LOS
ZAPATOS DEL PAPA FRANCISCO
Félix Martínez Cabrera
Le
damos mucha importancia a la cabeza o mejor dicho al cerebro por el cual pensamos, reflexionamos y nos comunicamos con
los demás. Le damos menos importancia a los pies. Con ellos caminamos, abrimos
senderos, subimos a las alturas. El hombre desde la historia siempre ha
caminado, y caminaba con los pies descalzos, pisando los guijarros del camino,
que le hacían sangrar los pies. Los filósofos dijeron que la vida es largo un
camino en la vida del hombre en busca de un sentido a su vida. Los ingenieros
hicieron grandes autopistas y a
velocidades de vértigo nos ahorraron mucho camino. Las veredas, los caminos
rurales dejaron de ser transitados por el hombre, que se hizo perezoso con
tanto coche. El paisaje, las montañas, los valles, se veían al resplandor de un
fogonazo en esta prisa de vértigo. Se estaba olvidando el lento caminar de un
mes florido de mayo, sobre la alfombra verde de nuestras veredas.
Los
poetas nos dijeron que “se hacía camino al andar”. El hombre andariego veía el
mundo con otros ojos distintos. Levantaba el polvo del camino con sus pies,
peregrinaba a una meta con los pies sangrantes, y con el sudor en su frente. El
hombre es un eterno peregrino. En la edad media hubo muchos caminos, el se
Santiago, el de Roma, el de Jerusalén. En todos ellos los peregrinos ansiaban
llegar a la meta. El abrir senderos y el
desbrozar caminos ha sido la aventura del hombre en busca de los picos más
altos, siempre más, siempre más. Los poetas y los pintores han recorrido el
mundo en busca de la belleza. Nos ha
descubierto la sinfonía de la creación, el sentir del corazón humano, sus
grandezas y sus miserias. No se quedaron encerrados en sus cenáculos. Tantas
leguas de camino no se podían hacer sin los zapatos. Los inventó el hombre,
porque los pies son frágiles, los caminos ásperos y a veces espinosos.
“El homo sapiens” en la historia ha ido inventando miles de artilugios y los ha ido pintando de miles
de colores: zapatos negros, zapatos blancos, zapatos rojos, zapatos amarillos.
Y si nos pasamos al mundo femenino, aunque no sirvan nada más que por las
pasarelas, los modistos nos enseñan miles de fantasías. ¡Son verdaderamente
bellos!”. Jesucristo también nos dice que Él es el camino, la verdad y la vida.
Es verdad que con si Él nos perdemos en el comino en la noche oscura de nuestra
vida. Con El camino no lo hacemos solos, y más aún si vamos cogidos al brazo
del otro. La vida es un camino que emprendemos al nacer y termina al morir,
aunque es verdad que con el morir entramos en la esperanza de un nuevo camino.
Me
extrañó que el Papa Francisco no quisiera ponerse los zapatos rojos, y volviera
a los que había usado en su tierra. A mí los zapatos nuevos me molestan. Hay
que domarlos, y cuando se usan durante unos meses, recorriendo las calles, se
hacen más suaves, y menos molestos. Esta era mi respuesta que yo daba en mi
interior a que el Papa amara tanto a sus zapatos negros y gastados de caminar
por Buenos aires. Sin embargo la repuesta es mucho más profunda y demuestra su
sensibilidad franciscana.
Para curtir la piel, la operación se hace de
la manera siguiente: Degüellan a la madre, la cuelgan en un gancho y extraen el
feto del útero y después curten la piel. Las ovejas que usa suelen ser de la
raza karakul, cuya lana es rizada, negra y muy fina. El abrigo de astracán es
la elegancia personificada, para cuya confección se necesitan unos 30 fetos y
tienen por ello un precio altísimo. Para unos zapatos no sé los que se
necesitan. Lo hacen antes que nazca, ya
que conserva así mejor sus rizos negros
y no pierde la suavidad y la transparencia. Entre cinco y seis millones de
corderos se degüellan para esta cruel industria
todos los años.
De
la misma manera que san Francisco compró unas tórtolas para que no las mataran,
el Papa como decía en su última homilía, nos invita a que cuidemos la creación,
que es obra de Dios y no la destrocemos.
El cordero es el símbolo de Cristo, que fue sacrificado en la cruz por los
hombres. En las sinagogas ya aparecía la figura de buen pastor con el cordero a
cuestas. Me explico ahora que odiara los zapatos colorados. Como buen Pastor
debe cuidar su rebaño.