sábado, 11 de agosto de 2007

ESPECIFIDAD DE LA ETICA CRISTIANA


I. Intencionalidad de la moral cristiana.

Muchos cristianos resuelven el problema de lo específicamente cristiano en una ética cristiana con este razonamiento: Los hombres puede por si mismos descubrir valores morales. Los cristianos reciben por la revelación valores y normas morales más elevados que ponen en duda o matizan estas afirmaciones.

Otros piensan de otra forma: Los creyentes descubren los valores y normas de la moral cristiana en la Sagrada Escritura, en la tradición, y en el magisterio. Por el hecho de tener este origen son específicamente cristianos, sin hacerse más preguntas. La solución es demasiado simplista, pues la sagrada escritura no es un código de moral y el significado de estas normas habría que estudiarlo en cada caso. Por otra parte en la iglesia primitiva no existía ni la sagrada escritura ni el magisterio.

La especificidad de la ética cristiana hay que buscarla por otros caminos.
Creer significa aceptar a la persona de Jesús, poner en él toda nuestra confianza y nuestro amor.
Creer no es un acto puramente intelectivo, sino intentar poner en práctica nuestro amor en las actividades de cada día que es donde se plasman nuestros comportamientos morales.
Para comprender mejor el problema es necesario que tengamos en cuenta estos dos factores:

1. Por una parte hay valores comunes a todos los hombres: La verdad, la justicia, hacer el bien, ser solidarios, respetar los derechos de los demás etc.

2. Hay comportamientos trascendentes, que están por encima de las categorías morales y en el fondo de la actuación moral: El amor, dejarse redimir, imitar a Cristo, ser de Cristo, convertirse, seguirle, vivir unido a Cristo etc...Desde este ángulo podemos decir que hay comportamientos que son estrictamente cristianos.

¿Pero hay valores o normas morales que sean específicamente cristianos?
Cualquiera que sea la respuesta que demos a este interrogante, una cosa debe quedar clara. Elemento auténticamente cristiano no hay que buscarlo en la particularidad de los valores, virtudes o normas.

Lo que fundamenta mi vida de cristiano es la aceptación como creyente del amor de Cristo y la consiguiente responsabilidad para seguir e imitar a Cristo que murió y resucitó por mi. Esta motivación la llamamos intencionalidad cristiana.

Con esta palabra indicamos no algo transitorio o emergente, sino un acto permanente, que está siempre presente en todos los ámbitos de nuestra vida, impregnándolos de su espíritu.
Nuestros pensamientos, nuestros afectos, acciones, relaciones están iluminados por esta intencionalidad.

El creyente no sólo conoce a Dios, como Padre de Jesús, sino que vive como persona en El y por El.
La intencionalidad cristiana, entendida como decisión actual por Cristo y el Padre de Jesús, conscientemente presente en el comportamiento moral de cada día, es considerada como el elemento más importante y cualificante de la moral cristiana.


La intencionalidad cristiana debe estar presente en el fondo de nuestros comportamientos.
La moral cristiana, vista desde su particularidad y materialidad categorial, es fundamentalmente humana, y coincide plenamente con otros valores aceptados universalmente por todos los hombres.


II. Lo humano de la moral cristiana.

A principios de siglo se manifestó en la teología moral católica una fuerte tendencia a pasar de una consideración prevalentemente humana a una cristianización de la moral.
Esta tendencia llevó a una infravaloración de lo humano.
No se insistió en la intencionalidad cristiana, aunque se contrapusieron lo cristiano y lo humano.
Las bienaventuranzas eran vistas como una antítesis de lo humano.
En el momento presente vuelven a nacer las dos corrientes.
Se da una importancia a la humano, porque los valores cristianos, si les falta la dimensión humana, estarían truncados. Es necesario ser hombre y cristiano.
Los que desprecian lo humano se acogen a un pesimismo radical sobre el hombre, vista su trayectoria en esta sociedad de consumo.
Cuando potenciamos lo humano, no queremos decir que la fe no nos ayude a una autocomprensión más profunda y radical del hombre.

