jueves, 26 de junio de 2008

MATRIMONIO XVI


XVI. EL MATRIMONO COMUNIDAD DE VIDA Y AMOR

Ante el miedo de muchos padres, el Concilio exaltó la dimensión del amor en la vida matrimonial, ya que comprendió que el matrimonio cristiano, de acuerdo con la tradición de la Iglesia, debería impulsarlo cada vez más. Al amor matrimonial son aplicables todos los aspectos del amor de los que habla el nuevo testamento, aunque hay uno aspectos específicos, que son de los que voy a hablar. La esencia del cristianismo está en el amor.
La antropología y la teología nos han ayudado a conocer las profundidades de ese amor y sus tiranías.
Pero cabe preguntarnos cuál es el contenido del amor propuesto por el concilio:
Es un amor sacramental, es decir conformado por .la gracia de Dios, mediante la recepción del sacramento., como hemos explicado anteriormente
El amor conyugal es una acto de la voluntad por el que los esposos se dan y aceptan mutuamente para constituir una institución y vínculo sagrado, por el se forma una comunidad de vida y amor.
Se trata de un amor humano, que se expresa en todas las dimensiones de la persona humana: biológica, psicológica, espiritual y sobrenatural.
Es un amor electivo, ya que nace como vulgarmente se dice de un flechazo, de una elección concreta y voluntaria de una persona, que no se define sólo por el sexo, sino por el conjunto de cualidades, que se descubren en la otra. De ahí la importancia de no equivocarse.
Es un amor personal, no instintivo
Santo Tomas decía: Amare nihil aliud est quam velle bonum alicui. Amar es querer el bien del otro.
Amar es aceptar al otro como es, con sus virtudes y defectos, con sus grandezas y pequeñeces.
Es una amor eterno, fiel, indisoluble. Si el amor no es eterno, no es pleno. Si no es fiel, es un amor disperso. Si no es único, pierde la fuerza de la totalidad.
Es un amor abierto a la procreación. Es una comunidad en la que se educan los hijos
Es un amor abierto a la sociedad. Somos hijos de una historia, de una familia, de unos hermanos, de unos amigos, de un pueblo, de unas costumbres..No estamos fuera del tiempo, sino en el tiempo y en el espacio. El amor no es aislamiento, ni casa cerrada, ya que debe tener los ventanales abiertos a todos los aires
Es una casa abierta hacía la eternidad desde la creencia, ya que en el largo peregrinaje de la vida, no se puede romper ese hilo de la trascendencia. Dios debe ser la llama que encienda el amor de los esposos y al que ellos deben acudir en los días malos: La carga muchas veces es pesada, pero somos dos en llevarla. O, más bien, gracias al don recíproco, formamos una comunidad en la que ya no se distinguen el tú y el yo. Tu alegría es mi alegría: tu pena es mi pena; tu grandeza es mi grandeza; tus pecados mismos son también mis pecados; Para tomarlo así todo, lo mejor y lo peor, es preciso antes haberlo dado todo.[1] Es un amor recíproco. Darse enteramente, sin reservas, sin esperar. Siempre dispuestos a amar.
El amor de la mujer y del hombre son distintos: Goethe hablaba de la ternura del eterno femenino.
Escuchar siempre la historia de cada uno, de su trabajo, de sus experiencias, de sus lecturas. Dos mundos en uno, separados, pero caminando por la misma senda..
Estar dispuesto a esperar al otro cuando viene cansado o agobiado para calmar su sed, extenderle la mano llena de caricias y amor.
El diálogo, los silencios, las sonrisas, las palabras son vehículo de comunicación.
Las mujeres hablan del egoísmo masculino. Pero a ellas corresponde vencerlo, y sólo pueden conseguirlo, a fuerza de amor y paciencia.[2]Es una donación generosa y recíproca.
Se puede amar en el silencio de dos miradas.
