sábado, 24 de enero de 2009

LAS VIRTUDES TEOLOGALES EN SAN PABLO



LAS VIRTUDES TEOLOGALES EN SAN PABLO



La fe, la esperanza y la caridad son la base y el fundamento de la vida cristiana. Por la fe entramos en el misterio de Cristo; por la caridad se consuma esta vivencia con Cristo y la esperanza nos abre a una utopía de futuro. San Pabllo aconseja a los fieles de Tesalónica que se revistan de la coraza de la fe y de la caridad y del yelmo de la esperanza (1 Tes. 5, 8).


Estas tres virtudes el hombre las vive en el presente, aunque la caridad seguirá existiendo en el cielo (1 Cor. 13, 13).


La fe es impulso, y orientación hacia Dios. La fe siempre está presente, ya que gracias a ella, nuestra relación con Dios siempre está activa y viva. Por la esperanza anhelamos un bien futuro: La salvación, la vida eterna, la resurrección El ateo vive sin esperanza. En cuanto mayor es nuestra fe, es mayor la esperanza. La esperanza refuerza la fe y la caridad (Hebr. 11, 1).

El himno de la caridad.


Es el canto más maravilloso al amor y uno de los capítulos más bellos del Nuevo Testamento.


Dice así:

Aunque yo hablara todas las lenguas de todos los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo estruendo.


Aunque tuviera el don de profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera una fe como para mover montañas, si no tengo amor, no soy nada.


Aunque repartiera todos los bienes y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, de nada me sirve.


El amor es paciente, es servicial, el amor no es envidioso ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con vileza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de las injusticias, y siempre se alegra de la verdad.


Todo lo aguanta, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.


El amor nunca terminará. Las profecías serán eliminadas, el don de lenguas terminará, el conocimiento será eliminado. Porque nuestra ciencia es perfecta y nuestras profecías limitadas.
Cuando llegue lo perfecto, lo imperfecto será eliminado.


Cuando era niño, hablaba como un niño, razonaba como un niño, pensaba como un niño; al hacerme adulto, abandoné las cosas de niño. Ahora vemos como en un mal espejo, confusamente, después veremos cara a cara. Ahora conozco a medias, después conoceré tan bien como Dios me conoce a mí.


Ahora nos quedan tres cosas: La fe, la esperanza y el amor. Pero la más grande te todas es el amor.

Para Pablo la caridad es la regla y el alma de todas las virtudes. Si a la justicia le falta el amor, es una justicia sin corazón, fría como un témpano de hielo. Sin amor no hay fraternidad. El otro es un objeto.


Sin la caridad los carismas no sirven para nada. Es el alma de todas las virtudes, ya que a todas las nutre y les da consistencia.


La caridad es inmortal. Es una utopía que florece en el hombre al nacer y sigue floreciendo en el más allá. Desaparece la esperanza, ya que sólo se vive en el presente. Del amor a Dios y al prójimo depende toda la ley. La plenitud de la ley está en el amor: Toda la ley se resume en amor a Dios y al prójimo. Por encima de todo, vestíos de la caridad, que es el vínculo de la perfección (Col. 3,14).


La perfección cristina consiste en amar a Dios y al prójimo. El hacer milagros, el descifrar las escrituras, el tener visiones místicas, el ser Papa u obispo es bueno. El amar es sublime, porque nos acerca a ese Dios, que se define por el Amor.


La caridad no es envidiosa, ya que el otro es para mí un hermano. Me alegro de sus éxitos y triunfos.


No es fanfarrona, ya que el que ama no se jacta de sus meritos ni triunfos. Ni va tocando la campanilla para que los demás lo admiren, lo alaben y engrandezcan.


