jueves, 8 de mayo de 2008

MATRIMONIO IX


IX. EN LOS SANTOS PADRES

Los santos Padres, cuando hablan del matrimonio, no pretenden presentarnos una teoría jurídica del matrimonio, Más bien nos presentan el aspecto ascético del matrimonio y los aspectos morales, que se derivan de la convivencia. No obstante en ellos aparece el amor en la vida del matrimonio y el aprecio que el varón debe tener de la mujer, frente al concepto de dominio, que aparece en la época.
San Clemente nos presente el quehacer hacendoso de la mujer en aquella época que era el regocijo y alegría de los hijos y del esposo: "Es una cosa admirable una mujer cuidadosa de su casa; ella forma la alegría de todos, los hijos se regocijan en la madre, el esposo en la mujer, ésta en su esposo y en sus hijos, y todos en el Señor. (San Clemente, sent.9, lib. 3, c. 11, Tric. T. 1, p. 125.)"
San Basilio manifiesta, como San Agustín, sus reticencias hacia la vida matrimonial: "No debéis creer que, por haber elegido el estado del matrimonio, os es permitido seguir la vida del mundo y abandonaros a la ociosidad y a la pereza; pues por el contrario, eso mismo os obliga a trabajar con más esfuerzo, y velar con más cuidado por vuestra salvación, considerando que habéis establecido vuestra habitación en un lugar lleno de lazos, y que es de la dependencia de las potestades rebeldes y enemigas, en donde continuamente tenemos delante de los ojos mil objetos que irritan nuestras ansias, mueven nuestros sentidos y encienden el fuego de nuestras pasiones.[1]
San Ambrosio llama la atención sobre el autoritarismo y la tiranía de los esposos, tan extendido en esta época, como consecuencia del influjo de la tradición griega y romana:"El esposo debe dejar la arrogancia y el mal humor cuando ve que viene su esposa con sentimientos de afecto y de respeto. Sabéis que no sois dueño, sino marido. Dios ha querido que seáis el que gobierna el sexo más débil, pero no un tirano dominante. Corresponded a sus cuidados, y volved afecto por amor: pero alguno me dirá: yo soy de genio áspero: mas yo le responderé, que está obligado a reprimir el genio en favor del matrimonio.[2]
San Juan Crisóstomo se apunta a la supremacía del celibato sobre el matrimonio:"Si perdéis una mujer buena, no dejéis de dar gracias a Dios porque os la quita para llevaros a la continencia, y con el fin de atraeros a una virtud más perfecta y celebrada, y de romper los lazos que os pudieran detener en una vida regular y común. [3]
"La esposa debe tratar al esposo con respeto y veneración, como lo hicieron Sara con Abraham, Rebeca con Isaac, y la madre de Samuel y de Tobías con sus maridos. Una esposa debe profesar a su esposo un amor espiritual y santo, que con él le incline a piedad, excitándole con el buen ejemplo y la dulzura en sus palabras. Desde, en todo lo que se no oponga a Dios y a la honestidad, ser sumisa a su esposo, como la Iglesia lo es a Jesucristo. Debe calmar las incomodidades de su marido, y jamás excitarle a la impaciencia, ni con dicterios, ni palabras provocadoras, maldicientes y escandalosas, porque entonces gobernará la casa el demonio, debiéndola regir la paz y gracia de Dios. [4]"El esposo debe tolerar todo lo que no se oponga al servicio de Dios, para que se conserve la paz; apartarla de la vanidad mundana e inclinarla a la práctica de las virtudes, con el ejemplo, mayormente. Antes de emprender cualquier asunto doméstico, consúltense; que los hijos nada vean en ellos de censurable, antes todo lo contrario, que reine el amor y temor de Dios en la casa, y serán felices.[5]
[1] San Basilio, de Abdic. rer., sent. 32, Tric. T. 3, p. 196.

[2] S. Ambrosio, lib. 5, c. 7, n. 19, sent. 3, Tric. T. 4, p. 312.

[3] S. Juan Crisóst., Homl. 41, sent. 322, Tric. T. 6, p. 370.

[4] (Barbier., T. 3, p. 349 y 350.)"

[5] Barbier., T. 2, ibid., ibid.