miércoles, 2 de mayo de 2007

ENCÍCLICA DE BENEDICTO XVI “DEUS CARITAS EST” SOBRE EL AMOR CRISTIANO.



ENCÍCLICA DE BENEDICTO XVI “DEUS CARITAS EST” SOBRE EL AMOR CRISTIANO.

Comentario a la primera parte.

1.-Razón de la Encíclica

El odio y la guerra no son el motor de la historia, sino el amor. Es necesario restituir el sentido profundo de esta palabra tan mal usada, tan contestada y vilipendiada.

El papa, que conoce admirablemente todos los movimientos tanto políticos como religiosos de los siglos pasados, ha constatado, que la historia de Europa, principalmente en el último siglo, ha estado teñida de sangre, de dolor, de lágrimas, de angustia y desesperación. Todo empezó con la revolución francesa, que a pesar de sus aspectos positivos, llenó los campos de Francia de muertos, e intentó desterrar del corazón de los franceses la idea de Dios. Su filosofía tuvo mucha influencia en todo el siglo XIX, a pesar de que en su nombre murieron miles de personas.

En el mismo corazón de Europa nacería otra utopía: el comunismo científico. Una quimera que entusiasmó a millones de hombres, que deseaban un mundo más justo, más igualitario, y más libre. La justicia era el slogan, que se enarbolaba en todos los ángulos de la historia. La religión y la caridad eran el opio, que apacigua el clamor de los esclavos y de los oprimidos. Anhelaba un mundo en el que no hubiera ni pobres ni ricos. El colectivismo del estado se impuso, frente a la persona, que no cuenta absolutamente nada en este sistema. Con el principio de una moral marxista, que justifica los medios por el fin, los cementerios se llenaron de cadáveres y las victimas se cuentan por unos cien millones. Decía un revolucionario, que todos los métodos son legítimos: el veneno, el puñal y la soga. La revolución lo santifica todo en esta batalla. El marxismo intenta erradicar a Dios de la historia. Dostoievski se queja de que la gente intenta borrarle de la faz de la tierra a toda costa por el hecho de que predique a Dios y defienda las raíces nacionales.

Este colectivismo tan inhumano termina siendo fagocitado por sus propias fauces. El fracaso es rotundo, aunque la utopía de la igualdad, la justicia y la libertad sigue aún cantando en el corazón de muchos hombres. El mismo Dostoievski dijo esta frase que me impresionó: los marxistas esperaban establecer un orden justo por ellos mismos, pero, como han rechazado a Cristo, acabarán empapando la tierra de sangre, pues la sangre pide sangre y quien a hierro mata a hierro muere. Y si no fuera por la alianza de Cristo se aniquilarían entre sí hasta los dos últimos hombres que quedaran en la tierra. El ateismo bolchevique es una nueva fe religiosa que sólo cree en un absoluto terrenal, del que nacerá un hombre nuevo.

Con la caída de marxismo y el muro de Barlín parecía ser que estábamos en el fin de la historia, como sostuvo Fukuyama. El marxismo había muerto, auque se haya llevado por delante a millones de hombres

En esta vorágine de muerte y sangre, en el mismo corazón de Europa, nace otro nuevo monstruo, el nacismo, que con sus diversas versiones, va colgar en la horca de la muerte a unos veintidós millones de judíos, gitanos, homosexuales, desminuidos físicos etc.

Una nueva filosofía de la vida y de la muerte. La nueva soteriología está basada en la exaltación de la raza aria-germánica y el mito de la nación superior y salvadora, que es la nueva Alemania, levantada de su postración y humillación tras la primera guerra mundial. Hitler es el prometeo y el dios de la nueva humanidad. El nacismo se transforma en una nueva religión con su liturgia y sus ritos, con sus marchas y vocinglería. Va a la conquista del mundo, aunque para ello tenga que convertir Europa en un río de sangre y horror. Como dice Michael Burleigh (155): Cualquier medio estaba justificado, desde la propaganda mentirosa al asesinato físico masivo para conseguir el reino deseado del bien en la tierra, siendo esta la clave moral desencadenada por el comunismo y el nazismo, pues la violencia masiva se volvería irreal en el mundo del sueño ideológico, en el que sus devotos habitaban

