martes, 1 de abril de 2008

MATRIMONIO IV

IV. EL MATRIMONIO EN SAN PABLO

Pablo defiende la licitud del matrimonio frente a las doctrinas dualistas. Dice a su discípulo Timoteo, que no puede ser malo lo que viene de Dios. El negarlo sería trastornar el orden de la creación (1 Tim. 4, 1-5).
Pablo vuelve a tratar el tema de nuevo en la 1ª carta a los Cor. 7, 1 ss..
1. Matrimonio y Virginidad

Vuelve Pablo a hablar del matrimonio en 1 Cor. 7,1 ss. Nos dice: Bueno es al hombre no tocar mujer, más para evitar la fornicación, tenga cada uno su mujer y cada una tenga su marido.
El marido pague a la mujer e igualmente la mujer al marido. La mujer no es dueña de su propio cuerpo; es la mujer. No os defraudéis el uno al otro, a no ser de común acuerdo por algún tiempo, para daros a la oración, y de nuevo volver al mismo orden de vida, a fin de que no os tiente Satanás de incontinencia. Esto os lo digo condescendiendo, no mandando.

Quisiera yo que todos los hombres fueran como yo; pero cada uno tiene de Dios su propia gracia; éste, una; aquel, otra; sin embargo a los no casados y a las viudas les digo que les es mejor permanecer como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cásense, que mejor es casarse que abrasarse.. Cuanto a los casados, precepto es, no mío, sino del Señor, que la mujer no se separe del marido y de separarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y que el marido no repudie a su mujer.(1 Cor.7, 1-11)
En este texto parece que Pablo tiene ciertas reservas contra el matrimonio, ya que empieza el relato diciendo que es bueno para el hombre no tocar mujer. Para él la continencia o la virginidad tiene un sentido mucho más profundo por las exigencias del reino, como veremos posteriormente (Mt. 19, 10-12). Para Pablo el matrimonio es algo mundano, ya que en el cielo no existe como tal. El matrimonio para Pablo es algo provisorio de cara a la escatología, ya que esperaban que fuera inminente la venida de Jesús (Mc.12, 25). No obstante, siguiente la línea de Génesis para él la sexualidad no es algo malo, ya que tanto la mujer como el hombre fueron creados por Dios. La sexualidad es querida por Dios. La atracción mutua de los dos sexos es obra divina: Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.

Si no pueden guardar continencia, es mejor casarse que abrasarse.
Presenta dos actitudes ante el matrimonio. La suya propia que no es del Señor: Los invita a permanezcan célibes y a que no se casen, como ha hecho él mismo, ya que es bueno no tocar mujer por el reino de los cielos. Para evitar la fornicación es bueno que se casen. Si se abstienen de darse el débito conyugal, sea de común acuerdo y para dedicarse a la oración. Esto lo dice condescendiendo, no mandando.
Si la mujer se separa del marido que no vuelva a casarse o intente la reconciliación. Si no es posible la reconciliación, que no conviva con él. A los maridos aconseja que no les den el repudio a su mujer, tal como estaba permitido en la ley judía.
Pablo no rechaza el matrimonio, aunque prefiere la virginidad, de la que hablaremos con posterioridad.
2. El privilegio paulino.

A los demás les digo yo, no el Señor, que si algún hermano tiene mujer infiel y ésta consiente en cohabitar con él, no la despida. Y si una mujer tiene marido infiel y éste consiste en cohabitar con ella, no la abandone.. Pues se santifica el marido infiel por la mujer y se santifica la mujer infiel por el hermano. De otro modo vuestros hijos serían impuros y ahora son santos. Pero si la parte infiel se retira, que se retire. En tales casos no está esclavizado el hermano o la hermana, que Dios nos ha llamado a la paz. ¿Qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido; y tú marido, si salvarás a tu mujer? Pero que cada uno ante, según el Señor le dio y según le llamó. (1Cor. 12-17.)
En este caso Pablo aconseja a toda costa mantener el matrimonio entre cónyuges de distinta fe religiosa, en la medida que ello es posible (12-18). Si un hermano tiene una mujer no cristiana y ella está de acuerdo en vivir con él, no debe despedirla. Lo mismo debe suceder, cuando una cristiana tiene un marido no creyente. Entre los cristianos había cierta alergia a casarse con paganos y mantener relaciones sexuales. Pablo les da una respuesta difícil de entender, ya que para él, el infiel es santificado por el cristiano. Los hijos por otra parte son santos. Parece ser que la explicación pueda estar en una actitud de compresión hacía él (ella) le puede llevar a la conversión.

