.10. Ley del talión (Mt. 5, 38-42).
Lucas 6, 29 ss. dice estas mismas palabras en el contexto del amor a los enemigos.
La ley del talión ya se encontraba en el código de Hammurabi, que fue hecho por este rey por los años 1.700 años antes de Cristo. Se decidió a escribirlo en unas tablas de piedra para evitar las venganzas de tipo privado, que estaban haciendo irrespirable su imperio, por la creciente venganza de crímenes contra crímenes cada ve más frecuentes. El código debía ser aplicado por los jueces con los criterios objetivos de la ley y sin excederse en ello. Este tipo de normas estuvo muy extendido en aquella sociedad primitiva.
Quinientos años después, Moisés dio a su pueblo una serie de prescripciones, llamadas la ley del talión. En el libro del Éxodo se ordenó: Se cobrará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal (Ex.21, 23-25; Lv. 24, 19-21; Dt. 19, 25).
En el primitivo derecho romano aparece igualmente esta ley. .
La ley del talión en aquellas sociedades primitivas fue brutal y nos cuesta mucho trabajo entenderlas con nuestra mentalidad actual, ya que no percibimos que en aquella época la sociedad no estaba estructurada socialmente como hoy. No había policías para el orden público, no existían las cárceles como hoy y sobre todo vigía el sentido individual de la venganza y la reparación del mal hecho, por otra acción aún mayor.
Se impuso un nuevo principio que suponía un avance en aquella sociedad primitiva y vengativa: La venganza jamás debía exceder a la ofensa y debía ser aplicada por los jueces.
No obstante en el Antiguo Testamento, a partir de los libros sapienciales y los profetas, se van a moderar estas prácticas, ya que se habla del perdón.
Jesús va a revolucionar todo este sistema legal con nuevas exigencias: Habéis oído que se os dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto y al que te obligue a caminar con él una milla, vete con él dos; a quien te pida, dale; al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espalda (V.38-2).
Jesús enuncia estos principios.
No resistáis al mal
A quien te abofetee en tu mejilla derecha, preséntale la otra.
A quien te quite la túnica, dale también el manto.
A quien te obligue a caminar una milla, vete con el dos. Los soldados invasores podían obligar a los vencidos a caminar con ellos cargados de mercancías necesarias para los ejércitos. Este fue el caso del Cireneo.
Al quien te pida, dale
Al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espada.
Estas palabras de Jesús tienen evidentemente un sentido hiperbólico. Jesús nos está descubriendo la radicalidad de su mensaje; quiere decirnos, que no resistamos al mal, que devolvamos siempre el bien, que la ley del perdón debe prevalecer sobre la ley de la venganza, que no devolvamos el insulto. La nueva ley de Jesús es el amor frente a la venganza, la vida frente a la muerte, cargar con la carga del caminante, no sacar los ojos al enemigo, abrigar a los que tiene frío porque no tienen túnica, darles pan a los que llaman a nuestra puerta, limpiar las lágrimas de los que lloran, ir por el mundo haciendo el bien y nunca el mal.
El amor frente a la tortura. Es mejor dar que pedir. Por eso a quien te pida algo, tiéndele la mano. Al que desee que les prestes algo, dáselo con amor, si puedes. Al mal hay que vencerlo con el bien (Rom. 12, 17-21).
Para entender lo del manto, tenemos que situarnos en aquella sociedad. Todo hombre tenía varias túnicas pero un solo manto. Si se le quitaba el manto, se quedaba a la intemperie; por este motivo el renunciar al manto era algo heroico. La exigencia de Jesús es radical.
Estas exigencias nos pueden parecer utópicas en el mundo en que vivimos. No son estimadas en esta sociedad, ya que prevalece la venganza, el odio, el rencor, la destrucción del enemigo, el robo, y la pistola en la mano. La misma pena de muerte vigente en el talión, aún no se ha desterrado del mundo, a pesar de que nuestras sociedades siguen dando pasos en la tolerancia, en la convivencia, y en las relaciones sociales. No obstante nuestro mundo sigue siendo un nido de odios y de rencores, especialmente en la medida que se aparta de Dios.
Los hombres en lugar de pan, distribuyen armas para que se sigan matando unos y otros.
El Mahatma Gandhy decía con gran ironía: Si aplicamos el ojo por ojo y el diente por diente, pronto el mundo se quedará ciego.
