domingo, 29 de abril de 2007

Raíces cristianas de Europa




¿CUÁLES SON LAS RAÍCES DE LA CULTURA EUROPEA?


Europa tiene sus raíces originarias en este triple eje: Grecia, Roma, el judaísmo y el cristianismo.
Es una pena que en la redacción elaborada por Giscard d’ Estaind sobre la nueva constitución europea no se hiciera la mención a las raíces cristianas de Europa.
Ante la presión a que estuvo sometido se justificó, diciendo, como cuenta Giovanni Reale, que en el preámbulo, ya se hablaba de la religión y añade que muchos rechazan incluso esta alusión.
Es pública y notoria la pertenencia de Giscard a la masonería. Con ironía Reale dice lo siguiente: ¿Acaso lo que deseaban estos era proponer un refinado ateismo de Estado?[1]


Sobre la herencia griega afirma un historiador: Tucídides, que murió en el año 404 antes de Cristo, que fue el más ilustre historiador de la Grecia antigua, escribió que la Atenas de Pericles era la escuela de Grecia. De hecho aquel estadista supo rodearse de creadores cuyas obras perdurarían a través de los siglos: Fidias, el maestro del Partenón; Sofloques, que dio a la tragedia griega su forma clásica; Pitágoras, el filósofo que enseñó que el hombre es la medida de todas las cosas[2].

Me impresionó una frase de Alexis de Tocquiville (1805-1859), uno de los impulsores del liberalismo, que en su libro tan conocido y citado la Democracia en América (1835-1840) decía lo siguiente: Cuando la religión de un pueblo es destruida, la duda adquiere tal fuerza que paraliza parcialmente el resto del intelecto. Tal situación no puede sino enervar el alma, relajar las fuentes de la voluntad y preparar a la gente para la servidumbre. Cuando ya no existe un principio de autoridad religioso aparte del político, el hombre se va rápidamente asustando por la apariencia de su ilimitada independencia. El despotismo puede gobernar sin fe pero no así la libertad. La religión es mucho más importante en repúblicas democráticas que en cualquier otra. ¿Cómo es posible que una sociedad pueda escapar de la destrucción si su vínculo moral no es reforzado en proporción al relajamiento del vínculo político.

Yo me admiro al releer el pequeño folleto de A.R. Navarrete en el que recoge en 1000 sentencias, de una manera genial, los mejores valores de la cultura griega en los años de su devenir histórico: La amistad, el amor, la familia, la justicia, el sentido de la vida, la búsqueda de la verdad, la educación, el poder, la alegría, la muerte, la belleza artística, la justicia, la democracia, el trabajo etc. Todas estas actitudes están recogidas en unas sentencias lapidarias y concisas.[3]
Mucho tendríamos que aprende hoy en día de estos genios que nos precedieron y fueron capaces de elevar a las más altas cumbres, no sólo el pensamiento, sino el arte.



Todos los europeos, incluso lo no creyentes, estamos inmersos en este aire, afirma Eliot, en un largo texto que cito, porque no tiene desperdicio: Un ciudadano europeo puede creer que la fe cristiana no sea verdadera, y sin embargo todo lo que dice y hace, nace de la cultura cristiana de la que es heredero y de la que extraerá el significado. Solamente una cultura cristiana pudo producir un Voltaire y un Nistzsche. No creo que la cultura de Europa pueda sobrevivir a la desaparición completa de la fe cristiana. Y estoy convencido de ello no sólo como cristiano, sino como estudioso de la biología social. Si el cristianismo desaparece, desaparece toda nuestra cultura. Y entonces deberéis empezar dificultosamente desde el principio y no podréis adoptar una cultura ya hecha. Deberéis esperar que crezca la hierba para que alimente a las ovejas, que darán la lana con la que se hará vuestro nuevo vestido. Deberéis atravesar muchos siglos de barbarie. No viviremos para ver la nueva cultura, ni siquiera nuestros nietos, ni sus nietos, y aunque pudiéramos verla, ninguno de nosotros sería feliz en ella. Debemos muchas cosas a nuestra herencia cristiana, además de la fe religiosa. A través de ella recogemos la evolución de nuestras artes, a través de ella nos ha llegado nuestra concepción de la ley romana, que ha dado forma al mundo occidental, y nuestra concepción de la moralidad pública y privada, y nuestros modelos literarios comunes se encuentra en la literatura de Grecia y Roma. El mundo occidental tiene una unidad en esta herencia, en el cristianismo y en las antiguas civilizaciones de Grecia, de Roma y de Israel, a las que, a través de dos mil años de cristianismo, se remontan nuestros orígenes…Lo que quiero decir es que esta unidad en los elementos comunes de la cultura es, desde hace muchos siglos, el auténtico vínculo entre nosotros…Si disipamos nuestro patrimonio común o nos desprendemos de él, ninguna organización o proyecto salidos de la mente más ingeniosa podrá ayudarnos ni contribuirá a unirnos.[4]

