martes, 4 de diciembre de 2007

SERMÓN DE LA MONTAÑA.(XII). VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA Y LA LUZ DEL MUNDO ( Mt. 5, 13(

16. La sal de la tierra y la luz del mundo (Mt. 5, 13-36).
Vosotros sois la sal de la tierra. Más si la sal se desvirtúa ¿con que se la salará? Y no sirve para nada más que para tirarla afuera y se pisoteada por lo hombres (Mt. 5, 13).
Vosotros sois la luz del mundo, no puede estar oculta una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro padre que están en los cielos Mt 5,14-16)..
Los discípulos son sal de la tierra y la luz del mundoLa sal son las buenas obras. Testimonio y ejemplo. Testigos de la muerte y resurrección de Cristo. Somos fermento. Luz y verdad se identifican. Las tinieblas. La fe vivida. Todas estas palabras son muy sugerentes.
1. Sois la sal de la tierra.
En el nuevo testamento uno de los temas más recurrentes es el de la sal y sobre todo el de la luz. En las primitivas civilizaciones tuvo mucha importancia la sal. Gracias a ella las comidas no eran tan insípidas. Se trata de uno de los condimentos que se siguen usando hasta nuestros días. Pero el papel más importante de la sal era la conservación de los alimentos, ya que con la sal se hacían las salazones y se preparaban los jamones y otros tipos de carne. Gracias a la sal se podía transportar el pescado de unos lugares a otros. Una de las principales salazones era el bacalao, que era el pescado de los pobres.
En la liturgia se sigue usando la sal, como señal de incorrupción, ya que este simbolismo se entendía muy bien en aquellas sociedades primitivas. Hoy, con las neveras, se entiende menos.
Con esta metáfora Jesús quería decir que los discípulos tenían que ser fermento de la sociedad, con su ejemplo, con su testimonio y con el anuncio de la palabra. Tiene cierta semejanza con la parábola de la levadura.
2. Sois luz del mundo
La palabra luz es mas frecuente en los libros sagrados. La luz, en la escritura, es lo opuesto a las tinieblas. Lo ciegos viven en las tinieblas.
Gracias a la luz nos podemos mover por el mundo y contemplar las maravillas de la creación. La luz es claridad, vida, y albor.
Jesús es la luz del mundo (Jn. 8). Quien percibe esa luz de Cristo queda transformado. La luz ilumina la interioridad y se hace vida en nosotros: El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida (Jn. 8.12). El Apocalipsis nos dice de Cristo: Yo soy el retoño y el descendiente de David, el lucero radiante del alba (22, 12).
El evangelio de San Juan empieza con estas palabras: En la Palabra estaba la vida y la vida era la luz de los hombres y la luz brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre llamado Juan, ese vino como testigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era la luz, sino quien diera testimonio de la luz. La palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. (Jn. 1, 4.)
Cuando vino Cristo al mundo una nueva luz llenó el mundo y su Palabra se encarnó en el corazón del hombre y lo hizo Hijo de Dios y hermano de todos los hombres. Muchos no recibieron esa luz y la tiraron al borde del camino, aunque Cristo era la Luz.
Dios es luz; En El no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con El, y caminamos en las tinieblas, mentimos y no obramos conformes a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de su Hijo Jesús nos purificará de todo pecado (1 Jn. 1, 3).
Los cristianos tenemos que caminar con esa luz encendida en nuestras manos, para que el mundo deje sus tinieblas, crea en esta luz y la enciendan en su corazón. Los cristianos somos testigos de esa luz: Caminad mientras tenéis luz; el que camina entre tinieblas no sabe donde va. Mientras tenéis luz, creed en la luz, para seas hijos de la luz (Jn.12, 36)..
EL que es hijo de la luz, es un reguero de amor, de servicio, de justicia y de verdad: Vivid como hijos de la luz; pues el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad (Ef. 5, 8-9).
La luz nos hace vivir en comunión con el Padre y con los hermanos. Comprendemos la verdad del cuerpo místico y de la comunión de los santos: Dios es la luz, en El no hay tiniebla alguna. Si decimos que estamos en comunión con él, y caminamos en las tinieblas mentimos y no obramos conforme a la verdad. Pero si caminamos en la luz, como el mismo está en la luz, estamos en comunión unos con otros y la sangre de su Hijo nos purifica de todo pecado (1 Jn. 1, 7).
La esencia del cristianismo está en el amor. El amor es la dimensión más importante de la vida del hombre. Conocer y amar, ya que la verdad también es una luz que llevamos dentro: Quien dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está en las tinieblas, camina en las tinieblas. Quien ama a su hermano permanece en la luz y no tropieza. Pero quien aborrece a su hermano está en las tinieblas, no sabe a donde va, porque las tinieblas han cegado sus ojos (1 Jn. 2, 9).
Conocer la verdad es fácil. Vivir en la verdad es difícil y crea complicaciones. Sin embargo no debemos apagar esa luz y esa verdad, que ilumina nuestra inteligencia y nuestro corazón.
Jesús nos invita a sus discípulos a que seamos luz del mundo, a que encendamos luces en el corazón de todos los hombres que se acercan a nosotros, a que seamos testigos de la muerte y resurrección de Cristo, de donde nos vino la salvación y la luz. Debemos ir encendiendo la luz de Cristo en todos los ambientes del mundo. Debemos ser lámparas siempre encendidas encima de la montaña, para llenar los llanos, los valles y los altozanos de esa luz. Ser testigos y portadores de Cristo-Luz.
Cristo es el camino, la verdad y la luz.
Por esto Jesús nos dice brille nuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre, que están en los cielos.
Como en la vigilia pascual tenemos que proclamar que Cristo es la luz