Para terminar quiero hacerlo con unas palabras de Alonso Schökel: Quizá tengamos que confesar tristemente que nuestro mundo no está aún preparado para que la ley evangélica del amor sustituya a la ley del talión; pero, precisamente porque hemos tocado fondo en los horrores de la violencia y la violencia institucionalizada está enquistada, Jesús invita apremiantemente a sus seguidores a poner en práctica la utopía del amor evangélico como humilde levadura que producirá el cambio. Mateo lo expresa con sencillez y realismo: "si uno te da una bofetada… al que quiera ponerte pleito… si uno te obliga a caminar mil pasos… a quien te pida prestado… Las respuestas podrán parecer absurdas, pero llevan en sí el poder que cambiará el mundo.
La ley del talión ya se encontraba en el código de Hammurabi, que fue hecho por este rey por los años 1.700 años antes de Cristo. Se decidió a escribirlo en unas tablas de piedra para evitar las venganzas de tipo privado, que estaban haciendo irrespirable su imperio, por la creciente venganza de crímenes contra crímenes cada ve más frecuentes. El código debía ser aplicado por los jueces con los criterios objetivos de la ley y sin excederse en ello. Este tipo de normas estuvo muy extendido en aquella sociedad primitiva.
Quinientos años después, Moisés dio a su pueblo una serie de prescripciones, llamadas la ley del talión. En el libro del Éxodo se ordenó: Se cobrará vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie, quemadura por quemadura, herida por herida, cardenal por cardenal (Ex.21, 23-25; Lv. 24, 19-21; Dt. 19, 25).
En el primitivo derecho romano aparece igualmente esta ley. .
La ley del talión en aquellas sociedades primitivas fue brutal y nos cuesta mucho trabajo entenderlas con nuestra mentalidad actual, ya que no percibimos que en aquella época la sociedad no estaba estructurada socialmente como hoy. No había policías para el orden público, no existían las cárceles como hoy y sobre todo vigía el sentido individual de la venganza y la reparación del mal hecho, por otra acción aún mayor.
Se impuso un nuevo principio que suponía un avance en aquella sociedad primitiva y vengativa: La venganza jamás debía exceder a la ofensa y debía ser aplicada por los jueces.
No obstante en el Antiguo Testamento, a partir de los libros sapienciales y los profetas, se van a moderar estas prácticas, ya que se habla del perdón.
Jesús va a revolucionar todo este sistema legal con nuevas exigencias: Habéis oído que se os dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo que no resistáis al mal; antes bien al que te abofetee en la mejilla derecha, preséntale también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica, dale también el manto y al que te obligue a caminar con él una milla, vete con él dos; a quien te pida, dale; al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espalda (V.38-2).
Jesús enuncia estos principios.
No resistáis al mal
A quien te abofetee en tu mejilla derecha, preséntale la otra.
A quien te quite la túnica, dale también el manto.
A quien te obligue a caminar una milla, vete con el dos. Los soldados invasores podían obligar a los vencidos a caminar con ellos cargados de mercancías necesarias para los ejércitos. Este fue el caso del Cireneo.
Al quien te pida, dale
Al que desee que le prestes algo, no le devuelvas la espada.
Estas palabras de Jesús tienen evidentemente un sentido hiperbólico. Jesús nos está descubriendo la radicalidad de su mensaje; quiere decirnos, que no resistamos al mal, que devolvamos siempre el bien, que la ley del perdón debe prevalecer sobre la ley de la venganza, que no devolvamos el insulto. La nueva ley de Jesús es el amor frente a la venganza, la vida frente a la muerte, cargar con la carga del caminante, no sacar los ojos al enemigo, abrigar a los que tiene frío porque no tienen túnica, darles pan a los que llaman a nuestra puerta, limpiar las lágrimas de los que lloran, ir por el mundo haciendo el bien y nunca el mal.
El amor frente a la tortura. Es mejor dar que pedir. Por eso a quien te pida algo, tiéndele la mano. Al que desee que les prestes algo, dáselo con amor, si puedes. Al mal hay que vencerlo con el bien (Rom. 12, 17-21).
Para entender lo del manto, tenemos que situarnos en aquella sociedad. Todo hombre tenía varias túnicas pero un solo manto. Si se le quitaba el manto, se quedaba a la intemperie; por este motivo el renunciar al manto era algo heroico. La exigencia de Jesús es radical.