Pablo prevé otra posibilidad: Que el no creyente prefiera separarse del cristiano. En este caso, Pablo dice que se separe. El hermano o hermana en este caso no están sujetos, ya que Dios los ha llamado a una vida en paz. Pablo habla claramente de que el matrimonio ha quedado disuelto y deja el camino abierto para que pueda contraer nuevo matrimonio con un cristiano (7, 39) El derecho canónico va a desarrollar más ampliamente esta doctrina (cann. 1143-1150).

3. Consejos a las vírgenes

Acerca de las vírgenes, no tengo precepto del señor, pero puedo dar consejo, como quien ha obtenido del Señor la misericordia de ser fiel. Creo, pues, que por la instante necesidad, es bueno que el hombre quede así. ¿Estás ligado a mujer? No busques la separación. ¿Estas libre de mujer? No busques mujer. Si te casares, no pecas y si la doncella se casa, no peca. Pero tendrán que estar así sometidos a la tribulación de la carne, que quisiera yo ahorraros.

Digamos, pues, hermanos que el tiempo es corto. Sólo queda que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran como si no lloraran; los que se alegran como si no alegrasen; los que compran como si no comprasen; y los que disfrutan del mundo, como si no disfrutasen; porque pasa la forma de este mundo. Yo os quería libres de cuidados. El célibe se cuida de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado ha de cuidarse de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer, y así está dividido. La mujer no casada y la doncella sólo tiene que preocuparse de las cosas del Señor, de ser santas en cuerpo y en espíritu. Pero la casada ha de preocuparse de las cosas del mundo, de agradar a su marido. Esto os lo digo para vuestra conveniencia, no para tenderos un lazo, sino mirando a lo que es mejor y os permite uniros más al Señor, libre de impedimentos.
Si alguno estima indecoroso para su hija doncella dejar pasar la flor de la edad y que debe casarla; que la case. Pero el que firme en su corazón, no necesitado, sino libre y de voluntad, determina guardar virgen a su hija, hace mejor. La mujer está ligada por todo el tiempo de vida a su marido; más una vez que se duerme el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero en el Señor. Más feliz será si permanece así, conforme a mi consejo, pues también yo creo tener el espíritu de Dios (1 Cor. 7, 25-40)
En 1 Cor. 7, 39 se comenta que una viuda, si se casa, se case en el Señor. Con estas palabras parece ser que quiere indicar, que lo haga con un bautizado. No podemos deducir de aquí que usaran algún rito matrimonial

Los cristianos entendieron el matrimonio como forma de huir de la fornicación. Los judíos, y los romanos defendían a toda costa la monogamia. San Pablo no condena el matrimonio, aunque alaba mucho más la virginidad. De hecho el no se casó. No obstante incorporó a su misión apostólica a algunos matrimonios, como después veremos. Esta concepción negativa va a influir posteriormente en San Agustín.

4. Sexualidad y continencia

La continencia y la virginidad fueron una de las metas de las primitivas comunidades cristianas, siguiendo las orientaciones de la carta que acabamos de comentar en San Pablo y el texto de San Mateo en el que Jesús dice: Hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre y hay eunucos que fueron hechos así por los hombres y hay eunucos que a sí mismo se han hecho tales por el amor del reino de los cielos, El que pueda entender que entienda (Mt. 19, 12).

Esta llamada al celibato no es obligatoria, ya que los mismos apóstoles estaban casados. La renuncia voluntaria por el reino puede ser explicada por la radicalidad de su mensaje: El que ama al Padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama al hijo o la hoja más que a mí, no es digno de mí y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí (MT. 10, 37 ss; Lc. 14, 26.)
En la mentalidad judía extrañaba mucho esta nueva concepción, ya que en el judaísmo rabínico el matrimonio era una obligación ético religiosa. No se entendía que un joven, teniendo veinte años, no hubiera aún contraído matrimonio.

