elecciones a la Presidencia de la República francesa. Dos fueron las partes del discurso que me impresionaron: que tendiera una mano a su esposa, cuyos problemas todos conocemos, diciéndole: Yo he conocido el fracaso y he debido sobreponerme a él como miles de franceses….Hoy he comprendido que son las debilidades, las penas, los fracasos los que te vuelven más fuerte..
A su mujer le hace un llamamiento muy generoso. “Le pido a mi familia, es decir a Cecilia, que me ayude. Yo sé lo que ella ha tenido que sufrir. Yo quiero que ella comprenda que ahora no se trata de mí, sino que se trata de Francia”
Terminó su discurso electrizante, llamando a la colaboración entre los franceses: Les pido a mis amigos que me han acompañado hasta aquí que me dejen libre, para ir hacia los otros, a quien no ha sido nunca mi amigo, a quien no ha pertenecido jamás a nuestro bando, ni a nuestra familia política, incluso hacia quien nos ha combatido. Porque cuando se trata de Francia ya no existe ningún bando.[1]
Me impresionó su lenguaje vivaz, su fuerza expresiva, y el profundo silencio de los más de 80.000 oyentes, que llenaban el recinto.
Ello me animó a leer el libro con más detención. Me interesaba el aspecto político para conocer qué pensaban los futuros dirigentes políticos de Europa. Pero esto era secundario. Me interesaban los aspectos positivos del problema. La política de Sarko está muy influenciada por Nicolás Beberez, que sostiene que la demagogia de la izquierda (Mitterrand) y la derecha (Chirac) durante 25 años ha llevado a Francia a la decadencia y bancarrota.[2]
Últimamente en su libro ¿Qué hacer? Agenda 2007, expone en parte su pensamiento muy influenciado por Raymon Arón, al que ha estudiado a fondo. De este pensamiento se ha nutrido en gran manera N. Sarkuzy.
El programa de su oponente la socialista Sègolène Royal habla de una democracia participativa, tomada de dos intelectuales de izquierdas Pierre Rasanvallon y de la fundación Saint-Simón. No obstante sigue siendo muy ambigua en sus planteamientos religiosos. Los programas políticos se irán desmenuzando en la medida que se adelanten las elecciones. Ahora que ha empezado la segunda vuelta, la política de cada uno de los aspirantes deberá concretarse. Hoy no voy a hablar de ello.
En el libro que he citado Nicolás Sarkozy da mucha importancia a la religión en la vida de la Republica Francesa. Parece ser que han pasado los tiempos jacobinos de desprecio, de ignorancia o persecución del catolicismo.
Comienza diciendo que en una sociedad laica no se debe confundir lo religioso con lo profano, ya que considero además que la separación entre la Iglesia y el estado es condición determinante de la paz religiosa.[3] Lo apostilla a continuación con estas palabras bastante claras:
La religión se preocupa de lo esencial, es decir, del sentido y el porqué de la vida. Esta reflexión lejos de inquietar a la República le es útil por ser profundamente complementaria. A las religiones corresponde lo espiritual, y a la republica lo temporal. ¡El equilibrio depende entre ambos!. Y es precisamente por afectar a lo esencial por lo que la cuestión religiosa es tan importante en nuestro país[4]. En los desiertos espirituales reina el integrismo.
El concepto que tiene de la laicidad no es sectario, ni indiferente. Diríamos que es neutral en un sentido positivo, aunque él no usa esta terminología. La religión, y no se refiere sólo a la católica, no es un estorbo para la Republica, ya que debe ocupar un lugar central. En el párrafo que cito a continuación se ve claramente su posición: Hasta fecha reciente muchos responsables políticos o sindicales han tenido una visión sectaria de la laicidad, una visión marcada por el deseo de la revancha. Felizmente hoy día hemos llegado a una visión más equilibrada.[5]
Para nuestra sociedad, las religiones constituyen un asunto de gran importancia, pues son portadoras de una esperanza. El hecho religioso es un hecho primordial, dado que inscribe la vida en un proceso que no se interrumpe hasta la muerte. Por eso no tengo una concepción sectaria de la laicidad. Ni tampoco la visión de una laicidad indiferente. Creo que la mayoría de hombres y mujeres de nuestro siglo tienen necesidad de lo religioso. En la Francia de inicios del tercer milenio, el lugar que ocupa la religión es central.[6])
Esta laicidad positiva no restringe ni limita el derecho fundamental de la persona a vivir la propia religión. Solo tiene un límite, el bien común y el orden público. Creo que una laicidad positiva, es decir, una laicidad que garantiza como un derecho fundamental de la persona el derecho a vivir la propia religión. La laicidad no es enemiga de las religiones; por el contrario garantiza a todos la posibilidad de creer y de vivir la propia fe.