Estas exigencias nos pueden parecer utópicas en el mundo en que vivimos. No son estimadas en esta sociedad, ya que prevalece la venganza, el odio, el rencor, la destrucción del enemigo, el robo, y la pistola en la mano. La misma pena de muerte vigente en el talión, aún no se ha desterrado del mundo, a pesar de que nuestras sociedades siguen dando pasos en la tolerancia, en la convivencia, y en las relaciones sociales. No obstante nuestro mundo sigue siendo un nido de odios y de rencores, especialmente en la medida que se aparta de Dios.
Los hombres en lugar de pan, distribuyen armas para que se sigan matando unos y otros.
El Mahatma Gandhy decía con gran ironía: Si aplicamos el ojo por ojo y el diente por diente, pronto el mundo se quedará ciego.
Para terminar quiero hacerlo con unas palabras de Alonso Schökel: Quizá tengamos que confesar tristemente que nuestro mundo no está aún preparado para que la ley evangélica del amor sustituya a la ley del talión; pero, precisamente porque hemos tocado fondo en los horrores de la violencia y la violencia institucionalizada está enquistada, Jesús invita apremiantemente a sus seguidores a poner en práctica la utopía del amor evangélico como humilde levadura que producirá el cambio. Mateo lo expresa con sencillez y realismo: "si uno te da una bofetada… al que quiera ponerte pleito… si uno te obliga a caminar mil pasos… a quien te pida prestado… Las respuestas podrán parecer absurdas, pero llevan en sí el poder que cambiará el mundo.
7. Amor a los enemigos (M7. 5, 43-48)
En los comentarios de Mateo y Lucas se resalta de una manera especial el amor a los enemigo, como algo nuevo en el mensaje de Jesús para los nuevos hijos del reino. En Mateo el texto se coloca en el contexto de los constructores de la paz (Mt. 5, 9), y los perseguidos (Mt. 5, 19). En Lucas 6, 21: Hacer el bien a los que nos odian ( Lc. 6, 27)
Jesús está hablando de un amor no correspondido y nos invita a vencer el mal con la fuerza del bien, como decíamos anteriormente. .
Este hacer el bien y perdonar, ya aparece en Sófocles, Episteto, Séneca, Cicerón. A través de la razón había llegado la filosofía griega y el derecho romano que vale más hacer el bien que el mal, y la conveniencia de perdonar a los enemigos etc-
En los Proverbios 23, 21 ss. ya se encuentra el amor a los enemigos: Si tu enemigo tiene, hambre dale de comer, si tiene sed, dale de beber; así amontonarás sobre tu cabeza brasas y Yahveh te dará la recompensa.
El texto del Éxodo, aunque se prestó a diversas apreciaciones, ya hablaba de la ayuda que se debía prestar a los enemigos: Cuando encuentres el buey de tu enemigo o a su asno extraviado, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle. (Ex. 23, 1).
Mateo dice en la antitesis: Odiarás a tu enemigo.(Mt. 5, 43,9. Más bien en la Interpretación judía parece que se quería decir: Amarás a tu prójimo, pero podrás odiar a tu enemigo.
Jesús presenta con mucha más radicalidad este mandamiento:: Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues, yo os digo, amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman. ¿Qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de particular? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Vosotros sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial
Dios no se deja condicionar, ya que es Dios de amor y de misericordia. Dios siempre está dispuesto al perdón: Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso. El profeta Oseas había dicho, refiriéndose a Dios: Yo nunca daré curso al ardor de mi cólera.., porque soy Dios y no hombre (Os. 11, 9).
Los que viven la eucaristía deben estar dispuestos al `perdón (Mt. 18, 21).
Dios ama a todos los hombres y hace salir el sol y caer la lluvia también sobre los malvados, La razón de amar a nuestros enemigos, es precisamente el amor misericordioso que Cristo tiene con todos.
Jesús perdonó a sus enemigos en la cruz.
Esteban antes de expirar al ser apedreado dijo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después dobló la rodilla y dijo con voz fuerte: Señor, no tengas en cuenta su pecado, y diciendo esto se durmió (HH.7, 60).
Jesús nos invita a responder al mal con el bien, a desterrar el odio del corazón, a perdonar a los que nos odian, a desechar la venganza del corazón, a no aborrecer a nuestros enemigos, y buscar la paz y la reconciliación con todos (Mt.5, 23, 24). Jesús nos pide que les amemos, que roguemos por los que nos persiguen, y que renunciemos a la violencia. Vencer el mal con la fuerza del bien. No esperar contrapartidas Jesús pide renunciar a la venganza, no responder a la violencia con la violencia
Cuando Jesús habla del perdón de los enemigos no se está refiriendo a nuestro enemigo personal, sino a todo aquel que de alguna manera es nuestro enemigo por la nacionalidad, por la raza, por la religión etc.