. El libertinaje avanzaba por el imperio, especialmente por las grandes ciudades. Corinto era un nido de corrupción. El divorcio, la homoxesualidad, los adulterios y los desenfrenos estaban a la orden del día. Este ambiente sólo se veía frenado por moral de los estoicos.
El Pseudodemóstenes describe de esta manera el ambiente de la época: “Las heteras las tenemos para divertirnos, las concubinas para la cotidiana atención corporal, las esposas para engendrar hijos legítimos y para tener una fiel guardiana en los asuntos domésticos”
En la ciudad de Corinto, Pablo tuvo que luchar contra el vicio, ya que a su puerto acudían habitantes del todo el mundo.

Hace una relación de los vicios, que existían en la ciudad y llama la atención a los cristianos, diciendoles: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos ni los maldicientes, ni los rapaces poseerán el reino de Dios (1 Cor. 5, 10).
A continuación intenta justificar su llanada a la continencia desde un punto de vista cristiano. Ahora, les dice, en virtud del bautismo habéis sido lavados, santificados y justificados (6, 11). El cuerpo les dice no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Y voy yo a tomar los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? Huid de la fornicación. El que fornica, peca contra su mismo cuerpo. ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que por lo tanto no os pertenecéis? Glorificad a Dios en vuestro cuerpo (1 Cor. 6, 15-20).
Porque la voluntad del Dios es vuestra santificación; que os abstengáis de la fornicación, que cada uno sepa tener a su mujer en santidad y honor, no con afecto libidinoso, como los gentiles que no conocen a Dios; que nadie se atreva a ofender en esta materia a su hermano, porque vengador en todo esto es el Señor…, que Dios no nos llamó a la impureza, sino a la santificación (1 Tes. 4, 1-7).
En aquella sociedad era muy corriente la homosexualidad como aparece en 1 Cor.6, 9 y 1 Tim. 1, 10. Los judíos la castigaban con la pena de muerte (Lev. 2013.). El Rom. 1, 26-27 Pablo lo llama pecado contra la naturaleza. En el mundo grecorromano era muy corriente.
Ya Septimio Severo admiraba a los cristianos (+ 211), cuando dice: Los cristianos observan una conducta intachable, digna de verdaderos filósofos, Vemos en efecto que desprecian la muerte y movidos por un cierto pudor, tienen horror a los actos de la carne. Existen incluso entre ellos varones y mujeres, que durante toda su vida se abstienen del acto conyugal.

5. Orden de las vírgenes

También en el pueblo judío había mujeres entregadas a Dios. Ana la profetisa no se `apartaba del templo, sirviendo a Dios de día y de noche con oraciones y sacrificios (Lc. 2, 3).
La existencia de un grupo de vírgenes existió en la Iglesia primitiva, siguiendo los consejos de San Pablo. Estas vírgenes vivían en sus casas, con sus padres y hacían una vida normal como las demás chicas de su ambiente. Tenían que ser modelos de pudor en su forma de vestir y en sus comportamientos. En alguna ocasión los Obispos se ven obligados a llamarles la atención por su forma de vestir. Estaban dedicadas al servicio de la Iglesia, especialmente a los pobres y viudas. Ayudaban a los Obispos en las tareas de evangelización y su papel, en aquellos grupos o iglesias domésticas, en las que ellas vivían, era muy activo e importante, como veremos posteriormente..
En los tres primeros siglos las vírgenes, que vivían en sus casas, no llevaban velo. Empezaron a ponérselo por la presión social, ya que la virginidad estaba muy mal vista en aquel ambiente. No se podía comprender que una mujer voluntariamente no se casara y guardara la virginidad. El mismo Tertuliano lo explica de esta manera curiosa: Que nadie mire con admiración tu rostro; que nadie haga sospechar tu astucia. Es una simulación muy laudable, la de juzgar a la mujer (virgen) casada. ¿No estás desposada con Cristo? Si Él manda que las prometidas de los otros lleven el velo con cuanta más razón lo han de llevar las propias desposadas (De Virginibus,( PL. 2, 912)
El rito de la Consagración o velación de vírgenes comienza hacia la mitad del siglo III.
No conocemos muy bien como se realizan los primeros ritos de consagración. En los formularios de Verona se entrega una túnica especial, el anillo, una corona y un velo. Todo ello es una transposición del ritual del matrimonio, como dice Tertuliano. Era el Obispo el encargado de ponérselo.