En este contexto materialista, violento, y desconcertado es en el que nace la encíclica del papa, en el mismo pórtico del siglo XXI. Se ha hablado de justicia y poco de humanidad. Se ha hablado mucho de colectivismo y muy poco de comunidad. Se ha hablado mucho de un hombre nuevo, y se ha despreciado, oprimido, vejado y matado al hombre viejo de carne y hueso. Se ha hablado mucho del estado omnipresente y se han despreciado los derechos de la persona.

En este mismo contexto vive el individualismo, promovido por el capitalismo salvaje y despiadado de los siglos XIX y XX. El individualismo exalta un individuo insolidario, que busca su propio bien y aplica a toda costa la ley del más fuerte, sembrando el hambre y el desprecio a la persona en todos los rincones de los siglos XIX y XX. Su valor supremo es la eficacia.

El Papa buen conocedor de los movimientos filosóficos actuales, asume, sin decirlo, muchos de los planteamientos del personalismo, como ya había hecho Juan Pablo II.
El personalismo es un movimiento filosófico, que nace entre las dos guerras mundiales; exalta a la persona frente al individualismo y al colectivismo marxista y nacista. La nueva clave es una comunidad solidaria frente a la colectividad. El hombre es un ser trascendente, libre, relacional. La persona en su integridad es lo más grande y sagrado.

Emmanuel Mounier (193) en el primer numero de la revista Esprit proclamaba: Nosotros somos revolucionarios, pero en nombre del espíritu. No es la fuerza la que hace las revoluciones, es el espíritu.

La palabra violencia ha sonado en todos los espacios del siglo XX. Ahora se habla de paz.
Pero…¿Qué paz? ¿Es que puede haber paz y justicia sin amor? Es que puede existir la persona en su dimensión total sin la falta el amor? Benedicto XV fue el predicador de la paz. La elección del mismo nombre para Ratzinger es simbólica.
Por este motivo las dos coordenadas más importantes de la encíclica las encontramos en estos antecedentes:

Sin amor, a la justicia el falta el alma. O dicho de otra manera, si faltan la fraternidad, y la hermandad en las relaciones humanas el mundo se convierte en un desierto de soledad.
Sin el respeto a la persona y a sus derechos, el mundo se transforma en un mundo de locos, donde brota la violencia, el desenfreno y el pillaje.
Sin Dios en el horizonte humano, el hombre se pierde en la noche, sin una luz que le guíe. El Papa constata que donde no ha estado presente Dios, ha reinado el terror y la muerte.




2.-Principio de la encíclica

La encíclica comienza con la definición de Dios, citando a San Juan: Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1ª Juan 4, 17)…Nosotros hemos creído en el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él,.
Dios ama al hombre. El que permanece en el amor de Dios, Dios está en él. El hombre en respuesta debe amar a Dios.
Esta respuesta se realiza por la fe, mediante el encuentro del hombre con Él. Esta es la opción fundamental del hombre y el núcleo de nuestra fe, el creer en Jesús, y que Éste nos ama. El Papa saca esta consecuencia Y puesto que Dios nos ha amado primero, ahora el amor ya no es sólo un mandamiento, sino la respuesta al don del amor, con el cual viene a nuestro encuentro.

El amor de amistad (philia) es usado por Juan para explicar la relación entre Jesús y sus discípulos.

3.-Amor humano

En el amor humano está inserto el amor de Dios, es otra afirmación del Papa. Esta verticalidad del amor se expresa en la totalidad del hombre como cuerpo y espíritu. La persona en su esencialidad es inteligencia, voluntad, espíritu, cuerpo, sexo, sentidos, corazón. No es sólo espíritu.
Para el Papa el amor es ocuparse y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo, sumirse en la embriaguez de la propia felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado; se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún lo busca (E.n. 6) Se trata de un amor oblativo, abnegado y sacrificado.