Perdón y reconciliación están íntimamente unidos: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer y si tiene sed dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre tu cabeza. No te dejes vencer, por el mal; antes bien, vence al mal, con el bien (Rom. 12, 20).
Si al presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí delante del altar y vete primero para reconciliarte con tu hermano. Luego, vuelves y presenta tu ofrenda (Mt. 5, 23-24).
La parte que ha ofendido está obligada en justicia a pedir perdón.
8. La limosna en secreto Mt. 6, 1-4.
Jesús está hablando de un amor no correspondido y nos invita a vencer el mal con la fuerza del bien, como decíamos anteriormente. .
Este hacer el bien y perdonar, ya aparece en Sófocles, Episteto, Séneca, Cicerón. A través de la razón había llegado la filosofía griega y el derecho romano que vale más hacer el bien que el mal, y la conveniencia de perdonar a los enemigos etc-
En los Proverbios 23, 21 ss. ya se encuentra el amor a los enemigos: Si tu enemigo tiene, hambre dale de comer, si tiene sed, dale de beber; así amontonarás sobre tu cabeza brasas y Yahveh te dará la recompensa.
El texto del Éxodo, aunque se prestó a diversas apreciaciones, ya hablaba de la ayuda que se debía prestar a los enemigos: Cuando encuentres el buey de tu enemigo o a su asno extraviado, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda. Acude a ayudarle. (Ex. 23, 1).
Mateo dice en la antitesis: Odiarás a tu enemigo.(Mt. 5, 43,9. Más bien en la Interpretación judía parece que se quería decir: Amarás a tu prójimo, pero podrás odiar a tu enemigo.
Jesús presenta con mucha más radicalidad este mandamiento:: Habéis oído que se os dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues, yo os digo, amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman. ¿Qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿Qué hacéis de particular? ¿No hacen también eso mismo los gentiles? Vosotros sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial
Dios no se deja condicionar, ya que es Dios de amor y de misericordia. Dios siempre está dispuesto al perdón: Sed misericordiosos como vuestro Padre Celestial es misericordioso. El profeta Oseas había dicho, refiriéndose a Dios: Yo nunca daré curso al ardor de mi cólera.., porque soy Dios y no hombre (Os. 11, 9).
Los que viven la eucaristía deben estar dispuestos al `perdón (Mt. 18, 21).
Dios ama a todos los hombres y hace salir el sol y caer la lluvia también sobre los malvados, La razón de amar a nuestros enemigos, es precisamente el amor misericordioso que Cristo tiene con todos.
Jesús perdonó a sus enemigos en la cruz.
Esteban antes de expirar al ser apedreado dijo: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Después dobló la rodilla y dijo con voz fuerte: Señor, no tengas en cuenta su pecado, y diciendo esto se durmió (HH.7, 60).
Jesús nos invita a responder al mal con el bien, a desterrar el odio del corazón, a perdonar a los que nos odian, a desechar la venganza del corazón, a no aborrecer a nuestros enemigos, y buscar la paz y la reconciliación con todos (Mt.5, 23, 24). Jesús nos pide que les amemos, que roguemos por los que nos persiguen, y que renunciemos a la violencia. Vencer el mal con la fuerza del bien. No esperar contrapartidas Jesús pide renunciar a la venganza, no responder a la violencia con la violencia
Cuando Jesús habla del perdón de los enemigos no se está refiriendo a nuestro enemigo personal, sino a todo aquel que de alguna manera es nuestro enemigo por la nacionalidad, por la raza, por la religión etc.
Perdón y reconciliación están íntimamente unidos: Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer y si tiene sed dale de beber; haciéndolo así amontonarás ascuas sobre tu cabeza. No te dejes vencer, por el mal; antes bien, vence al mal, con el bien (Rom. 12, 20).
Si al presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas entonces de que tu hermano tiene algo que reprocharte, deja tu ofrenda allí delante del altar y vete primero para reconciliarte con tu hermano. Luego, vuelves y presenta tu ofrenda (Mt. 5, 23-24).
La parte que ha ofendido está obligada en justicia a pedir perdón.
