jueves, 1 de mayo de 2008

MATRIMONIO VIII

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VIII. CONCEPCIÓN DEL MATRIMONIO EN SAN AGUSTÍN

En San Agustín aparece un aspecto negativo del matrimonio.. San Agustín polemiza contra la corriente maniquea dualista, defendiendo la bondad del matrimonio, fundado en el acto creativo de Dios, que los hizo hombre y mujer.

Para el dualismo Maniqueo el cuerpo es malo y el espíritu bueno. Existe una lucha permanente entre el bien y el mal, el cuerpo y el espíritu. Los maniqueos perfectos practicaban el celibato, no bebían vino y eran vegetarianos. Debían tener relaciones carnales en días infecundos. Los menos perfectos (los oyentes) podían casarse, pero no tener hijos.
Agustín fue nueve años maniqueo. Tuvo un hijo y fue bautizado en Milán él y su hijo por San Ambrosio. Escribió contra los maniqueos, pero en el fondo aquella concepción había quedado muy arraigada en él. Comentan los agiógrafos que se le apareció un ángel y le dijo que leyera la Biblia. El texto que casualmente apareció fue éste de la carta a los Rom. 13,13-14.
Los pelagianos, por el contrario, consideraban el deseo sexual y el placer como algo natural y por lo tanto no pecaminoso. San Agustín tuvo que luchar contra los dos frentes.
Estas dos concepciones tan opuestas le llevan a San Agustín a distinguir la bondad de la institución matrimonial por un lado y la maldad de la concupiscencia, que tiene su origen en el pecado original, que era negado por los pelagianos. La concupiscencia es una consecuencia del pecado original y llega a decir que la humanidad se ve obligada a procrear como consecuencia del pecado original.
Un moralista explica la posición de San Agustín de esta manera: El placer sexual puede ser tolerado, porque es inevitable, sólo cuando la sexualidad tiene una función concreta, servir a la procreación (bonum prolis) y al fiel ejercicio del débito conyugal (bonum fidei). No es pecado sentir el placer, sino quererlo….La comunidad cristiana de los esposos se apoya sobre el mutuo afecto espiritual, pero no sobre el acto carnal…El matrimonio se fundamenta sobre el amor, no sobre la libido (Matrimonium quippe ex hoc appelatum est, quod non ob aliud debeat femina nubere quam ut mater fiat.[1]
Según esta concepción idealizada, antes del pecado original, se procreaba sin ningún placer venéreo (por lo tanto espiritualmente).
Resumiendo para San Agustín el fin del matrimonio es la procreación. El matrimonio ha sido viciado por el pecado original, como se pone de manifiesto en la concupiscencia. Esta se manifiesta en la incontrolada relación sexual, que hace al hombre perder el dominio de si mismo. Por ello la generación, siendo buena, se ve nublada por la concupiscencia. El acto sexual que es bueno en orden a la procreación, no se libra del instinto seductor del placer.

Como bienes del matrimonio señala la prole, la fidelidad y el sacramento. Este párrafo que cito a continuación, explicando estos bienes ha tenido una influencia muy grande en la posteridad: “La fidelidad quiere decir que fuera del lazo matrimonial no se tenga trato con otro o con otra. La prole significa que el niño ha de ser recibido con amor cordial, cuidado con bondad cariñosa y educado en el temor de Dios. El sacramento significa finalmente que el matrimonio no puede separarse. Este ha de ser el principio del matrimonio por medio del cual se ennoblece la fertilidad querida por la naturaleza y al mismo tiempo se mantiene en los límites debidos el apetito desordenado.[2]
Remarca la eminencia de la Virginidad sobre el matrimonio, con la conocida frase: Casarse está bien, pero no casarse es mejor. La razón es que la ataraxia o dominio de sí mismo llevaba a la valoración de la virginidad. Últimamente han aparecido trabajos muy interesantes sobre su pensamiento. [3]
Esta doctrina de San Agustín va a tener un influjo muy grande en los siglos posteriores. Se va a repetir casi literalmente en San León y San Gregorio Magno.
En la misma escolástica, cuando se discute sobre la esencia del matrimonio, la discusión se centra en esta teoría.
Posteriormente a San Agustín, el matrimonio es tratado desde un punto de vista moral y nada más.
Es a partir de estas discusiones, cuando empieza a esbozarse una teoría sobre el matrimonio.
[1] (Contra Faustum, XIX, c.26.

[2] Da Genes. Ad litt.IX, 7-12..

[3](Vide Comac Burke, San Agustín y la sexualidad conyugal (Agustinus) 35-1990, 279-297.