Se han escrito multiplicad de libros sobre el particular. Uno de los más curiosos, por ser judío su autor, se titula, Europa cristiana del prof. Joseph Weiler[5]
Una de sus frases es esta: Muchos amigos católicos no practicantes sabían poco o muy poco de lo que había pasado en la iglesia en estos últimos 25 años. La religión no es algo meramente privado. Por el contrario, informa todos los actos de nuestra vida social.
Europa no es sólo un grupo de mercaderes, sino un conglomerado de naciones, que tiene una historia común, una religiosidad igual, unas raíces comunes, unas coordenadas ideológicas. No podemos quedarnos en una ambigüedad, como si en Europa, durante veintitantos siglos no hubiera pasado nada.

De esa simbiosis que se produjo entre las culturas greco-romana y la judeo-cristiana, nació Europa, que hasta llegó a configurarse políticamente con la coronación de Carlo Magno por el Papa León en las navidades del 800. Dos poderes rigen el mundo el regio y el espiritual. Ambos son separables, pero ambos buscan el bien de la ciudadanía. Decían los escritores de la época.

Los monjes fueron los encargados de llevar a todos los rincones de Europa el mensaje evangélico durante siglos y fueron los que, con un tesón admirable y paciencia, en sus escribanías nos trasmitieron todo el saber de la antigüedad, que hubiera quedado olvidado entre el polvo de las bibliotecas. El monacato fue el soporte esencial no sólo para la transmisión de la cultura, sino que trasportaron los valores básicos, de la civilización antigua y la cristiana, que empezaba a ser el soporte de Europa.

Ellos nos trasmitieron no sólo el soporte cultural del pasado, sino la profunda espiritualidad, que habían aprendido en sus claustros con su célebre lema “ora et labora”

En el siglo XII nacen las universidades y los centros de estudio. El latín, hasta que nacieron las lenguas vernáculas, va ser el gran aglutinador de todo el pensamiento europeo. La mayor parte de los libros están escritos en este idioma.
En toda Europa nacen las catedrales que son los grandes monumentos de la cultura cristiana, en las que van a labrar las grandes esculturas y en las que se va recoger las figuras más grandiosas de nuestra pintura e historia religiosa. Y como signo, esa cruz que corona todas nuestras catedrales y que hoy quieren quitar de nuestras escuelas. Sin el conocimiento del cristianismo, no se puede interpretar lo que vemos y palpamos en nuestros viajes turísticos. Un japonés, con sus simples ojos, no puede entender el arte europeo. Me decía un amigo no creyente, que enviaba a sus hijos a colegios religiosos, porque considera que sin los valores cristianos el mundo se trasforma en una anarquía y quien pasea por Europa es como un sonámbulo, que no percibe nada de lo que ve, contempla u oye. Yo estimo mucho a este amigo, y me dice con mucha sinceridad que quisiera ser creyente.
Europa quedó desgarrada, cuando en el renacimiento surgieron los estados-nación. Con las nuevas fronteras se cierran los pueblos, y nacen los nacionalismos, las guerras fraticidas se pasean por toda Europa, y un haz de egoísmos y guerras se apoderan de la vieja Europa.









