jueves, 28 de marzo de 2013

LOS ZAPATOS DEL PAPA FRANCISCO



LOS ZAPATOS DEL PAPA FRANCISCO
                        Félix Martínez Cabrera
 
           Le damos mucha importancia a la cabeza o mejor dicho al cerebro por el cual  pensamos, reflexionamos y nos comunicamos con los demás. Le damos menos importancia a los pies. Con ellos caminamos, abrimos senderos, subimos a las alturas. El hombre desde la historia siempre ha caminado, y caminaba con los pies descalzos, pisando los guijarros del camino, que le hacían sangrar los pies. Los filósofos dijeron que la vida es largo un camino en la vida del hombre en busca de un sentido a su vida. Los ingenieros hicieron grandes autopistas  y a velocidades de vértigo nos ahorraron mucho camino. Las veredas, los caminos rurales dejaron de ser transitados por el hombre, que se hizo perezoso con tanto coche. El paisaje, las montañas, los valles, se veían al resplandor de un fogonazo en esta prisa de vértigo. Se estaba olvidando el lento caminar de un mes florido de mayo, sobre la alfombra  verde de nuestras veredas.
 
 
        Los poetas nos dijeron que “se hacía camino al andar”. El hombre andariego veía el mundo con otros ojos distintos. Levantaba el polvo del camino con sus pies, peregrinaba a una meta con los pies sangrantes, y con el sudor en su frente. El hombre es un eterno peregrino. En la edad media hubo muchos caminos, el se Santiago, el de Roma, el de Jerusalén. En todos ellos los peregrinos ansiaban llegar a la meta.  El abrir senderos y el desbrozar caminos ha sido la aventura del hombre en busca de los picos más altos, siempre más, siempre más. Los poetas y los pintores han recorrido el mundo  en busca de la belleza. Nos ha descubierto la sinfonía de la creación, el sentir del corazón humano, sus grandezas y sus miserias. No se quedaron encerrados en sus cenáculos. Tantas leguas de camino no se podían hacer sin los zapatos. Los inventó el hombre, porque los pies son frágiles, los caminos ásperos y a veces espinosos.
 
 
          “El homo sapiens”  en la historia ha ido inventando miles  de artilugios y los ha ido pintando de miles de colores: zapatos negros, zapatos blancos, zapatos rojos, zapatos amarillos. Y si nos pasamos al mundo femenino, aunque no sirvan nada más que por las pasarelas, los modistos nos enseñan miles de fantasías. ¡Son verdaderamente bellos!”. Jesucristo también nos dice que Él es el camino, la verdad y la vida. Es verdad que con si Él nos perdemos en el comino en la noche oscura de nuestra vida. Con El camino no lo hacemos solos, y más aún si vamos cogidos al brazo del otro. La vida es un camino que emprendemos al nacer y termina al morir, aunque es verdad que con el morir entramos en la esperanza de un nuevo camino.

 
            Me extrañó que el Papa Francisco no quisiera ponerse los zapatos rojos, y volviera a los que había usado en su tierra. A mí los zapatos nuevos me molestan. Hay que domarlos, y cuando se usan durante unos meses, recorriendo las calles, se hacen más suaves, y menos molestos. Esta era mi respuesta que yo daba en mi interior a que el Papa amara tanto a sus zapatos negros y gastados de caminar por Buenos aires. Sin embargo la repuesta es mucho más profunda y demuestra su sensibilidad franciscana.

           Casualmente me encontré con la explicación con la palabra astracán. El astracán es una piel de cordero nonato o recién nacido, que se usa en la peletería para  hacer abrigos de un suave pelaje o unos zapatos rojos que querían que se pusiera el nuevo Papa.

 Para curtir la piel, la operación se hace de la manera siguiente: Degüellan a la madre, la cuelgan en un gancho y extraen el feto del útero y después curten la piel. Las ovejas que usa suelen ser de la raza karakul, cuya lana es rizada, negra y muy fina. El abrigo de astracán es la elegancia personificada, para cuya confección se necesitan unos 30 fetos y tienen por ello un precio altísimo. Para unos zapatos no sé los que se necesitan. Lo hacen antes que nazca,  ya que conserva así mejor  sus rizos negros y no pierde la suavidad y la transparencia. Entre cinco y seis millones de corderos se degüellan  para esta cruel industria todos los años.
          De la misma manera que san Francisco compró unas tórtolas para que no las mataran, el Papa como decía en su última homilía, nos invita a que cuidemos la creación,  que es obra de Dios y no la destrocemos. El cordero es el símbolo de Cristo, que fue sacrificado en la cruz por los hombres. En las sinagogas ya aparecía la figura de buen pastor con el cordero a cuestas. Me explico ahora que odiara los zapatos colorados. Como buen Pastor debe cuidar su rebaño.