El amor humano viene de Dios y debe volver a Dios. Dios es causa de felicidad y esperanza y al mismo tiempo fuente de gracia y amor.
La gracia del sacramento crea el amor, lo renueva, o consolida, y lo hace más alegre, y más fuerte Buscad a Dios, amad a Dios, estar unidos con Dios. Dios es alfa y el omega del amor humano.
La oración es fuente de amor, ya que en ella nos despojamos de nuestros egoísmos..
. El amor, fuente de la alegría en el matrimonio, es también fuente de gracia y salvación
El amor es vulnerable y si no se riega, terina secándose.
El amor supone esfuerzo, combate y trabajo para librarlo de los enemigos exteriores, especialmente contra la apatía, la desidia y la indolencia
El enemigo más grande del amor es el egoísmo y el amor propio.
Quien mucho pide y no da nada, termina matando al amor. Quien lo da todo, termina recibiéndolo todo.
El egoísmo de uno termina quebrando el amor solidario.
El amor es protegido por la cruz.
Una felicidad sin eclipses es fatal para el amor.
El sacrificio por amor hace más profundo el amor
El matrimonio es una comunidad indisoluble, estable y eterna
Esta comunidad de vida no está solo dirigida a la vivencia comunitaria e interpersonal del amor entre los esposos, sino a la procreación y educación de los hijos
El matrimonio no se puede entender sin amor. Gracias al amor, en la vida matrimonial, se establecen unas relaciones entre el marido y la mujer, que dinamizan la vida matrimonial en una unidad, en una comunión, en una comunidad en la que Cristo está presente en virtud del sacramento. Pero siendo el amor lo esencial en esa relación hay otra serie de aspectos, que aunque no formen el núcleo esencial del matrimonio, ayudan a que se realice de una manera más plena.
En ese amor, por el sacramento está Dios y es a su vez fuente de santificación y de gracia. La gracia cura y fortalece el amor humano; lo hace más radiante y trasparente. La gracia renueva, recrea y multiplica el amor humano. Dios no estorba. Dios es el alfa y el omega del amor conyugal. El amor es el alma viviente del sacramento. El amor no sólo está santificado, sino que es a su vez santificante.
Este amor es un don, una entrega generosa y recíproca.
Por el amor el hombre se hace más disponible, más abierto al corazón del otro. Nos hace salir de nosotros mismos.
El amor hay que estar rehaciéndolo toda la vida, ya que el hombre es el único ser que no tiene medida en el amor. Cada día puede amar un poquito más.
Es el compromiso mutuo de darse total y eternamente. Si no es eterno o está condicionado, no es total. Quien lo da todo, lo recibe todo.
Es un amor que hace vibrar a toda la persona, cuerpo y espíritu. No necesariamente tiene que estar atado a la afectividad, ya que muchas veces es silencioso, y contemplativo. El amor tiene sus curvas en la vida de la persona, pero no por ello deja de ser amor, aunque haya oscuridades.
Quien ama rebosa de felicidad y percibe en si mismo la alegría y la dulzura del vivir
El amor es fuente de vida, de alegría, de paz y fortaleza.
El amor tiene también sus peligros. Si el rosal no se riega y abona, no florece la rosa. El vivir el amor supone renuncias, sacrificios, esfuerzo, en ocasiones tensiones, trabajo, combate. El sacrificio y la cruz fortalecen el amor. Por esto hay horas radiantes y opacas, horas de luz y de noche.
Al amor le rondan muchos peligros: La apatía, el egoísmo, la desgana, el silencio.
Puede haber un egoísmo de dos que se encierran sobre sí mismos y no son capaces de abrirse al mundo. Viven en una isla. Al unirse en matrimonio con una persona, cada uno de ellos lleva detrás de si una larga historia: Unos padres, unos hermanos y unos amigos. Ese mundo antiguo, lleno de recuerdos y añoranzas, no se ha perdido, sique estando vivo y es bueno que sea así. Al amar al otro es necesario amar ese pasado, ya que no estorba, nos enriquece. Una casa con las puertas abiertas rompe los silencios de la soledad y nos descubre otros mundos No somos islas. El mundo es de todos y tenemos que construirlo entre todos. Todos somos hijos de la Iglesia y tenemos que colocar nuestras piedras.
