domingo, 27 de enero de 2008


16. Los falsos profetas. La hipocresía (Mt. 6., 15-20)

Jesús condena a los falsos profetas.
Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos? Así, todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y arrojado al fuego. Así que por sus frutos los conoceréis.
. En la Historia de Israel ha habido muchos profetas. Los profetas han trasladado a su pueblo los mensajes de Dios y han denunciado los desmanes de ese pueblo. Por esto la profecía es denuncia, crítica, acusación. Por su amor e intransigencia ante la verdad, han sido perseguidos, e incluso matados. Jesús que fue el gran profeta, terminó en la cruz. En la iglesia primitiva y en la actual sigue habiendo falsos profetas, que hacen daño en la Iglesia. Jesús los llama lobos rapaces, porque entran en al rebaño y lo destrozan. Pablo decía a sus comunidades: No apaguéis el Espíritu, no menospreciéis las profecías, retened lo bueno (1 Tes. 3, 19-20).
Jesús dice que muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos (Mt. 24, 31).Pablo, a pesar de su grandeza, tuvo también en las comunidades sus enemigos, En una ocasión denuncia la predicación herética de Himeneo y Fileto (2 Tim. 2, 17).
Los falsos profetas son farsantes, hipócritas, arribistas. Son aduladores, difamadores y esquilan a las ovejas (Ro. 16, 17). Seducen con sus palabras, mienten y engañan, sólo piensan en si mismos, en instalarse. Son fraudulentos, codiciosos y egoístas (Tit. 3, 10). Aparentan piedad, pero están vacíos de Dios, ya que sólo buscan sus intereses (2 Tim- 3, 12). Con su doble cara siembran en la comunidad la división, la perturbación, la inquietud y la revuelta (Sant. 3, 13-16) y son fraudulentos obreros disfrazados como apóstoles de Cristo (2 Cor. 11, 12. Son orgullosos, arrogantes, engreídos, si alguien les contradice, halagan a los que mandan y oprimen a los humildes.
Pablo se queja de que algunos intenten engañarlos como la serpiente engañó a Adán, enseñándoles un evangelio contrario al de Jesús ( Ef. 11, 4).
Pedro condena a lo falsos maestros y doctores: Como hubo en el pueblo profetas falsos, así habrá falsos maestros, que introducirán sectas perniciosas, llegando hasta negar al Señor que los rescató…Muchos les seguirán en sus liviandades y por causa de ellos será blasfemado el camino de la verdad (2 Pedr. 2, 1-3).

17. Necesidad de las obras (Mt. 7.21-28)
A continuación Jesús trata de la necesidad de la obras para salvarse. No es suficiente la pura palabrería; decir que amamos a Dios y a nuestro prójimo, supone demostrarlo con las obras. Aunque tuviéramos todos los carismas y todos los dones, aunque hiciéramos milagros y tuviéramos la sabiduría de los sabios, si las palabras del Señor sólo las llevamos en los labios, seremos como hombres insensatos, que edificamos sobre arena. Por esto el Señor nos aconseja: No todo el que me diga: “Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les declararé: “¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!”.Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente, que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina. Y sucedió que cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.
La salvación el hombre la consigue por la fe y por las obras. Lutero sostuvo que el hombre se justifica sólo por la fe. apoyándose en este texto de San Pablo: Conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado. (Gálatas 2,16).
Pablo se está refiriendo a las obras antiguas de la ley, por ejemplo la circuncisión. Estas obras no justifican al hombre, sino la fe en Jesucristo. En la carta a los Gálatas aclara esta idea: Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor, sino solamente la fe que actúa por la caridad (Gal. 5, 5).
En la misma carta a los romanos Pablo es terminante: No son justos delante de Dios lo que oyen la ley, sino los que la cumplen: estos serán justificados (Rom. 2, 2).
En el cuanto a la caridad, San Pablo dice: Si no tengo caridad no soy nada (1 Cor. 13,13). La mayor de todas las virtudes es la caridad, que se debe traslucir en obras
Para salvarse es necesario el esfuerzo: ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, más uno sólo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! (1 Cor.9,24).
El mismo Pablo se sacrifica para buscar la salvación: Golpeo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado (1 Cor. 9, 27
El apóstol Santiago es más terminante al respeto: ¿De qué sirve, hermanos míos, que alguien diga: Tengo fe, si no tiene obras? ¿Acaso podrá salvarle la fe? Si un hermano o una hermana están desnudos y carecen de sustento diario y alguno de vosotros le dice: Idos en paz, calentaos u hartaos, pero no le dais lo necesario para el cuerpo ¿De que sirve? Así también la fe, si no tiene obras, está muerta (Sant, 2, 14 ss.)


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