No va como los escribas y fariseos pavoneándose con altanería de sus muchos méritos.
No es orgullosa. El orgullo se identifica con la soberbia. La humildad es lo opuesto, es una virtud eminentemente cristiana. Aprended de mí que soy manso y humilde corazón. La humildad y la mansedumbre crean comunidad y mantienen la paz (Efes. 4, 2). Gracias a ella no nos sentimos supriores a los demás: Cristo, siendo Dios se anonadó, tomando la forma de siervo y haciéndose semejante a los hombres y en la condición de hombre, se humilló, hecho obediente hasta la muerte (Fil. 2, 3). Se anonadó, se hizo carne, se hizo Palabra, acampó entre nosotros y terminó muriendo en la cruz como una criminal.
Es tolerante y paciente. Dice Pablo .Revestíos de entrañas de misericordia, bondad, humildad, mansedumbre, y longanimidad,, soportándoos y perdonándoos mutuamente (Col.3, 13). Para Pablo, sin amor no hay comunidad. Sus cartas van todas ellas dirigidas a las comunidades cristiana. Cuando se ama, se tolera al hermano, se aguantan sus impertinencias, siempre en espera de un cambio. Cuando se ama el amor es paciente, no pone límites en el tiempo, ya que ama siempre.
La benignidad, como un horizonte de estrellas, se abre a la bondad. La bondad es sonrisa, quietud y paz. (Rom.14.14) . La benignidad dice San Jerónimo, es suave, tranquila, amable, y dulce como la miel De ella nace la concordia, el diálogo, el entendimiento, y la unidad. Lo opuesto es la discordia, las divisiones, las disputas, la cólera, la animosidad, la envidia, los cismas, y las sectas
El corazón que ama no tiene la vileza de la mentira o del enredo.
El amor no busca sus propios intereses, ya que se ha vaciado de sus egoísmos. Sólo busca el bien del otro. Da sin esperar que le den. Ni siquiera espera que le devuelvan una sonrisa. Comprende que como dice Jesús es mejor dar que recibir (HH.20,35). No está atado a la tierra como los pájaros. Su patria no es la avaricia o la codicia, siempre vuela por el cielo.
No se irrita. Esta palabra no debería estar en el diccionario. Las caras largas y amargas. La bilis siempre a flor de labio. Los ojos exaltados por la rabia deberían borrarse de planeta. ¡Que hermosa es una cara risueña, unos ojos claros, o unas palabras llenas de ternura! Lo primero siembra terror, lo segundo armonía y paz.
Siempre perdona. ¡Que difícil es el perdón! Perdonar, cuando te injurian, te escupen, te desprecian, pasan de ti, o no te tratan como persona es muy difícil. Perdonar, cuando al que hiciste bien, te lo devuelve con un mal, con un desprecio, con un esquinazo, es mucho más difícil. ¡Hay tantos calculistas, desmemoriados y oportunistas! No obstante Jesús dijo: Padre. perdónalos, porque no saben lo que hacen.
No se alegra de las injusticias. Sin justicia el amor es falso. Quien comete atropellos contra la justicia, la degrada. El amor es el alma de la justicia.
Ama la verdad y se alegra de ella. Es fácil conocer la verdad, pero difícil vivir en ella. Si la verdad duele, y levanta tempestades o tormentas, cuesta acunarla, besarla y abrazarse a ella. Cuando la verdad molesta, complica o estorba es más fácil tirarla por la borda, que meterla en lo más profundo del corazón. La verdad, aunque a veces quema, purifica y te hace fuerte. Vivir en la verdad es vivir en la luz. Vivir en la mentira es vivir en las tinieblas.
Todo lo cree y todo lo espera en su simplicidad. Siempre tiene tendida la mano al otro. En el amor no hay recelos, ni intrigas, ni dudas. El que ama pone su corazón en el otro, esperando una sonrisa o un gesto transformador.
Todo los sufre. El dolor compartido te hace fuerte. La cruz hace tu andar más ligero. El que llora en el camino y se come sus lágrimas se purifica. Quien camina siempre por un camino de rosas, sin haberse clavado una espina, vive sin horizontes. La comodidad, el placer, el hedonismo no te endurecen. Cuando vas cogiendo cruces por el camino, las besas y cargas con ellas en tu Getsemaní tu amor se fortalece. El amor es transformante. Quien ama a Cristo se reviste, se trasforma y se identifica con El : Yo no soy yo es Cristo el que que vive en mi (Gal. 2, 2º). El que ama vive para el Señor y muere en el Señor (Rom.14, 4).