4. Amor entre un hombre y una mujer:

El amor entre un hombre y una mujer tiene un trato especial en la encíclica. Los griegos la expresaban con la palabra eros.. Esta unidad, siguiendo la concepción personalista, el Papa la explica en estos términos: El hombre es realmente el mismo cuando cuerpo y alma forman una unidad íntima; el desafío del eros puede considerarse superado cuando se logra esta unificación. Si el hombre pretendiera ser sólo espíritu y quisiera rechazar la carne como si fuera una herencia puramente animal, espíritu y cuerpo perderían su dignidad. Si por el contrario, repudia el espíritu y por tanto considera el cuerpo, como una realidad exclusiva, malogra igualmente la grandeza…Pero ni la carne ni el espíritu aman, ama la persona, la que ama como criatura unitaria, de la cual forman parte el cuerpo y el alma. Sólo cuando ambos se funden verdaderamente en esta unidad, el hombre es plenamente el mismo. Únicamente de este modo el amor-el eros-puede madurar hasta su verdadera grandeza.

La relación entre un hombre y una mujer. si queda reducida a la pura genitalidad o a lo biológico es degradante y convierte al hombre en una simple mercancía y en un objeto. En este caso la persona no cuenta. Por esto el matrimonio es una comunidad de vida y amor, santificada por Cristo que está presente en esta unión amorosa.


5.- El hombre y la mujer son incompletos en el amor:

El hombre y la mujer son seres incompletos, ya que el uno está dirigido al otro por la misma naturaleza. El Papa hace una distinción entre ágape y eros. Esta unidad se expresaba en el libro del Gen. 2, 2: Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Unos versículos más adelante explicita la misma idea: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. El hombre por la propia naturaleza está dirigido a la mujer y al contrario, para formar una sola carne. El hombre complementa a la mujer y la mujer al hombre. El matrimonio es la unidad más maravillosa que existe entre un varón y una mujer. Unidad que integra al hombre como ser inteligente, ser sensible y sexual. Esta unión es una realidad terrena, que está fundamentada en la misma naturaleza humana. Sólo es posible el matrimonio entre un hombre y una mujer. Sin amor no habría matrimonio, Sin amor el matrimonio se volatiliza como un rosa de jardín. Dios santifica el amor y el amor es fuente de gracia sacramental y santidad

6.- Amor a Dios y amor a los hombres son inseparables: ..

Para el Papa el amor a Dios y el amor al prójimo se funden entre sí; en el más humilde encontramos a Jesús mismo y en Jesús encontramos a Dios (E. n. 15)
Por eso Jesús dijo tuve hambre y me disteis de comer, tuve ser y me disteis de beber, estaba desnudo y me vestisteis.

7.- Amor y cruz:

El Papa unifica el amor y la cruz de una manera admirable. El cristianismo no se entiende sin cruz. Dice el Papa que a partir de la cruz es cómo se mide el amor: Desde esta mirada, el cristianismo encuentra la orientación de su vivir y de su amar..La eucaristía nos adentra en el acto oblativo de Jesús. No recibimos sólo de modo pasivo el Logos encarnado, sino que nos implicamos en la dinámica de su entrega.

En otro lugar dice: Es allí en la cruz, donde se puede contemplar esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora lo que es el amor. Y, desde esa mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar (E. n.12)

Para Pablo El mensaje de la cruz es necedad para los que están en vías de condenación; pero para los que están en vías de salvación es fuerza de Dios…Los judíos exigen signos, los griegos buscan la sabiduría; nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los griegos. Pero para nosotros fuerza y sabiduría de Dios (Cor. 1, 18)

El misterio de la cruz se sitúa en el acontecimiento más importante y fundamental de la vida de Jesús, ya que de la cruz hemos recibido la salvación. Los demás hechos de la vida de Jesús no tienen sentido sin la cruz.
Los grandes valores cristianos no se entienden sin referencia a la cruz: La misericordia, el servicio, el dolor, la abnegación, la mansedumbre, la transparencia del corazón, y la fraternidad entre los hombres. El esfuerzo humano, el trabajo, la acogida al solitario, el acercamiento al que sufre sólo se puede entender desde la cruz. La comodidad, el egoísmo, el silencio, el individualismo, el materialismo son los antagonismos de la cruz

