miércoles, 19 de marzo de 2008

MATRIMONIO I


EL MATRIMONIO Y SU EVOLUCIÓN EN EL TIEMPO
Voy a empezar a poner en este blog la historia del matrimonio, fijándome sobre todo en el mundo greco-romano hasta llegar a nuestros días y en influjo, que el cristianismo ha tenido en este largo periodo. Hay temas muy interesantes y curiosos. Terminaré explicando concepción actual en el código de derecho canónico.

I.-EL MATRIMONIO EN EL GENESIS

El libro del Génesis, de una manera simbólica, nos hace ver, desde la revelación, que Dios creó al hombre y la mujer: Hagamos al Hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza (1, 26))….Y creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios los creó; macho y hembra los creó (1, 27). Y los bendijo Dios y les dijo: Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra y sometedla…. Dijo luego Yahvéh, Dios, No es bueno que el hombre esté sólo: Voy a hacerle una ayuda adecuada (2, 18)….De la costilla que Jahvéh Dios tomo del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre. Entonces éste exclamó: Esta vez si que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada. Por esto deja el hombre a su padre y a su madre, y se une a su mujer, y se hacen una sola carne (2, 22.24).
En el trasfondo de esta narración bíblica, de una manera simbólica, el libro sagrado se remonta al principio de la creación, para hablarnos del matrimonio en el nivel terrenal.
Dios los creó macho y hembra. Los ordenó el uno para el otro, de tan suerte que se compenetraran en su mismo ser físico y espiritual. Los hizo macho y hembra, para que unidos carnalmente, pudieran tener hijos, según el mandato de Dios y poblar la tierra. La sexualidad era algo bueno, querido por Dios, ya que dice el texto sagrado que estaban desnudos y no se avergonzaban el uno del otro. La sexualidad no era algo secundario, ya que pertenece a la misma estructura humana. Por eso el hombre es tanto espíritu como cuerpo.
En este texto se desvela el misterio del hombre. El hombre estaba sólo y Dios le dio una ayuda, una compañera, nacida de su costilla, para que fuera su complemento Ambos, varón y hembra, eran imagen de Dios, porque eran capaces de comprender y amar como Dios. El amor trinitario está en la base de este amor del hombre y de la mujer, ya que son imagen y semejantes a Dios Por esto los hizo iguales a sí. Dios les dio el poder de someter el mundo (1, 27).
El matrimonio es el encuentro entre un hombre y una mujer. La misma estructura biológica del varón y de la hembra están hechos para el encuentro. En virtud de ese encuentro, entre la virilidad y feminidad el hombre y la mujer se hacen un nosotros. Dejan de vivir en la soledad, que era aislamiento yl egoísmo. El darse, el diálogo, la palabra, la mirada mutua les trasforman.
. Serán los dos una sola carne. Esa unidad maravillosa de dos en uno penetra ambas existencias hasta el extremo, que cambia la perspectiva de su existir. Son diversos en su cuerpo, en su alma y en su espíritu, pero cuando se aman y se dan la diversidad se trasforma en una unidad tan intima y sustantiva, que sublima su existencia en la aventura de la vida. La fuerza y la ternura, la penetración y la intuición, la contemplación y el discurso, lo femenino y lo masculino, la inteligencia y el corazón se fusionan casi en una sola esencia
El hombre, imagen de Dios, que es amor, también empezó su existencia amando. Sin amor el hombre no podría existir.
El amor es fuente de felicidad para el hombre. Pero esa felicidad no puede quedar en la periferia del hombre, ya que debe `penetrar toda la persona. La felicidad, puramente humana, sin esfuerzo, sin abnegación, sin sacrificio es una máscara de la felicidad; es algo más que una orgía de satisfacciones, si no entra el goce de los valores del espíritu. Dicho de otra manera la felicidad no se materializa en las cosas, sino en el ser o no ser de la persona. En la medida en que el amor se funde con el sacrificio y la cruz se multiplica, se hace más fuerte y se purifica.
Son iguales, y distintos; iguales en dignidad y en capacidades, pero distintos en su configuración física y en sus tareas, aunque la historia haya moldeado hábitos culturales y roles distintos, que pertenecen a la temporalidad de su ser.
En esta aventura del matrimonio dicen los psicólogos que ambos deben conocerse cada día más, acostumbrarse a trabajar y vivir juntos y sobre todo a crecer cada día más como personas.
Esta relación es tan profunda que ambos dejarán a sus padres, para formar una nueva familia.
Con la creación del hombre y de la mujer nace en el mundo el amor, que preexistía en Dios, porque Dios es amor: El eros y el ágape, la carne y el espíritu se funden en una unidad integradora.
Ninguna de las dos realidades excluye la otra; sino que se condicionan y se traspasan mutuamente. El hombre es una unidad en su cuerpo y en su espíritu.
El eros y el amor se unifican en un solo movimiento, ya que son inseparables.
Los hijos son la fuerza y la consecuencia del ese amor
El amor que existía en Dios, ahora se pasea por el mundo con el nacimiento de la pareja. Los seres irracionales no eran capaces de amar. Los dos se aman y aman al mundo que contemplan con sus ojos atónitos.
El amor descubre una necesidad del hombre en cuanto que comprende el misterio del mundo.
La filosofía personalista ha descubierto esta dimensión relacional del hombre: “Cuando el amor implica la apertura personal al otro, y al mismo tiempo la apertura y la acogida del otro en su inmediatez, absolutez y singularidad; cuando se es capaz de aceptar la desnudez interpelante y exigitíva del rostro del otro, como alguien que es, al mismo tiempo indigente y enseñante para el otro; cuando se está dispuesto a estar auténticamente ahí para el otro, recibiendo y dándose, no utilizaría, sino gratuitamente; cuando se entabla con el otro no una relación de compasión o solicitud simplemente, sino una relación esencial de verdad y de justicia; cuando tal relación viene a ser, en fin, un verdadero encuentro con el otro en el diálogo y en el amor, que superan tanto la violencia de la retórica, como la tentación del egoísmo.[1]
El amor es un anhelo que lleva hacia el otro para formar el nosotros. El amor, aunque es desinteresado, repite, te amo por lo que eres y no por lo que tienes.
El amor que nace de lo más intimo de la persona y va dirigido al núcleo del otro, garantiza la dignidad del ser amado.

Este amor no puede quedar encerrado sobre sí mismo, ya que tiene una proyección social. El hombre no es un ser solitario. Es un ser social El amor está dirigido al otro; es relacional. Eva no es sólo la compañera de Adán, es “hueso de sus huesos y carne de su carne (v.21). Adán reconoce en la mujer algo de si mismo, que le complementa y perfecciona. Con Eva sale de la soledad. Pero al mismo tiempo, no pueden encerrarse, como una isla, mirándose el uno al otro. Tienen que abrirse al mundo y ser su hogar un hogar de acogida y creativo. Dios les mando que recrearan el mundo y lo dominaran.
Con Adam y Eva nace la primera pareja, que va a poblar el mundo y lo van a llenar de sonrisas y gritos,

[1] Barobio, en Matrimonio, en La celebración de la Iglesia II, Sígueme, 1988, p.524.