3. Prohibición de irritarse (Mt.5, 22).
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No matarás, el que matare será reo de juicio. Pero yo os digo todo el que se irrita contra su hermano, será reo de juicio, el que dijere raca será reo ante el Sanedrín, y el que dijere loco, será reo de la gehenna del fuego. Si vas, pues, a ofrecer una ofrenda ante el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y vuelve a presentar tu ofrenda. Muéstrate conciliador con tu adversario, mientras vas con él por el camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas puesto en prisión. Que en verdad te digo que no saldrás de allí hasta que pagues el último ochavo (Mt. 5, 229)
En el judaísmo se consideraba reprobable la cólera, que con frecuencia podía llevar al hombre al asesinato. No obstante destaca la fuerza con que Jesús la rechaza y la condenación que hace de ella. Es en el corazón en el que se fraguan las tormentas más impetuosas de la vida. No solo Jesús rechaza la violencia de las obras: El asesinato, la reyerta, la coacción física. Quiere que nuestras palabras sean respetuosas con el hermano. Por esto Jesús concreta el mandamiento del amor, en no decir palabras injuriosas y hace una llamada a la reconciliación, antes de acercarnos al altar. Las divergencias entre los miembros de la Iglesia primitiva, se solucionaban dentro de la misma iglesia. El saber pedir perdón y perdonar son categorías muy importantes en el nuevo reino.
4. El adulterio (Mt. 5, 27-30).
Habéis oído que se dijo: No adulterarás. Pero yo os digo que todo el que mira a una mujer, deseándola, ya adulteró con ella en su corazón.Si pues tu ojo derecho te escandaliza, sácatelo y arrójalo de ti, porque mejor es que perezca uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la gehenna. Y si tu derecha te escandaliza, córtatela y arrójatela de ti, porque mejor te es que uno de tus miembros perezca, que no que todo tu cuerpo (sea arrojado a la gehenna (Mt. 5, 27-28)
En esta segunda antítesis, Jesús no solo condena el adulterio, sino el deseo del que éste nace. Jesús ha interiorizado su mensaje, ya que dentro de la persona, en la más íntimo de su pensamiento es donde nace el adulterio. Su pensamiento lo refuerza de una manera hiperbólica, con comparaciones que evidentemente no se pueden entender al pie de la letra.
5. El repudio (Mt. 5, 31-32)
También se dijo: El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio. Pues, yo os digo: Todo el que repudie a su mujer, excepto en el caso de fornicación, la expone a cometer adulterio; y el que con una repudiada, comete adulterio (Mt. 5, 31-32).
(Mt. 19, 6; 5,27) Mc. 10, 11-12; Lc.16, 18) Mt. 5, 31 ss.
Se han hecho miles de comentarios sobre este texto de Jesús.
Moisés había permitido el divorcio en estos términos: “Si un hombre toma una mujer y es su marido, y ésta luego no le agrada, porque ha notado algo torpe, le escribirá el libelo de repudio y, poniéndoselo en la mano, la mandará a su casa (Deut. 24, 1)”. La interpretación no era unánime respecto a este precepto. En la época de Cristo había varias interpretaciones. La de Sammai, la más rigorista, permitía el repudio de la mujer sólo en caso de infidelidad conyugal y la de Hillet, más benévola para el marido, que permitía el repudio por causas muy triviales. En el siglo II bastaba con que se topara con otra más guapa para que se concediera el divorcio. Flabio Josefo se gloriaba de haber abandonado a su mujer, con la que había tenido tres hijos, porque no le gustaban sus costumbres. En este contexto de laxitud hay que entender la radicalidad del sermón de la montaña, que rechaza la disolución del matrimonio hasta el extremo que los discípulos se escandalizan.
En Mt. 19, 1ss. se acercaron unos fariseos para tentar a Jesús y le preguntaron, si era lícito repudiar a su mujer por cualquier causa y Jesús respondió: “¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra? Dijo: Por eso dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer y será los dos una sola carne. Por tanto lo que Dios unió que no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: Entonces ¿cómo es que Moisés ordenó dar libelo de divorcio al repudiar? Díjoles Él: Por la dureza del corazón os permitió Moisés repudiar a vuestras mujeres, pero al principio no fue así. Y yo os digo que quien repudia a su mujer (salvo en caso de adulterio) y se casa con otra, adultera.”