Pablo VI afirmaba que una Iglesia que camina lejos de la cruz y va en busca de la apoteosis y del triunfo, y olvida el silencio, el testimonio, la cercanía, el diálogo, ha perdido su camino. La Iglesia nació de la cruz y la cruz no se entiende sin Cristo

Si la iglesia no es capaz de besar la cruz en su camino y colocarla en lo alto de sus campanarios, es que anda desorientada.

8. Dios vive en el amor humano

Dios vive en el amor humano. El amor mundano (ascendente) y el ágape (desdendente), como denominación del amor fundado en la fe, se funde el uno con el otro y son inseperables. Dios está presente en el amor humano, lo potencia, lo ennoblece, lo purifica y eleva. El amor es una única realidad, con diversas dimensiones o aspectos. El eros de Dios para el hombre es a la vez ágape, ya que se da gratuitamente y a su vez es un amor que perdona.. Dios y el hombre siguen siendo ellos mismos y, sin embargo, se convierten en una sola cosa: El que se une al Señor, es un espíritu con él (1ª Cor. 6, 17)



9. Amor y eucaristía

El amor de Dios, dice en Papa, se expresa de una manera especial en la eucaristía, ya que Cristo se ofrece como victima y alimento en un gesto de amor. (E. n. 14), La eucaristía es el sacramento del amor. Al recibir a Cristo, quedamos unidos al Señor y a los hermanos: El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan (1ª Cor. 10, 17). Una eucaristía que no comparte un ejercicio practico del amor es fragmentaria en si misma.
La Iglesia hace la eucaristía y la eucaristía realiza la comunión, la fraternidad y la unidad en la Iglesia...
La eucaristía nos hace vivir la comunión con los hermanos. (Mt. 23, 8).
El amor y el servicio son el alma de esta comunión.
Vivir en comunión con Cristo es caminar juntos, apoyados en el mismo Espíritu, que hace fructificar en la comunidad la caridad, la paz, la paciencia, la amabilidad, la bondad, la mansedumbre y la templanza (Gal. 2, 20).
La vivencia en el amor es como la coordinada que dirige y guía la vida de la comunidad, con esa multiplicidad de matices que nos presenta Pablo en sus cartas, especialmente en la 1 Cor. 13, 4-7).
La exhortación de Pablo a los Colosenses resume todas estas exigencias del amor: Revestíos, pues como elegidos de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, de humildad, mansedumbre, paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonaos también vosotros, y por encima de todo esto, el amor que es el vínculo de la consumación, y que la paz de Cristo haga de árbitro en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados, formando un sólo cuerpo (Col.3, 12-15).

10.-El amor a Dios y al hombre son inseparables:

El amor al prójimo es un camino para encontrar a Dios y el cerrar los ajos ante el prójimo nos convierte también en ciegos ante Dios. Por esto Jesús proclama: Si alguno dice: Amo a Dios, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. Dios nos ha amado primero y se ha hecho visible, pues envió al mundo a su único hijo para que vivamos por medio de él (1 ª Carta de San Juan 4, 9-10). En Jesús podemos ver al Padre (Jn.14. 9).
El amor no es un sentimiento, sino que crece y madura con el tiempo: Es propio de la madurez del amor que abarque todas las posibilidades del hombre e incluya por así decir, al hombre en su integridad. el amor nunca se da por concluido y completo; se trasforma en el curso de la vida, madura y precisamente por ello, permanece fiel a si mismo.
El amor al prójimo nos lleva a ser semejantes al otro en el pensar y en el desear: La historia del amor entre Dios y el hombre consiste precisamente en esta comunión de pensamiento y de sentimiento, de modo que nuestro querer y la voluntad de Dios coinciden cada vez más: la voluntad de Dios ya no es para mí algo extraño, que los mandamientos me imponen desde fuera, sino que es mi propia voluntad, habiendo experimentado que Dios está dentro de mí en la más intimo mío
Al amar al otro veo en él a la imagen de Dios. Por este amor es trascendente y me eleva a Dios. Este amor Dios la radicaliza y engrandece, ya que no se queda sólo en lo humano: El amor crece a través del amor. El amor es divino porque proviene de Dios u a Dios nos une y, mediante este proceso unificador, nos trasforma en un Nosotros, que supera nuestras divisiones y nos convierte en una sola cosa, hasta que, al final Dios sea todo para todos (cf. 1 Cor. 15, 28)