8. La limosna en secreto Mt. 6, 1-4.
Jesús en muchas ocasiones nos pide que demos testimonio de nuestra vivencia cristiana. Condena que vayamos tocando la campanilla para indicar que somos muy buenos y hacemos grandes obras de caridad. Ello sería vanidad y vanagloria. Cristo nos invita en Mt. 6, 1-4 a que cuidemos de
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de nuestro Padre Celestial.. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas trompeteando por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tu, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en el secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará (Mt. 6, 1-4).
Jesús condena la actitud de los fariseos que daban limosna para que les vieran con la trompeta en la boca.
Jesús no condena la limosna, ya que un discípulo de Cristo no puede ser indiferente al hermano que tiene necesidad. Pero nos pide que la limosna nos salga de lo más profundo del corazón, porque al acercarnos al hermano, hemos comprendido su dolor y necesidad. Ha tendido su mano hacia nosotros y nosotros se la tendemos. Jesús nos pide que no sólo compartamos nuestros bienes, sino que estemos dispuestos a compartir nuestra vida. Jesús nos pide que, al que nos tiende la mano, se la demos sin paternalismos algo de lo que tenemos.
Este dar debe hacerse con el desprendimiento de la viuda del templo, que lo dio todo (Mc.12, 44)
Decía san Gregorio Magno: Quien distribuye los bienes temporales, no abandona más que las cosas externas, pero quien dé su compasión al prójimo, le da algo de si mismo.
Es verdad que no debía ser necesaria la limosna, si existiera un mundo mas humano, más justo y fraternal.
Es oportuno recordar que no se pueden confundir los deberes de la caridad con la justicia y aquel dicho que es mejor enseñar a pescar que dar un pez.
La justicia y la caridad deben darse la mano. No debemos olvidar tampoco la obligación de las naciones ricas para ayudar al desarrollo de los pobres. La ayuda al desarrollo es la mejor limosna.
El Concilio Vaticano II nos explica el sentido que debe tener nuestra limosna: «Para que el ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos (AA. N. 8).
no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de nuestro Padre Celestial.. Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas trompeteando por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tu, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en el secreto; y tu Padre que ve en lo secreto, te lo recompensará (Mt. 6, 1-4).
Jesús condena la actitud de los fariseos que daban limosna para que les vieran con la trompeta en la boca.
Jesús no condena la limosna, ya que un discípulo de Cristo no puede ser indiferente al hermano que tiene necesidad. Pero nos pide que la limosna nos salga de lo más profundo del corazón, porque al acercarnos al hermano, hemos comprendido su dolor y necesidad. Ha tendido su mano hacia nosotros y nosotros se la tendemos. Jesús nos pide que no sólo compartamos nuestros bienes, sino que estemos dispuestos a compartir nuestra vida. Jesús nos pide que, al que nos tiende la mano, se la demos sin paternalismos algo de lo que tenemos.
Este dar debe hacerse con el desprendimiento de la viuda del templo, que lo dio todo (Mc.12, 44)
Decía san Gregorio Magno: Quien distribuye los bienes temporales, no abandona más que las cosas externas, pero quien dé su compasión al prójimo, le da algo de si mismo.
Es verdad que no debía ser necesaria la limosna, si existiera un mundo mas humano, más justo y fraternal.
Es oportuno recordar que no se pueden confundir los deberes de la caridad con la justicia y aquel dicho que es mejor enseñar a pescar que dar un pez.
La justicia y la caridad deben darse la mano. No debemos olvidar tampoco la obligación de las naciones ricas para ayudar al desarrollo de los pobres. La ayuda al desarrollo es la mejor limosna.
El Concilio Vaticano II nos explica el sentido que debe tener nuestra limosna: «Para que el ejercicio de la caridad sea verdaderamente extraordinario y aparezca como tal, es necesario que se vea en el prójimo la imagen de Dios según la cual ha sido creado, y a Cristo Jesús a quien en realidad se ofrece lo que se da al necesitado; se considere con la máxima delicadeza la libertad y dignidad de la persona que recibe el auxilio; que no se manche la pureza de intención con ningún interés de la propia utilidad o por el deseo de dominar; se satisfaga ante todo a las exigencias de la justicia, y no se brinde como ofrenda de caridad lo que ya se debe por título de justicia; se quiten las causas de los males, no sólo los efectos; y se ordene el auxilio de forma que quienes lo reciben se vayan liberando poco a poco de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos (AA. N. 8).