¿Cómo tiene que entender un cristiano esta moral humana?
Siguiendo el razonamiento anterior, algunos hablan de dos planos distintos y antagónicos: Lo humano y lo trascendente.

El admitir la distinción y sus consecuencias nos llevaría a colocar el orden de la creación y al hombre por un lado y a Dios y a lo trascendente por otro, como dos realidades distintas.
No podemos admitirlo ya que hay una unidad manifiesta entre Dios creador y salvador. Dios quiere que el hombre viva como hombre, piense, se realice a si mismo, descubra los misterios del mundo y sus posibilidades. Quiere en una palabra que sea cada vez más hombre.
Obrando así cumple la voluntad de Dios.

¿Esta forma de pensar concuerda con la reflexión de Jesús?

Pablo en sus cartas no pide para los cristianos una moral distinta de la humana (Rom. 2, 15).
Exhorta a los cristianos a vivir correctamente, ya que los hebreos y paganos están en disposición de conocer lo que es justo o injusto, moral o inmoral.

Insiste en ello, ya que un comportamiento incorrecto de los cristianos podría desacreditar al cristianismo a los ojos de los paganos, que tienen la ley moral escrita en sus corazones (Rom. 12, 17; 1ª Cor. 10, 32; 1ª Tes. 4, 12).

Santo Tomás ratifica este mismo pensamiento: Sed ad opera virtutum dirigimur per rationem naturalem, quae est regula quaedam operationis humanae, ut supra dictum est (qu. XIX, art. 3 et XIII, art. 2); et ideo in his non oportuit aliqua praecepta dari ultra moralia legis praecepta, quae sunt de dictamine rationis ( I‑II q. 1O8, art. 2).

De aquí se deriva que los creyentes y no creyentes se encuentran ante los mismos problemas y deben buscar juntos en el diálogo sincero y fecundo la solución a muchos problemas.


¿Existen normas específicamente cristianas?

Se ha dicho que la justicia es un valor humano y el amor a los enemigos un valor cristiano.
Aunque admitamos que el hombre abandonado a si mismo y sin la gracia de Dios encuentra cierta dificultad para vivir en su plenitud el amor y le cueste trabajo perdonar y amar a los enemigos, la historia nos dice que muchos paganos descubrieron que no podían almacenar el odio en su corazón y perdonaron a sus enemigos.
Ni es verdad que el sermón de la montaña, exaltado con frecuencia como la síntesis de la moral cristiana, sea superior a una moral humana.
Prescindiendo de las múltiples interpretaciones exegéticas dadas al texto, los autores unánimemente admiten que hay un estilo hiperbólico y que no se trata de imperativos legales, sino más bien de modelos éticos.

Las bienaventuranzas no son una llamada al hombre auténticamente humano, sino al hombre egoísta, materialista y pecador. Nos situán en una metaética.
La novedad de Jesús no es una nueva moral, sino el hombre nuevo de la gracia y del reino de Dios, esto es, el hombre que por amor sabe darse.

Ni tampoco es cierto que la fascinante teoría de la cruz de Cristo, como meta y norma estrictamente cristiana, anule cualquier moral humana o se oponga radicalmente a ella. Ha habido muchos paganos que han sido ejemplo de abnegación, sacrificio y entrega.

No obstante es cierto que para el cristiano la cruz es el signo de nuestra redención. No hay cristianismo sin cruz.

La enseñanza de Cristo sobre la redención del hombre caído y su muerte y resurrección al tercer día nos hacen comprender el significado profundo y riquísimo de la cruz y de la renuncia voluntaria a tantas cosas.

III. Lo específicamente cristiano.

Como hemos repetido reiteradamente, hay un elemento específicamente cristiano en nuestra forma de actuar que es la intencionalidad cristiana..
No hay que entenderlo como opuesto a lo humano. Deberíamos comprender que lo humano‑cristiano tendría que ayudarnos a descubrir que lo auténticamente humano está abierto a lo Absoluto.

¿Que hay en el trasfondo de esta intencionalidad cristiana?

Descubrimos estas realidades: La persona de Cristo, el Espíritu Santo que opera en nosotros, la comunidad cristiana, los sacramentos, una determinada concepción del hombre etc.