En el juicio final (Mt. 25-31-46): Jesús se identifica con los pobres, los hambrientos y sedientos, los forasteros, los desnudos, los enfermos y los encarcelados. Jesús proclama: Cada vez que los hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis (Mt. 25, 40).

11.- La caridad es una tarea eclesial.

La caridad es una tarea eclesial. La Iglesia, en cuanto que es una comunidad, debe vivir el amor a los demás. Es una dimensión fundamental de su esencia: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían sus posesiones y bienes y los repartían entre todos, según las necesidades de cada uno (Hch 2, 44-45).

Al principio del cristianismo los apóstoles eligieron a siete varones, llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, que ejercieran el servicio diaconal, esto es, el servicio de la mesa. El servicio de la caridad es tan esencial a la iglesia como el servicio a los sacramentos y el anuncio al evangelio. El Papa remarca la idea con estas bellas palabras: Para la Iglesia la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia (E. n. 21).

Siendo la Iglesia la familia de los hijos de Dios esta caridad, que es universal, debe extenderse especialmente a los hermanos en la fe como dice San Pablo: Mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, especialmente a nuestros hermanos en la fe (Gal. 6, 10).


12. Justicia y caridad
El Papa trata el tema de la relación entre paz y justicia desde nueva perspectiva.
. Siguiendo la tradición decimos que la paz es obra de la justicia. Santo Tomás había afirmado que la caridad es el alma de todas las virtudes. Si a la justicia le falta el amor, esto es, que los hombres sean capaces de amarse y hacer que el mundo no sea sólo justo, sino mas humano y fraterno, le faltaría algo consustancial al hombre. Por este motivo la caridad debe vivificar las relaciones sociales. El Papa introduce en la encíclica y en sus escritos posteriores una nueva perspectiva. El amor a la persona y el respeto a los derechos humanos están en el corazón de la paz. Dicho más claramente, si amamos a las personas y respetamos sus derechos, dejamos detrás de nosotros un reguero de luz, de paz, y de fraternidad.

Por este el amor será siempre necesario, incluso en la sociedad más justa. No hay orden estatal por justo que sea, que haga superfluo el servicio del amor. Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad. Siempre se darán situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo (E. n. 28 b)

Los pobres decía los marxistas no necesitan la caridad, sino la justicia. El Papa insiste en que no puede haber justicia sin caridad, ni auténtica caridad sin justicia. Incluso en una sociedad justa será necesaria la caridad, ya que siempre existirá el dolor, el sufrimiento, la soledad. La iglesia desde los primeros siglos ha ido sembrando amor, comunión y comunidad. En nuestro mundo occidental se necesita más calor, más fraternidad y más humanidad. En esta sociedad sólo interesa la eficacia.





12.- Dimensión ética del amor

La esencia del cristianismo está en el amor. El corazón de la Iglesia está en la vivencia profunda del amor y del servicio
Jesús responde al letrado: ¿Cuál es el primer mandamiento?
Jesús responde: EL primero es: Escucha, Israel, al Señor Dios nuestro, es el único Señor y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos (Mc. 12, 28-34; Mt. 22, 34-40; Lc.10, 25-27)
La caridad anima y unifica a todos los preceptos. Ama y haz lo que quieras, decía san Agustín