En modo alguno significa esto que las iglesias hayan de dominar la sociedad, imponerle sus reglas, fijarle una moral e incluso un calendario.[7]
La religión no queda encerrada en el ámbito de lo íntimo y privado:
Garantizar una libertad está en la base de los valores republicanos. Y aún en mayor medida desde el momento en que cada vez que la republica garantiza una libertad, está reforzando sus propias raíces. ¡Incluso las manifestaciones contra la República, cuando se expresan democráticamente, estabilizan a la República!.
Este derecho a vivir la propia religión y a trasmitirla a sus hijos se sitúa en la misma línea de otros derechos a los que hemos dado mucha importancia: El derecho de asociación, la libertad de expresión, y el derecho a la presunción de inocencia. Me gusta mucho una expresión que no había oído nunca: El derecho universal a la esperanza. Esperar contra toda esperanza: La laicidad no está al servicio de las religiones, pues eso supondría que está dominada por ellas. La laicidad respeta e incluso defiende el derecho inalienable de todos a practicar su religión. La laicidad está al servicio de la libertad de todos y cada uno de los ciudadanos de la república para vivir o no una religión y para transmitirla a sus hijos tal como la entienden. Este derecho a vivir la propia religión es tan importante como el derecho de asociación, la libertad de expresión o el derecho a la presunción de inocencia. Y es finalmente, el reconocimiento del derecho universal a la esperanza. La República puede enriquecerse con la esperanza de los ciudadanos creyentes, lo que no significa que estén por encima de los que no creen. Cada uno en su sitio, pero el practicante religioso no tiene que excusarse de ello y la República debe incluso velar para que pueda practicarla en buenas condiciones.[8]
Para él, la religión no es enemiga de la república, ni los religiosos pueden confundirse con los extremistas o fundamentalistas, siempre que se ejerza dentro del marco de la constitución: Creo que es útil recordar esto en el muy peculiar contexto en que vivimos, en que los practicantes religiosos son asimilados de buen grado a los extremistas. En un debate que frecuentemente tiende a inflamarse y a producir la generalización del estereotipo hace falta mensura: la religión no es enemiga de la República. La vida espiritual en nada se opone al ideal de la República. La religión no está en nada en contra de la república desde el momento en que se ejerce en el marco de la misma. Desde mi punto de vista hay comportamientos mucho más rechazables y, desde luego, más peligrosos.[9]
La religión ha sido para él un elemento aglutinador e integrador de los valores morales necesarios para el equilibrio de la sociedad. Las iglesias han sido centros de educación y de convivencia. Muchos de los desórdenes en los suburbios de Paris los atribuye a que hay muchos cines, mucha droga y pocas iglesias: ¿Tienen las religiones una importancia específica para el equilibrio de nuestra sociedad? Responderé sin dudarlo con un doble si. Si, porque a lo largo de los años la religión católica ha tenido un papel de instrucción cívica y moral ligada a la catequesis que existía en todos los pueblos de Francia…..En tiempos se recibía la educación religiosa incluso en familias no creyentes. Esto permitía la recepción de valores necesarios para el equilibrio de la sociedad. Sin lugar a duda la Iglesia católica ha ejercido en la sociedad francesa una función educadora e incluso integrador)..Es preferible que los jóvenes tengan esperanza espiritual en vez de tener en la cabeza como única religión la violencia, la droga, o el dinero.[10]
Para él la religión es no sólo un elemento integrador, sino un elemento civilizador en pro del bien, y da un sentido a la vida, que no encuentra el no creyente. Este sentido de la esperanza y de la apertura del hombre a Dios le abre al otro y le moviliza para trabajar por los demás en una sociedad libre. Dar sentido a la vida es lo más importante en el hombre. El hecho religioso tiene no sólo una dimensión espiritual, sino política. Decía André Malraux: El siglo XXI será religioso o no será.