Las motivaciones cristianas confieren al comportamiento humano un significado más profundo, más rico y más radical.
Pablo refuerza la prohibición de la prostitución con motivaciones cristianas: El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo (1 Cor. 6, 12).

Nuestro ser cristiano determinará muchas elecciones en nuestra vida.

El ser cristiano crea un ethos, un talante, una manera de vivir.

La figura de Jesús, sus actitudes, y su obra están grabados en los ojos del creyente.

El hombre caído es el hombre de la gracia, de la redención, de la esperanza escatológica, de la comprensión, de la renuncia, de la cruz.

IV. Moral cristiana y humanismos.

El cristiano y el humanista están en el mismo plano en relación a la determinación moral del comportamiento concreto.
Ambos deben intentar comprender lo que es el hombre, para descubrir, a la luz de una epistemología ética, cuál es el comportamiento justo conforme a la dignidad humana.

Pero deben también descubrir cuáles son los comportamientos que deben ser definidos como normas éticas.
Otro tema distinto es si los creyentes o no creyentes hemos elaborado esta normativa y los criterios que hemos optado para ello.
Las innumerables discusiones sobre el tema entre unos y otros, indican de manera clara que aún tenemos un camino que recorrer para ponernos de acuerdo en muchas cosas, sobre todo en las nuevas situaciones históricas que tendremos que vivir.
Es cierto que hay muchos principios morales en los que estamos de acuerdo, pero también es verdad que hay muchas discordancias, sobre todo, cuando nacen de una filosofía que tiene una concepción distinta del hombre.

Por otra parte es cierto que la humanidad, con sus retrocesos, ha ido percibiendo nuevos valores y los ha ido incorporando a sus legislaciones. Basta pensar en los derechos humanos, la solidaridad, la justicia, la libertad, a los que es tan sensible el hombre de hoy.
Ni podemos tirar por la borda los valores, que hemos recibido de Roma, y Grecia, que el cristianismo y nuestra cultura europea han hecho suyos en este largo devenir histórico.
También es cierto que el cristiano en la búsqueda de estos valores se apoya continuamente en los valores evangélicos y en la tradición de la comunidad eclesial.

Por este motivo es necesario el dialogo, hoy más que nunca.

La ley natural... ¿Está escrita en la naturaleza o en el corazón?

San Pablo en la carta a los Romanos habla de que la ley natural está escrita en el corazón (Rom. 2, 15). En toda la tradición cristiana esta ley se ha llamado natural. Otros prefieren llamarla ley escrita en la naturaleza. En realidad ambos términos, si se explican correctamente son sinónimos.

¿Que queremos afirmar cuando decimos que una ley está escrita en la naturaleza?
Hay quien entiende esto en el sentido de que Dios, al crear al hombre, ha creado también una ley, como una imposición para su conducta.
La palabra naturaleza en este caso hay que entenderla como naturaleza biológica, sexual, fisiológica, psíquica etc.
Otros por el contrario la entienden en un sentido más dinámico: Dios ha creado al hombre y le ha dado una capacidad para descubrirse a si mismo, su esencia, sus posibilidades, el mundo y las demás realidades que le rodean.

El hombre, en este caminar, solo y acompañado, va descubriendo en el tiempo las normas que van a ser pauta de su comportamiento.
Es lo que los teólogos del medio evo llamaban la recta ratio.
No se trata de una ley creada por Dios en un sentido positivista.
La palabra naturaleza hay que entenderla como una realidad fisico‑espiritual (cuerpo‑espíritu) del hombre, en la que, como una totalidad y unidad, estaría escrita la ley moral natural.
Para Pablo la ley escrita en el corazón tiene este sentido anteriormente explicado.
El corazón no es un libro que se pueda abrir y leer, ni es tampoco algo que el hombre tenga necesariamente que conocer como si tuviera una ciencia infusa.
El relativismo moral y el positivismo jurídico están socavando los cimientos de unos valores que Europa ha defendido siempre y que la han hecho cuna de otras civilizaciones.