Es verdad que Europa ha sido sacudida una y mil veces en su historia por muchas divisiones y luchas tanto políticas como religiosas. Es verdad que en Europa nacieron los grandes monstruos, que sembraron de cadáveres todos los caminos de esta vieja patria.
Pero también es verdad que del mismo corazón de Europa nacieron Beethovenn, Mozart, Wagner, Vivaldi etc, que llenaron los ámbitos del mundo con su armonía y sonidos.
También es verdad que Europa, con sus célebres escritores, traspasó sus fronteras y éstos se hicieron universales.
También es verdad, que los grandes pintores europeos, universalizaron con su mensaje esos moldes artísticos, que trascendieron el tiempo y todas las culturas.
Con estos antecedentes unos grandes hombres, todos ellos cristianos, Jean Monnet, Robert Schuman (en proceso de canonización), Alcide de Gasperi y Conrad Adenauer empezaron a dar los primeros pasos para que en Europa desapareciera la barbarie, las guerras, las luchas y resplandeciera la unidad, la paz y la armonía. No querían una Europa de los mercaderes, sino la Europa del espíritu.
Heitz, el artista, que diseñó la bandera de Europa, lo explica de esta manera: Inspirado por Dios, tuve la idea de hacer una bandera azul sobre la que destacaran las doce estrellas, en referencia al Apocalipsis, 12, 1, que dice refiriéndose a María: Una señal apareció en el cielo; una mujer vestida de sol con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza,
Este sería el emblema de Europa.

Llegados a este punto podemos preguntarnos…¿Que le debe Europa al Cristianismo. Es evidente que sin el cristianismo no se puede entender Europa.

¿Cuales son las características principales de esta nuestra querida Europa?

Diría que su universalidad. Su cultura ha saltado de Europa y ha prendido en otras culturas.
Los modelos éticos y las instituciones europeas han corrido por al mundo y se han universalizado, precisamente, porque están fundamentados en la misma racionalidad del hombre. El pensamiento griego fue tan profundo en su filosofía y tan insertado en la misma esencia de la persona, que en lo sustancial sigue vigente aún. Habrá desaparecido ciertas reminiscencias históricas, pero el tiempo ha sacudido el polvo de aquello que era circunstancial y periférico.
La misma ciencia y la técnica, que tanto han ayudado al progreso de la humanidad, nacidas fundamentalmente en Europa, hoy son universales, y están al servicio de la humanidad.
El cristianismo, de una manera especial, con San Agustín, que inyectó en aquella sociedad pagana lo que era la esencia y el corazón de la misma Iglesia el principio de amar a la persona del otro significa amar a Cristo, sembrando en aquella sociedad un reguero de fraternidad y solidaridad hasta entonces desconocidas.
Un Tomas de Aquino, que con su vuelta a Aristóteles, va a sacralizar su pensamiento metafísico y su ética, con especial referencia a su Ética a Nicómano.
Hombres tan importantes como Copérnico, Galileo, Descartes, Boyle, Kleper, Newton ayudaron al resurgir de la ciencia moderna, como ha demostrado ampliamente el Profesor A. R. Hall en su libro sobre la Revolución científica.[6]

Dice Hans-George Gadamer: Si nos preguntamos por el papel de la ciencia en el futuro de Europa, habrá que partir del presupuesto, cuya evidencia es para mí incuestionable, es decir, que es precisamente la ciencia la que define la identidad europea como tal. La ciencia ha dado forma a Europa en su devenir histórico y en su extensión geográfica. Eso no quiere decir obviamente que otras culturas no hayan obtenido resultados importantes y sólidos en determinados sectores del conocimiento científico…..No obstante puede decirse que sólo en Europa la ciencia ha creado un modelo cultural autónomo y hegemónico, y de forma muy evidente a partir de la edad moderna. Desde que el camino de la revolución científica y técnica se extendió a todo el planeta, el papel de la ciencia, a decir verdad, no se ha limitado estrictamente a Europa, pero en todas partes la investigación científica, la enseñanza escolar y universitaria se remiten siempre al modelo europeo. Se trata de una afirmación totalmente independiente de cualquier juicio de valor acerca de las perspectivas de una humanidad expuesta al dominio de la ciencia y de sus aplicaciones tecnológicas.[7]

En otro texto el mismo escritor se expresa en otro pasaje más claramente: La gran novedad del método matemático-experimental supuso una auténtica revolución en las ciencias de la naturaleza, en realidad la única revolución propiamente dicha de este nombre. La mecánica de Galileo y la extensión del método matemático a todas las ciencias empíricas constituyen de hecho el inicio de la época moderna; no hay una fecha precisa que marque este inicio- ya pasó la época de jugar con las fechas-sino el ideal metódico de la ciencia moderna. El sistema tradicional del conocimiento que llevaba el nombre de “filosofía”, se subdividió así en dos mundos separados y no comunicados: el mundo de las ciencias empíricas y experimentales, y el mundo de la experiencia humana, basada por lo general en la tradición lingüística. [8]

Es verdad que la ilustración y el liberalismo hicieron otras aportaciones: La separación entre la Iglesia y el Estado, la división de poderes, la articulación de la democracia, los sindicatos como remedio a un capitalismo feroz etc. Pero también es verdad que con su laicismo fundamentalista rompió los valores cristianos de la trascendencia y nos está metiendo en un callejón sin salida.