El amor es algo vivo que crece, que evoluciona. Crecemos en experiencia, en conocimientos, en amistades y al ritmo de esta historia de cada uno y incluso de la historia común, el amor crece, se configura, toma nuevos matices y tintes, se hace más maduro. Por eso es necesario activarlo, alimentarlo, nutrirlo cada día, como se hace con las ascuas encendida en nuestra chimenea para que no se apaguen el brillo de su luz.
El camino del amor es largo. No siempre está lleno de rosas. Hay espinas en el camino y atardeceres oscuros. Hay minutos y horas tensos, pero con la mirada puesta en Dios, el horizonte se hace más luminoso. En este largo camino de la historia de cada uno los primeros pasos serán firmes y vigorosos, con el paso del tiempo se pierden las fuerzas y la lozanía, los pasos son titubeantes, vienen los achaques y los gestos son menos efusivos, más silenciosos. Se ha llegado a la plenitud del amor, sin la plenitud de los primeros años. Los hijos vuelan del nido, la casa se llena de silencios. Ya no tienen que mirar a nadie, sino mirarse a mismos. La jubilación les ha apartado del trajín de la vida. Vuelven a reencontrarse, en el silencio del salón y en su silencio interior, con sus achaques, con sus pastillas, con sus manías etc. Yo admiro a estos matrimonio, preparados a dar el salto al Padre, llenos de un amor tan profundo a Dios y a los hijos, que descubro una nueva luz en sus ojos cansados de tanto mirar. Nunca ese amor ha sido tan gratuito, tan contemplativa y purificado en la tierra.
El sí al amor no sólo se dice en el momento de contraer matrimonio, la vida entera desde el amanecer hasta la noche debe estar llena de sies.
El primer hijo, el segundo, el tercero son fruto de ese amor. Este se transforma en nosotros, ya que el amor en dos, se transforma en una familia. Corre un nuevo aire, una nueva alegría, suenan unos nuevos llantos. Ambos esposos siente el gozo y el don de la paternidad y maternidad.
El amor tiene en ocasiones su noche oscura, como la tuvieron los santos. Incomprensiones, rebeldías, choques, desacoples, tensiones, egoísmos y roces salen al camino. Es necesario buscar el encuentro, estar dispuestos a perdonar y cambiar en ocasiones los comportamientos. La crisis, en esta nueva perspectiva, ayuda a profundizar en el amor, y a relegar al olvido la oscuridad. Son crisis de crecimiento
Este amor lleva al hombre a vivir una plena comunión de vida y una comunidad de intereses. Gracias a esa donación mutua se forma una comunidad en la que ya no se distingue el tu del yo, ya que sólo se declina el nosotros: tus alegrías, tus sonrisas, tus cruces, tus grandezas son mías. En esta nueva comunidad se da sin esperar, sin recibir, sin reservas.
En el introito de la misa de matrimonios decimos: Que el Dios de Israel os una. Esta unión, fundada en Dios, es la más fuerte que existe en la tierra, ya que es obra del mismo creador. Son dos seres complementarios, por esto la fusión es más completa y enriquecedora.
Cada uno aporta lo que es en su misma estructura vital como complemento del otro. Esta unidad invade los estratos de los dos seres: El cuerpo y el espíritu, las actividades y caracteres, la inteligencia y las almas, la afectividad etc.
Esta unidad hay que quererla y tener el firme propósito de realizarla.
Es poner en común lo que somos, lo tenemos y lo que queremos. La independencia es una trampa.
Para ello no hace falta ceder, ni dejar de ser persona, ni anular al otro. Simplemente respetar y no imponer criterios. Ello sería cargar con un muerto
El dejar de ser uno mismo, el perder nuestra propia personalidad, en aras de la paz y de la armonía, es romper la unidad que enriquece.