Conocemos la consagración de la hermana de San Ambrosio, Marcelina, que tuvo lugar en la Basílica de San Pedro y que fue oficiada por el Papa San Lino en el año 353.
San Ambrosio le recordaba este día a su hermana con estas hermosas palabras: Pues cuando el día del nacimiento del Señor hiciste tu profesión de virginidad en San Pedro, sellándola con el cambio de túnica, te dijo (el Papa): Hija mía, has elegido un buen matrimonio. Ya ves cuanta gente ha venido para celebrar el nacimiento de tu Esposo y nadie se marcha de aquí ayuno al participar en el banquete. Hoy te confiere el misterio verdadero de la virginidad.
San Cipriano (259) escribió un largo trabajo sobre el comportamiento de las vírgenes en la comunidad: Las vírgenes, dice, son la flor de la semilla de la Iglesia, gloria o ornamento de la gracia del Espíritu, familia alegre, obra entera e incorrupta de esperanza y honor, imagen de Dios, que responde a la santidad del Señor, porción muy ilustre de la grey de Cristo,.
En el siglo III un autor anónimo escribe una carta dirigida a los varones, que se entregan a la guarda de la castidad por el reino de los cielos y a todas las sagradas vírgenes.
La madre de San Ambrosio, Marcelina, había instituido un grupo de Vírgenes que vivían en su casa consagradas a Cristo
En los siglos IV y V aparece la consagración litúrgica de las vírgenes.
Se discute si hacían voto de castidad. En el Concilio de Elvira se habla de pactum virginitatis, cuyo significado es difícil de precisar.
H. Lecler lo niega al decir: “Hay que reconocer que la antigüedad cristiana no ha conocido en modo alguno los votos de las vírgenes consagradas a Dios durante los tres primeros siglos” (Vierge, DALCL, XV, 3095.
Parece ser que el voto empieza a hacerse en el siglo IV.
El Concilio de Cartago en el siglo IV establece la edad para la consagración: “Que las vírgenes no sean consagradas antes de cumplirlos 25 años” (MANSI XII, 581)
Se escriben muchos libros son la virginidad: San Ambrosio, san Jerónimo, Tertuliano.
Cuando se generaliza la consagración de vírgenes, empieza a nacer el monacato en sus múltiples formas. El Concilio de Cartago obliga a las vírgenes consagradas, que no tienen padres, a que entren en comunidades monásticas femeninas.
Con esta nueva estructura de vida consagrada y sobre todo, en la medida en que se ha roto la estructura de las iglesias domésticas y se pasa a la basílica y los templos, por la extensión del cristianismo, el papel de las vírgenes en el quehacer pastoral de aquellas comunidades pequeñas, empieza a desparecer y se entra en una nueva concepción de la vida ascética en comunidades contemplativas. La misma vida de los eremitas en el desierto se ve agitada por las nuevas concepciones.
Desaparecen definitivamente en el Concilio Lateranense II (1139), ya que se considera como una costumbre perniciosa, que sin vivir la vida monástica, según una regla aprobada, hubiera mujeres que quisieran ser tenidas como vírgenes.

El ordo virginum fue restituido por el Concilio Vaticano II en la
Constitución sobre la Liturgia Sacrosanctum Concilium, n. 80: Revísese el Rito de la Consagración de Vírgenes que forma parte del Pontifical Romano. El Código recoge la reforma en el can. 604.

6. El orden de las viudas

La institución de las viudas, como consecuencia del consejo anteriormente citado de Pablo va a tener un puesto muy importante en la iglesia primitiva. Las viudas se dedicaban a la caridad, a la oración, a la instrucción religiosa etc. Ya en la época de San Pablo parece ser que este grupo está constituido. Dice San Pablo: No sea elegida ninguna viuda de menos de sesenta años, mujer de un solo marido, recomendada por sus buenas obras, en la crianza de los hijos, en la hospitalidad con los peregrinos, en la lavar los pies a los santos, en socorrer a los atribulados y en la práctica de toda obra buena…(1 Tim. 5, 9-11)