Por poner un ejemplo que conozco muy bien. El derecho de familia lo inventaron los romanos dos siglos antes de la venida de Jesucristo. Esta unión entre un hombre y una mujer (macho y hembra) termina realizándose, no por un convenio de la tribu ajena a los contrayentes, como sucedía en la mayor parte de los pueblos antiguos, sino por el acuerdo de las partes, que se casan por amor (matrimonium facit consensus). El cristianismo va a añadir muy poco a esta realidad terrena (la sacramentalidad). Por esto el querer llamar matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo, es querer cambiar la historia de 22 siglos, fundada en la “recta ratio”.
Otro ejemplo, la solidaridad, tan querida por todos, ya estaba presente en los profetas y en mucho textos tanto griegos, como romanos. Jesucristo asume con más radicalidad esta mismo mensaje en el evangelio de San Mateo Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis….
Aristóteles ya decía que el hombre es el único ser que se trasciende a sí mismo.
Toda la historia europea respira el aire y la savia de estos tres ejes. La raíz de las grandes intuiciones actuales sobre los derechos humanos, la libertad, la democracia, la solidaridad o fraternidad en visión cristiana, la paz, la justicia, ya estaban explícitos o implícitos en estas tres instituciones.
La dignidad de la persona está en la base de este triple trípode. El bien de la persona, la familia y el matrimonio, el valor trascendental de la vida humana, el respeto a los valores religiosos,
La lex romana, que fue como el engranaje del gran imperio romano, ha pasado a nuestros códigos en casi su totalidad.

El cristianismo dio una nueva visión y motivación, a muchas de estas concepciones y hace que esos mensajes sean mucho más radicales, como hace tiempo afirmaba Kart Rhaner.
En este decurso histórico Europa se fue enriqueciendo con las aportaciones del renacimiento y de la Ilustración., los movimientos sociales del siglo XX, y el progreso científico de los últimos tiempos,
Con el racionalismo y el liberalismo se pasa poco a poco del concepto de persona, al concepto de individuo, con esa carga de egoísmo, egolatría, ambición y codicia, que trajo consigo el capitalismo y la eficacia.
A este propósito decía Juan Pablo II: El individualismo intenta proteger el bien del individuo de la comunidad; el totalitarismo, como confirman diversas experiencias de la historia, intenta protegerse del individuo en nombre del bien común, entendido de forma específica. Sin embargo en la base de estas orientaciones, de estos dos sistemas de pensamiento y de comportamiento, hallamos una concepción idéntica del hombre.

La misma ciencia y la técnica, que tanto han ayudado al progreso de la humanidad, nacidas fundamentalmente en Europa, hoy son universales, y están al servicio de la humanidad.

Hoy se habla mucho de la separación de poderes. Ya Jesucristo había dicho hace veinte siglos: Dad al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios.
Incluso me atrevo a decir que no es posible entender una Europa laicista sin el cristianismo, ya que se le quitaría algo que es sustantivo.
En mis lecturas, he observado, que en la medida en que los europeos (marxismo-nacismo) se han empeñado en echar de Europa a Dios y al cristianismo, Europa se ha trasformado en un inmenso cementerio sin cruces, en el que yacen millones de hombres.

El entonces Cardenal Ratzinger, hoy Papa, explica este proceso de esta forma: [9] En el debate sobre la Constitución europea, esta contraposición queda en evidencia. Visto, dice, que en el articulo 52 de la Constitución se garantizan los derechos institucionales de las Iglesias, podemos tranquilizarnos. Pero eso significa que las Iglesias, en la vida de Europa, encuentran su sitio en el ámbito de lo político, mientras que en el ámbito de los fundamentos de Europa, la impronta de su contenido no encuentra espacio alguno.
El filósofo Jürgen Herbermas está de acuerdo con estas palabras del Cardenal: Cuando una sociedad tira por la borda su pasado, pierde el rumbo. Olvidar toda la tradición europea, toda su cultura, toda su historia del arte, toda su presencia en el mundo en los últimos XXV siglos, retirar los ojos de nuestras catedrales románicas, góticas y renacentistas, querer erradicar a Dios del ámbito público e intentar crear una sociedad relativista sin nada permanente es caer en el vacío y no sabemos las consecuencias que pueda tener en el futuro.