El texto no tiene desperdicio: No creo que una sociedad haya de ser religiosa para existir, pero sí que los religiosos, las mujeres y los hombres espirituales, los hombres de fe, son elementos pacificadores. ¿Me atrevería a decir que son elementos civilizadores? Por otra parte qué es un hombre que cree sino un hombre que espera? Esta esperanza tiene esta capacidad de ofrecer, en el dinamismo colectivo de la sociedad, una perspectiva de movilización en pro del bien común y aguzado sentimiento de la vida. Estoy convencido de que el espíritu religioso y la práctica religiosa pueden contribuir a apaciguar y regular una sociedad en libertad.[11]
Me impresionó otro texto en el que habla de los contemplativos, que tan poca acogida tienen en nuestro tiempo. Su silencio, su paz, su contemplación, su mirada, su porte. Todo ello respira paz, armonía, lejanía de lo profano y encuentro con uno mismo. Con razón decía Kart Rhaner, que el cristianismo será místico o desaparecerá. A una pregunta que le hacen, responde que no le importaría que un hijo suyo entrara en monasterio: Los contemplativos son preciosos para nuestra civilización. Son complementarios respecto de nosotros, que vivimos plenamente la actualidad de la sociedad. Siempre he pensado que la consagración a la vida contemplativa es un elemento apaciguador, tendría que poder ser contemplado…Personalmente, la visión de la serenidad me proporciona la paz y el distanciamiento que necesito. Y este sentimiento lo he experimentado cada vez que he tenido ocasión de visitar un monasterio [12]
En su postura con relación a a la inclusión de las raíces cristianas, no estoy de acuerdo con él. Las razones que da no me convencen, ya que no creo que ha entendido bien el problema, pues a pesar de lo expuesto anteriormente, dice terminantemente, aunque con matices: No creo necesario citar a Dios en la constitución europea. La constitución es un documento civil que rige el funcionamiento de los poderes públicos, en Europa por la constitución europea, en Francia por los ciudadanos franceses .No creo que un documento que trata de los respectivos deberes constitucionales sea el lugar adecuado para Dios. La constitución se aplicará tanto a creyentes como a no creyentes y a los miembros de todas las religiones….Y añadiré que el principio de separación de las iglesias y el estado, del poder temporal y del poder espiritual, esencial para el respeto de la laicidad a la francesa, debe ponernos en guardia frente a todo lo que nos pueda parecer una mezcla de géneros. Es una cosa que no beneficia a nadie, ni a Europa, ni a la Republica, ni a las iglesias.
Me da la impresión, que Sarkozy está aún muy influenciado, aunque no lo quiera, por esa corriente laicista que viene de la revolución francesa, y que ha dicho que ha quedado superada en Francia. Las raíces de Europa, a pesar de otros ingredientes, son fundamentalmente cristianas, pero en estos veinte tres siglos de elaboración, partiendo de la filosofía griega y de Roma, se han hecho tan universales, ya que hoy en día una gran parte de estos valores, son patrimonio de la humanidad. El reconocerlo en la constitución, no es que queramos imponer la fe en Jesucristo, sino reseñar un hecho histórico. Yo no le puedo imponer a un musulmán el principio de fraternidad tal como lo entiende el evangelio de San Mateo, pero si puedo pedirle, que sea solidario con los demás, sea cuales sean sus motivaciones. Pongo otro ejemplo, la poligamia, en la cultura islámica, está permitida ¿Se puede prohibir en Europa? Otro tema distinto es aquello, que pertenece a las costumbres de un pueblo, por ejemplo el velo. Yo creo que no se puede prohibir, pues ello no pertenece al núcleo de esa esencialidad universal de la que he hablado. Sin embargo, en Francia se ha prohibido en las escuelas. Su puede decir que es un símbolo de la sumisión de la mujer al hombre y tal vez con razón, Yo me admiro de que el uso de la corbata y el traje europeo, se haya impuesto en casi todos los continentes, de cultura distinta. La integración es uno de los caminos más serios y más difíciles, que quiero tratar en otro lugar, ya que la escuela francesa, con su laicismo no ha sido capaz de integrar a la mayor parte de los islamistas
No obstante Sarkozy admite el hecho histórico de estas raíces cristianas: Que en contrapartida se indique en el preámbulo de la constitución el nombre de Dios, que entre los valores de Europa figura una herencia religiosa, me parece bien. No es inútil recordar nuestras raíces comunes, aprovechar la elaboración de una constitución para afirmar los valores fundamentales de la civilización europea. Y en cuanto a estos últimos, es legítimo y fecundo recordar lo que debemos a las religiones europeas…Es cierto que en Europa los valores cristianos han sido civilizadores y que su influencia ha sido dominante.[13] Está en contra, con matices, de la integración de Turquía en la Unión Europea.
A pesar de este juicio, creo que el aspirante a la Presidencia de la República, está dando unos pasos muy importantes en el reconocimiento de los valores cristianos y superando el laicismo, a veces sectario, de nuestra querida Francia, que ha dado tantos pensadores ilustres al catolicismo.. ¿Es estrategia política? Me parece que no, porque el libro está escrito lejos de la presente confrontación. En su trabajo por la integración de los islamistas, de los que habla ampliamente en este libro, me parece que las cosas no están tan claras, como vimos en las revueltas del año pasado. No obstante os invito a leer el libro y me quito el sombrero ante este hombre tan batallador.
¿Será el próximo Presidente de la República?
[1] Periódico el Mundo, P. J. Ramírez, p. 4
[2] Nicolás Beberez, Francia en declive, ed. Gota a gota, 2003. En este librito de 114 páginas se inspira Sarkozy para su programa.
[3] L.c.p. 24
[4] L.c. p. 23-
[5] L.c p. 99.
[6] Nicolás Sarkozy, La república, las religiones, la esperanza, ed. Fundación FAES, S.L.U., 2006, p. 23
[7] L. c. p. 24.
[8] L. c. p. 25
[9] L. c. p. 25.
[10] L.c. p .27.
[11] L.c. p. 27.
[12] L. c. p. 49.
[13] L.c. p. 166