El hombre ha nacido para el amor. Los antropólogos nos dicen que el amor es la dimensión fundamental del ser. La presencia del otro me enriquece.
Cerrarse al otro es vivir en la soledad.
El aislamiento provoca angustia, tedio y tristeza.
La incomunicación nos trasforma en seres egoístas, ególatras
Por esto es necesario abrirse al otro y estar disponible. Vivir para el otro no para uno mismo.
Encontrarse. Comunicarse.
Compartir las alegrías y las tristezas.
Dar sin esperar. Mas que dar cosas, es darse totalmente a si mismo: Una sonrisa, un gesto, unas palabras, una presencia, un silencio valen más que el oro
El usar del otro como un objeto, que me sirve hoy y mañana lo tiro a la basura, es un cálculo y una estrategia perfectamente montada.

13.- Exigencias paulinas del amor en la 1ª corintios 13
Acoger y acompañar al hermano
Estar dispuesto al encuentro
Saber escuchar y dialogar
Sembrar siempre la paz
Crear comunión en lugar de guerra
Saber compartir los triunfos y las penas
Respetar el ritmo de cada persona
Compartir responsabilidades
Integrar más que dividir
Ser humilde frente al protagonismo
Suscitar esperanzas
Hacer el camino con el hermano, aunque tengas que pararte.
No intentar imponer tus criterios, sino los de Cristo.

14. Estas exigencias del amor son aplicables al matrimonio cristiano, fundamentado en el amor. El amor es fuente de santificación y santidad. El matrimonio es un consorcio, una comunión de vida y amor. La caridad ocupa un lugar central en el matrimonio; diríamos que el amor es el gran bien.
El matrimonio se constituye por un pacto, entre un hombre y una mujer, por cual nace una donación única, recíproca, total, interper­so­nal y permanente. (can. 1055 y 1057)[1] .
Son los grandes fines del matrimonio, insertos en su misma esencia o estructura, sin los cuales el matrimonio no puede entenderse. [2]
Esta comunidad sacramental de vida y amor es una realidad terrena, elevada por Cristo a la categoría de sacramento en virtud del cual Cristo está presente en esta nueva realidad. Se establece una nueva relación interpersonal de orden superior en virtud del sacramento in fieri et in facto esse.
En un orden ontológico lo primero que encontramos es la relación interpersonal única e indisoluble, nacida del amor y vivida en el amor, y ordenada a crear una comunidad, indisoluble y fiel, abierta al bien de cónyuges y de los hijos.



15. El amor en la encrucijada de una Europa sin Dios.
Leyendo uno de los estudios sobre Europa de María Zambrano, discípula predilecta de Ortega y Gasset y de Zubiri, titulado “La agonía de Europa”, [3] me impresionó este párrafo que os trascribo por su profundidad: El Dios de Europa ha sido el Dios de la Biblia, el Dios que creó el mundo de la nada…El ha sido el verdadero Dios de Europa, el Dios de un pueblo elegido, por él para salvar al mundo. Dios creador, pero que ha perdido al hombre y, junto con él, al mundo. Porque también el hombre, criatura predilecta, se rebeló, y al hacerlo privó a Dios de la posesión del mundo que él había creado para su gloria. El seréis como dioses, pronunciado por la serpiente, suscitó en el hombre, el deseo de suplantar a Dios en el mundo, de ser dios-señor de un mundo que no había creado. Dios podía aniquilarlo, habría podido devolver a la nada a esta criatura que se rebeló contra Él, habría podido suprimir el mundo. Pero no lo hizo e incluso le envió, más tarde, el único remedio que podía reparar esta situación, le envió un Dios como Él, que adoptó figura humana, carne mortal para morir y, más aún, que adoptó figura humana, carne mortal para morir y más aún, para ser devorado por los hombres; un Dios que se hace alimento de la insatisfacción humana….Dios continúa siendo el Dios de la creación, pero más aún de misericordia.