¿Que opinan algunos agnósticos y ateos del tema?
En mis tiempos de Italia, leí un artículo del filosofo italiano Benedetto Croce: El cristianismo ha sido la mayor revolución que la humanidad haya realizado jamás; tan grande, tan incluyente, y profunda, tan rica en consecuencias, tan inesperada e irresistible en su concreción, que no sorprende que haya parecido o pueda aún como un milagro, una revelación desde lo alto, una intervención directa de Dios en las cosas humanas; que de Él han recibido leyes y orientaciones completamente nuevas. Ninguna revelación ni ninguno de los grandes descubrimientos, que han marcado un hito en la historia humana admiten comparación con el cristianismo, y frente a él resultan particulares y limitados. Ninguna revolución, incluyendo la que hizo Grecia en la poesía, en el arte, en la filosofía, en la libertad política, y Roma en el derecho; por no hablar de las más remotas de la escritura, de la matemática, de la ciencia astronómica, de la medicina y de todo lo que debemos a Oriente y Egipto. Y las revoluciones y los descubrimientos que siguieron en tiempos modernos, puesto que no fueron particulares y limitados como sus precedentes antiguos, sino que afectaron a todo el hombre, al alma misma del hombre, no pueden pensarse sin la revolución cristiana, en relación de dependencia respecto a ella, a la que corresponde la primacía, porque el impulso originario fue y sigue siendo el suyo…La razón de ello es que la revolución cristiana actuó en el centro del alma, en la conciencia moral y, al destacar lo íntimo y lo propio de dicha conciencia, casi pareció que le proporcionaba una nueva virtud, una nueva cualidad espiritual, de la que hasta entonces carecía la humanidad. Los hombres, los genios, los héroes que hubo antes del cristianismo realizaron acciones magníficas, obras bellísimas y nos trasmitieron un espléndido tesoro de formas, de pensamientos y de experiencias; pero en todos ellos se echa de menos ese acento propio que nos une y hermana, y que sólo el cristianismo supo dar a la vida humana. [10]

Mucho más contundente es la italiana Adriana Fallacci, que sigue la misma línea de pensamiento que Croce. Me quedo sorprendido, cuando veo que los intelectuales de izquierda o no ven o no quieren ver estas realidades e intentan a toda costa mandar al trastero lo símbolos religiosos cristianos como la navidad o el crucifijo. Sería mejor que le taparan los ojos para no ver, que en los museos, en las torres, en las plazas y diría que en el fondo de su corazón está esa cultura, que no pueden erradicar, aunque le tengan tanto odio. La escritora italiana, que se profesa atea cristiana, nos dice: El cristianismo ha sido la mayor revolución que jamás haya realizado la humanidad. Ninguna otra se le puede comparar. Respecto a ellos todas las demás parecen limitadas. Por otra parte no hace falta acudir a Croce para darse cuenta de que sin el cristianismo no habría existido el Renacimiento, no habría existido la Ilustración, no habría existido siquiera la Revolución francesa, que a pesar de sus monstruosidades, nació del respeto hacia el hombre y en este sentido algo de positivo ha dejado y aguijoneado. No habría existido ni siquiera el socialismo o mejor dicho el invento socialista. Ese experimento que ha fracasado de una forma tan desastrosa, pero que, como la Revolución Francesa, algo de positivo ha dejado. Ese liberalismo que no puede faltar en los cimientos de la sociedad civil, y que hoy todo el mundo acepta o finge aceptar. A mi juicio no habría existido siquiera el ya difunto feminismo.[11]

Los agnósticos italianos han sido más lúcidos al comprender la incidencia que el cristianismo ha tenido en la vertebración de Europa. Ellos han captado que hasta en el aire que respiramos se percibe el perfume y las esencia, de aquel mensaje, que Cristo enseñó a los hombres de buena voluntad. Claudio Martelli afirmaba: La conciencia laica y sus declaraciones, el respeto a los demás, la inviolabilidad de los derechos de la persona, la libertad de la ciencia, la sufrida aceptación del pluralismo religioso y político, de la democracia política y del mercado económico, todo ello nace dentro y no fuera del cristianismo, dentro y no fuera de la historia del Dios de Occidente [12]

