miércoles, 4 de junio de 2008

MATRIMONIO XII



XII. EVOLUCIÓN DE LA CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIOI Y LOS MATRIMONIOS CLANDESTINOS.

El hecho más importante del matrimonio es la publicidad del mismo. La iglesia desde el principio admitió que el matrimonio se realizaba por el consentimiento. Pero no constaba jurídica y públicamente la existencia del vínculo y la libertad de los contrayentes. Esta regulación la va a hacer definitivamente el Concilio de Trento. El matrimonio empezó a celebrarse en la iglesia en las condiciones con las que hablaremos posteriormente, aunque sí asistía al matrimonio de los esclavos que no podían celebrar matrimonio civil.
En Normandía el consentimiento debía prestarse ante las puertas de la Iglesia en presencia de toda la asamblea cristiana. Ya no se hace en la casa de la novia como se hacía en el derecho romano.
En los moralistas de la época se empiezan a distinguir dos fueros: el fuero de Dios, llamado interno o del cielo y el fuero externo, o publico o in facie ecclesiae (en presencia de la Iglesia. En un moralista del siglo XI leía esta curiosa historia: Un Señor había contraído matrimonio públicamente (In facie ecclesiae), pero con anterioridad había contraído un matrimonio secreto (in foro Dei). Su matrimonio público era nulo, ya que existía el impedimento de primer vínculo, desconocido para la sociedad (clandestino). Pregunta a un confesor, sobre la licitud de sus relaciones conyugales. La respuesta del confesor es muy curiosa. No puede tener relaciones con la mujer que se ha casado públicamente, ya que ella no es su mujer, porque el matrimonio era nulo. Con la primera mujer, sólo, cuando no haya escándalo social, ya que nadie sabe que esa es su verdadera mujer y si vive con ella hay escándalo. En concreto no puede convivir con ninguna de la dos.
La iglesia va tomando conciencia de que es necesario suprimir los matrimonios clandestinos y antes de darles una nueva configuración en Trento, se empieza a actuar en otros aspectos.
El misal de Reenes nos presenta las distintas partes de este ritual de esta manera::
Vaya el sacerdote primero delante de la puerta de la Iglesia, revestido de alba y estola, con el agua bendita. Después de rociar a los esposos les interrogará con prudencia para saber si quieren desposarse conforme a la ley; se informará de si acaso son parientes y les enseñará cómo vivir juntos en el Señor.
Después de esto diga a los padres, según la costumbre, que den su hija al esposo y a éste que le dé su dote, cuyo escrito hará leer en presencia de todos los asistentes.; haga también que la despose con un anillo bendecido en nombre de la Santísima Trinidad, poniéndoselo en la mano derecha, y les haga permutar algunas piezas de oro o plata según sus posibilidades. Haga luego el sacerdote la bendición que está indicada en los libros.
Una vez terminada ésta, entrará en la iglesia y comenzará la misa. Entonces el esposo y la esposa llevarán luces encendidas en las manos. Durante la misa harán ofrenda de ellas al ofertorio. Antes de que se diga el pax domini se pondrá bajo un velo según la costumbre; entonces recibirán la bendición nupcial. Al final el esposo recibirá la paz del sacerdote y la dará a su esposa.[1]
En el transcurso del tiempo, resumiendo el rito matrimonial ha ido asumiendo distintos aspectos.
Previamente a la boda se celebraban las vísperas, con su carácter nupcial.
Se hacía la bendición del que había de ser el tálamo nupcial.
La entrega de las arras y del anillo nupcial es antiquísimo, ya que se usaban en el derecho romano. La palabra arras, provienen de la palabra griega arrahalôn, que significa paga, refiriéndose posiblemente a la cantidad que el padre de la novia debería pagar por la novia en forma de dote, de acuerdo con el derecho teutónico. Costumbre que había existido en la antigüedad en el derecho romano. Posteriormente el simbolismo se pone en el intercambio de bienes o dote.
El Concilio de Florencia(1438-1445) en el decreto para los armenios dice: “El séptimo sacramento es el del matrimonio, que es signo de la unión de Cristo y la Iglesia, según el Apóstol que dice: Este sacramento es grande; pero entendido en Cristo y en la Iglesia [Eph. 5, 82]. La causa eficiente del matrimonio regularmente es el mutuo consentimiento expresado por palabras de presente. Ahora bien, triple bien se asigna al matrimonio. El primero es la prole que ha de recibirse y educarse para el culto de Dios. El segundo es la fidelidad que cada cónyuge ha de guardar al otro. El tercero es la indivisibilidad del matrimonio, porque significa la indivisible unión de Cristo y la Iglesia (tomado de San Agustín). Y aunque por motivo de fornicación sea licito hacer separación del lecho; no lo es, sin embargo, contraer otro matrimonio, como quiera que el vinculo del matrimonio legítimamente contraído, es perpetuo.
El Concilio de Trento, por medio del decreto «Tametsi» manda que el matrimonio se celebre con la presencia del párroco y de dos testigos, ya que quedan prohibidos los matrimonios clandestinos. Esta va ser la forma canónica ordinaria, necesaria para la validez del matrimonio
Esta manera de celebrar el matrimonio se impuso de tal manera que se consideraban nulos si no tenían estas condiciones.
Se discutió mucho entre los teólogos, si la iglesia podía o no poner estas condiciones con la condición de nulidad.
La respuesta que daban los teólogos es que la Iglesia no puede cambiar la sustancia del sacramento, pero puede determinar el signo externo o forma en que debe celebrarse como sucede en los demás sacramentos.
Resumiendo todo este proceso podemos decir que consideran que es lícito el matrimonio el Concilio de Toledo (a.447), el de Braga(a. 1-5-561), y el de Lertrán (1139)
Hablan de la sacramentalidad del matrimonio el Concilio de Verona (a. 1184), la carta Quanto te magis, de Inocencio III (1-5-1199), La Bula Exultate Deo (22-11-1199), y el Concilio de Trento, sesión 24 (11´11.1563)
En el siglo XVIII empezó a esparcirse el trigo al salir los novios de la Iglesia como signo de fertilidad y prosperidad.
EN GRECIA y en todo Oriente el matrimonio tiene dos momentos:
La ceremonia de los esponsales, en la que los novios se entregan los anillos, uno de oro y otro de plata. Se los intercambian mutuamente.
La coronación que es el equivalente a la velación en occidente. El sacerdote coloca una corona sobre cada uno de los contrayentes. Intercambio de un beso entre los esposos y la misa.
En las Iglesias de Oriente, desde una época antigua, los pastores tomaron parte activa en la celebración de los matrimonios, sea en lugar de los padres de familia o conjuntamente con ellos. Este cambio no fue el resultado de una usurpación: se realizó, por el contrario, a petición de las familias y con la aprobación de las autoridades civiles. A causa de esta evolución, las ceremonias que se realizaban primitivamente en el seno de las familias fueron progresivamente incluidas en los ritos litúrgicos mismos, y se formó asimismo la opinión de que los ministros del rito matrimonial no eran sólo los cónyuges, sino también el presbítero asistente. La luna de miel procede de los celtas
[1] Martinot, o.c. pg. 646