Este Dios de la misericordia y del amor, encarnado en la figura de Jesús de Nazaret, va a cambiar de una manera radical el concepto platónico, ya que para éste el amor es más grande en la medida en que el objeto del amor es más grande. En la nueva concepción del amor cristiano este es más grande, cuando se ama a la persona más pobre, más humilde, más sencilla.
El filósofo existencialista Kierkegaard [4] resume de esta manera la relación entre Dios y el amor.
El silogismo es el siguiente: El amor (es decir, el verdadero amor, no el amor propio, que sólo ama lo que es extraordinario, excelente, etc., por lo tanto en el fondo sólo se ama a si mismo) está en relación inversa a la grandeza y a la excelencia del objeto. Si yo soy una pura realidad, si en mi miseria me siento el más miserable de todos los miserables, entonces es cierto, eternamente cierto que Dios me ama.. Cristo dice: no cae ni un pájaro en tierra sin la intervención de vuestro Padre (Mt. 10, 20)….Dios es amor y el amor tiene una relación inversa a la grandeza y la excelencia del objeto. Cuando te sientes abandonado en el mundo, sufriendo, cuando nadie se preocupa de ti, concluyes: Dios no se ocupa de mí. ¡Avergüénzate, necio y calumniador!, que así hablas de Dios. No, Justamente el que más abandonado está en la tierra es el más amado por Dios. Y si no fuese el más abandonado, si tuviese una pizca de consuelo: es más, incluso si se le despojara de él: en el mismo momento sería más cierto aún que Dios lo ama. Europa ha perdido su rumbo y es necesario que lo recupere.

16. El amor a los enemigos.
El Papa toca de pasada el amor a los enemigos como signo del cristianismo. Es difícil perdonar a los que nos hacen daño o nos escupen a la cara, o a los que nos insultan. Hay quien ha llegado a preguntarse, si se trata de una categoría sólo cristiana. Creo que no, pero si es cierto que en el cristianismo el perdón tiene una radicalidad que no encontramos en otros hemisferios. El Papa, en otros discursos, ha ampliado su pensamiento de una manera muy bella. ¿Por qué Jesús pide que se ame a los propios enemigos, o sea, un amor que excede las capacidades humanas? Lo cierto es que la propuesta de Cristo es realista, porque tiene en cuenta que en el mundo existe demasiada violencia, demasiada injusticia, y por lo tanto no se puede superar esta situación más que contraponiendo más amor, más bondad. Este «más» viene de Dios: es su misericordia, que se ha hecho carne en Jesús y que sola puede «desequilibrar» el mundo desde el mal hacia el bien, a partir de ese pequeño y decisivo «mundo» que es el corazón del hombre.

Es necesario responder al mal con el bien (Rom. 12,17-21), rompiendo de tal forma la cadena de la injusticia. Se comprende entonces que la no violencia, para los cristianos, no es un mero comportamiento táctico, sino un modo de ser de la persona, la actitud de quien está así convencido del amor de Dios y de su poder, que no tiene miedo de afrontar el mal con las únicas armas del amor y de la verdad. El amor al enemigo constituye el núcleo de la «revolución cristiana», una revolución no basada en estrategias de poder económico, político o mediático. La revolución del amor, un amor que no se apoya en definitiva en recursos humanos, sino que es don de Dios que se obtiene confiando únicamente y sin reservas en su bondad misericordiosa. He aquí la novedad del Evangelio, que cambia el mundo sin hacer ruido. He aquí el heroísmo de los «pequeños», que creen en el amor de Dios y lo difunden aún a costa de la vida.

Y termino proclamando esta verdad; Dios es amor y pedimos esta tarde al Señor que este amor como un reguero empape toda tierra.0

[1] En este sentido las propiedades del matrimonio (Unidad e indisolubilidad) son también elementos esenciales del matrimonio, ya que pertenecen al núcleo del matrimonio.

[2] Para los consultores en 1981: Locutio ad bonum coniugum manere debet. Ordinatio enim matrimonii ad bonun coniugum est revera elementum essentiale foederis matrimoniales .Comm. Relatio, comm. 15(1983) p.221


[3] La leí en su versión italiana, L’ agonia dell’ Auropa, ed. Italiana , Venecia 1999, pp.53-54.
[4] Diario, vol. IX de sus obras, p. 24.