Estar atento a la vida del otro, a sus gustos, a sus aficiones y querencias. Con frecuencia la apatía, la rigidez y la rutina son fuerzas disgregadoras.
La psicología ha ido descubriendo los diversos campos en los se puede ir conjugando esta unidad:
1. Unión en las actividades, gustos y sensibilidades..
Los gustos de uno y de otro se complementan y ayudan a la formación estética. Los sentimientos de uno, sus percepciones de la vida, sus aficiones nos hacen comprender lo que el otro lleva dentro, si existe la comunicación.
Cuando hay desencuentros o incomprensiones irreductibles, es mejor buscar lo que une que lo que separa.
El estar con los amigos comunes, saber acogerlos, compartir sus palabras, favorece el salir del cerco del hogar para compartir con otros nuestros pensamientos y lo que llevamos dentro
Las actividades del hombre y la mujer son a veces completamente distintas. Si uno no se interesa y se preocupa del trabajo del otro, de sus problemas, de sus dificultades en el trabajo, la unión se siente resquebrajada, ya que el trabajo llena la esfera de cada uno.
Muchas veces los gustos o hobbies de cada uno no asumidos por el otro, se demuestra desinterés o cansancio por sus actividades, ello lleva a la decepción
Aceptar los gustos del otro, sumarse a ellos, interesarse por ellos fortalece la unión ya que se realiza en común. Hay aflicciones deportivas, paseos en el campo, viajes de turismo, visita a museos etc. que si se realizan juntos, y se armonizan, favorecen la unión.
Cuando los gustos no se conjugan y cada uno queda aferrado a los suyo, y quiere llevar al otro a lo que nos agrada, se desinteresa del otro, porque eso es lo que él ama. La caza, las motos.
Cuando uno de los esposos o los dos se desinteresan de las actividades el otro, eso equivale a seguir cada uno su camino, sin que prevalezca la unidad.
Es necesario armonizar las actividades.
En el amor quien no avanza retrocede.
Es con frecuencia uno de los problemas que más contribuyen a la desunión. En el noviazgo se impone armonizarlos. Si no se consigue, hay que replantearse la oportunidad del matrimonio, ya que muchos matrimonios se van a pique por este capítulo. Una vez casados, hay que estar atentos a ello. Es evidente que hay que tener en cuenta la psicología masculina y femenina. No se trata de ser idénticos, pero se impone siempre el dialogo, y la comprensión. Todos tenemos defectos. Tenemos que amar al otro tal como es y no como nosotros quisiéramos que fuera. La paciencia y la calma, más que el grito, nos ayudará a corregirnos o al menos atenuarlos.
2. Unión de voluntades
En el matrimonio se hacen proyectos, se señalan metas, surgen problemas y es necesario ponerse de acuerdo, para conjugar en diálogo los objetivos esenciales que se deben cumplir. Cada día, cada semana se impone este diálogo, y más aún en estos tiempos de la prisa, en los que estamos tan aturdidos por tantas cosas; nos falta tiempo y reposo para dialogar y hablar. Hay siempre un peligro de absorción, que rompe la armonía. Los proyectos deben ser concordados, y asumidos, nunca impuestos. La abdicación por la terquedad corre malas pasadas. Es mejor esperar para un dialogo más sereno.
3. Unión de inteligencias
La formación intelectual es normalmente distinta. El compartir saberes enriquece. El mundo está lleno de misterios, la ciencia avanza, las visiones del mundo cambian. El poner en común estos cambios y estos descubrimientos los enriquece. El comentar una lectura, una película, una canción ayudan a intercambiar los aspectos de la vida y los descubrimientos que cada uno ha ido haciendo.

[1] H. Caffaret, Matrimonio. Nuevas perpectivas, Edit. Litúrgica1962, 45.

[2] (H. Caffaret, o. ci, p.47)