El mismo Claudio repite: El cristianismo es un gran humanismo, tal vez el más grande, el único que, por encima de héroes y semidioses, de reencarnaciones y de inmóviles teocracias ha concebido el Dios que se hace hombre y el hombre que se hace Dios, y en su nombre ha evangelizado Occidente y el occidente cristiano ha liberado al hombre...El mito cristiano se extiende desde el extremo de un teísmo personalista y de una fe laicizada, que pretende medirse sólo con sus propias obras, hasta las antípodas de la santidad radical y del torvo poder temporal. Su ethos profundo, incoercible, ha sido interpretado como ratio y como absurdum, como mística y como lógica, como libertad y como prisión, como sentido de la vida y como sentido de la muerte, en definitiva el ethos cristiano es amor.[13]

Otro no creyente Marcello Pera, antiguo Presidente del Senado Italiano, y amigo personal del entonces Cardenal Ratzinger dice: El concepto de dignidad humana procede del mensaje de Dios que se hizo hombre. Nuestra actitud de tolerancia y respeto al prójimo, no importa cual sea su raza y condición, es tributaria de esta revolución cristiana y, querámoslo o no, la separación entre la Iglesia y el estado no puede entenderse sin aquella formulación que distingue entre lo que es de Dios y lo que es del César.[14]

Basta recorrer Europa y contemplar sus calles, sus templos y catedrales, sus museos y ver que en todos ellos está la huella de esta tradición. Sigue existiendo este triple trasfondo en toda nuestra cultura.
Me han impresionado unas palabras de Régis Deblay[15], que fue compañero de armas del Che Guevara, y que trascribo textualmente: El agnosticismo europeo también corre el riesgo de precipitarse en un abismo de indiferencia pasiva, víctima de su parálisis moral, caído de hinojos en una paz artificial, ciega a los abismos que se abren a nuestros pies, en todo el planeta.
En otro lugar del libro comenta: El agnosticismo europeo es una forma de arcaísmo postmoderno: nos impide comprender el sentido de la historia, participar de manera más activa en la defensa de nuestra civilización, y nos instaura en un confort falso y peligroso, ya que deja al descubierto nuestra incapacidad para poder defender nuestros valores culturales propios.
Desde el Vaticano II la Iglesia Católica ha hecho las paces con el liberalismo, es decir, con el estado de derecho y la democracia. Por lo tanto no existían grandes diferencias entre el punto de vista del entonces cardenal Ratzinger y el mío por lo que respecta a la cuestión de los fundamentos políticos de la democracia. [16]


[1] G.Reale, Raíces culturales de Europa, Herder, 2005, p.XVI.
[2] Historia universal. Larousse, t. 3. p.395-
[3] Antonio R. Navarrete, Los griegos y la educación de valores: 1000 consejos, Graficas La Paz, Torredonjimeno, 2006.
[4] T.S. Eliot, Appunti per una definizioni della cultura. Apéndice: L’unità della cultura europea, en Opere 1939-1962. Citado por G. Reale, en Raices culturales y espirituales de Europa, Herder, 2005 p.178.
[5] , de la universidad de Nueva Yord, ed. Encuentro, Madrid, 2003).

[6] A. Rupert Hall, La revolución científica (1500-1750), traducción castellana de Jordi Beltrán, ed.Critica, Barcelona, 1985.
[7] H. G. Gadamer, L’Europa e la filosofisa, Veneczia 1999, p.90
[8] H.G.Gadamer, La responsabilitá di pensare, p. 129.
[9] Charla en Subiaco

[10] articulo publicado en la revista il Regno en enero de 1943, pp.29-56.
[11] Adriana Fallaci, La fuerza de la razón, 216, La esfera de los libros, 2004.

[12] Umberto Eco y Carlo María Martín, En que creen los que no creen, Temas de Hoy, 1997, p. 149.

[13] . Umberto Eco y Carlo María Martín, En que creen los que no creen. P. [13]

[14] ABC, 2-5-2005
[15] Recogidas en su libro Feu sacré. Fontions du Religieux , Ed. Fayard, citado en ABC, 13-4-2004.
[16] en ABC. 18- 8-2005 Entrevista p. 33