
Pregones y saetas
En
todas las cofradías, especialmente de semana santa, se ha introducido un nuevo
género literario, llamado pregón. No existe uniformidad en su definición, ni en
la forma, ni en el contenido. No hay duda que es una predicación o el anuncio
de un misterio. Se ha abusado mucho del
pregón al encargárselo a personas, por el simple hecho de su relevancia social
o política. Los pregones muchas veces se
transforman en laudatorios para personas conocidas por el orador o en un
desglose de su vida con más o menos detalles, sin ninguna unción religiosa,
sino más bien un recuerdo del pasado.
El pregón es
el anuncio del misterio que la Cofradía va a procesionar o celebrar, en intima
conexión con todo el entramado teológico, que ello conlleva y, sobre todo, es o
debe ser la experiencia religiosa de una fe vivida y proclamada en este
momento. D. Angel Barbudo, párroco de Sueros,
en 1956, en la presentación de pregón dicho por Fernández Cruz,
corroboraba lo que he dicho con estas palabras: “Los pregones son unas
maravillosas piezas oratorias, cantos de poesía cristina, que nos enaltecen, un
vino espiritual que nos embriaga en el amor a nuestras cosas y que diviniza o
anula ese claroscuro pagano que las hace más deslumbrantes….
El pregón para
unos es resplandor, luz, expresión de fe. Para otros soñolientos en la fe,
golondrina mañanera, que canta y canta y nos hace despertar. Y para todos
toques en el corazón, que tensan los nervios y revierten en un clavel de sangre
hirviente, de amor verdadero, por lo que nos recuerda de la semana santa, y las
ansias de sus mujeres de merecer un poquito la sangre de Jesús y las lagrimas
de la Virgen Santísima”
No se trata de
una vivencia vivida en la soledad de la persona, aunque también. Es una fe
vivida con otros hermanos cofrades, que han compartido las mismas ilusiones y los mismos proyectos,
el mismo camino y las mismas vivencias. Se trata de una fe vivida en las
profundidades del alma, que sólo la expresan bien los poetas y los que la han
sentido dentro de su corazón. Por este
motivo la manifestación de una fe, sin experiencia vivida, no se debe anunciar.
El pregón está inserto en un mística, que solo alcanzan con la fe.
El pregón no es un juego floral, aunque esté
lleno de belleza literaria, es una luz, que ilumina la mirada de los asistentes
y que nace de las profundidades del corazón del orador. En esta hipótesis los
obispos y párrocos deberían controlar
mejor este campo y no permitir que se hagan en los templos, sobre todo cuando
no se considera un acto religioso y sólo cultural.
Yo
prefiero que sea en el templo mejor que
en un teatro y que tenga una unción religiosa más que cultural. Puede haber
pregones que sean joyas literarias, pero vacías de religiosidad.
La
saeta
La saeta, cuyo nombre proviene de la
palabra latina “Sagitta” es una saeta o flecha, que el cantaor tira a Jesús, a
María o un Santo. Su origen es dudoso,
para unos proviene de las melodías del canto gregoriano y para otros del mismo
cante flamenco, cambiando sus cadencias
por unos tonos altos, afinados y modulados, que producen una gran
emoción en el que canta y en el que los oye. Va dirigida más al corazón que
a la inteligencia. Las letras,
principalmente, cuando cantan gitanos, son de una ingenuidad y simplicidad admirables,
pero llenas de una religiosidad muy profunda e ingenua. La saeta “ es un pedazo
de corazón convertido en verso a su estilo. Un suspiro o un grito de dolor del
pueblo gitano convertido en plegaria. Es una lágrima convertida en saeta por la
muerte de Jesús o el dolor de María. Hay
un trasfondo de fe, de lagrimas, dolor y
emoción en toda saeta.
Antonio Machado cantaba así:
Oh, la saeta, el cantar, al Cristo de los gitanos.
Siempre con la sangre en las manos,
siempre por desenclavar.
¡Cantar al pueblo andaluz,
que todas las primaveras,
anda pidiendo escaleras
para subir a la cruz!
¡Cantar de la tierra mía,
Que echa flores
de Jesús de la agonía,
Y es la fe de mis mayores!
¡Oh no eres tú mi cantar!
No puede cantar, ni quiero,
a ese Jesús del madero,
sino al que anduvo en el mar.
Camarón de la
Isla cantaba así: Limpia va el agua del rio, como la estrella de la mañana limpiaba el cariño mío; el manantial de su
fuente clara, como el agua, como el agua, como el gua cala, que baja del monte;
así quiero verte de día y de noche; yo te eché mi brazo al hombro y un brillo
de luz de luna iluminaban tus ojos; de Ti deseo toito, el calor pa Ti, mi
cuerpo si lo quieres; tu fuego en la sangre nos corree a los dos, si sus ojitos
fueran aceitunas verdes, tota la noche estaría muele que muele, muele que
muele, muele que muele, toa la noche estaría muele que muele…
|