Los discípulos se escandalizaron y dijeron a Jesús: Si tal es la condición del hombre con la mujer, preferible es no casarse. Él les contestó. No todos entienden esto, sino aquellos a quienes ha sido dado. “Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de su madre y hay eunucos que fueron hechos por los hombres, y hay eunucos que a si mismos se han hecho tales por el amor del reino de los cielos. El que pueda entender que entiende.”
Respecto al inciso en caso de adulterio ha habido diversas interpretaciones. Algunos afirman que la cláusula excepto en caso de adulterio (Porneia), es una adicción judaica, ya que no se encuentra en Mc. 10, 11-12, cuyo evangelio había sido escrito para los cristianos de procedencia gentil. No obstante el inciso se encuentra en todos los manuscritos más antiguos. Por esto los exegetas intentan dar otra explicación. La solución la ponen en la interpretación de la palabra excepto (parektós), que puede significar también además de..El sentido de la frase sería entonces éste: Todo el que despide a su mujer, además del adulterio que él comete uniéndose a otra, es responsable del adulterio a que queda expuesta su mujer después de la separación y el que se casa con ella comete adulterio (Mt. 19, 9). Otros preferiría traducirla por ni siquiera, con lo cual la interpretación sería ésta: Ni siquiera en caso de adulterio es lícito despedir a su mujer.
El escándalo de los discípulos ratifica que Jesús hablaba de la indisolubilidad absoluta del matrimonio, ya que interpreta el hecho creativo de Dios de esta manera y la concesión de Moisés por su dureza de Corazón.
Es claro que Jesús no polemiza sobre las causas del divorcio, sino contra el mismo divorcio, ya que toma una postura radical contra él. No le importa la causa del divorcio, sino la indisolubilidad del vínculo. Se prohíbe un nuevo matrimonio no sólo al marido, sino también a la mujer.
F. Blöckle lo explica de esta forma: “La exigencia de Jesús es manifiesta y clara, no admite compromisos; no se puede hacer una reducción casuística. Por tal motivo no se trata de una nueva ley, inserta en las categorías de la antigua. El texto de Jesús tiene el carácter de una llamada profética, que en la fidelidad conyugal ve el compromiso confiado por el Creador a los que quieren vivir las exigencias de la fe”
Al mismo tiempo Jesús quiere poner de relieve el sentido de la virginidad, como veremos en San Pablo 1 Tit. 4, 1-5.
La frase de Jesús sobre el divorcio era una provocación, porque califica explícitamente de adulterio un comportamiento legal de los judíos. Pero Jesús no formula frente a la ley vigente una nueva ley, sino que emite un juicio religioso, ético, que subvierte y recusa el pensamiento legal y quebranta los parámetros usuales. La sentencia quiere ser un diagnóstico, un desenmascaramiento; descubre lo que en realidad hace el marido, apelando a su derecho. También quiere ser una crítica; distingue la voluntad y el derecho divino del capricho y de las argucias jurídicas del hombre. La dicha antítesis contra el divorcio legalista puede aplicarse a las consignas de Jesús sobre la renuncia a la violencia frente a la represalia permitida por la ley.[1]
En nuestro caso la exigencia de fidelidad significa tratar al otro cónyuge con fe, esperanza y amor, porque se cree en la entrega amorosa de Dios al hombre, e implica incluso saber esperar contra toda esperanza, cuando ya se ha perdido la esperanza humana. Pero en cierto sentido la exigencia es menos que la ley. Le falta el carácter de coacción social.[2]
6. El juramento (Mt. 5, 33-37).
Habéis oído que se dijo a los antiguos: No perjurarás, antes cumplirás al Señor tus juramentos. Pero yo os digo que no juréis de ninguna manera: ni por el cielo que es el trono de Dios; ni por la tierra, pues el escabel de sus pies, ni por Jerusalén, que es la ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jures tampoco, pues no está en ti volver uno de tus cabellos blanco o negro. Sea vuestra palabra: si,si,no,no. Todo lo que pasa de esto, de mal procede (Mt. 5, 33-37)
Los antecedentes los encontramos sólo en la carta de Santiago 5, 12: Ante todo, hermanos, no juréis ni por el cielo ni por la tierra, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro sí, sea sí y el no, no; para no incurrir en juicio.
[1] Franz Böckle, Moral fundamental, Cristiandad, Madrid, 1980, p. 205.
[2] Blöcke, o.c., p. 209