SERMÓN DE LA MONTAÑA (III).
5. BIENAVENTURANZAS (Mt. 1-10)
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5. BIENAVENTURANZAS (Mt. 1-10)
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INTRODUCCIÓN
Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas se enuncian en le contexto de Reino de Dios o reino de los cielos.
En su estructura hay una bendición, unos bienaventurados y un porqué. La palabra bienaventurado significa ser feliz o dichoso.
Las bienaventuranzas son un retrato de Jesús, que era pobre, manso, humilde, perseguido, varón paciente, misericordioso, sufrido, pacífico y caritativo.
Son promesas, invitaciones, o llamadas para seguirle y correr su mismo camino y por la misma senda.
Son un programa de vida cristiana, que Jesús cumplió al pie de la letra.
El sermón de la montaña en Mateo presenta una extensión mayor que en Lucas. Van dirigidas a la comunidad judeo-cristiana.
Vamos a analizar primero el concepto de Reino de Dios y posteriormente cada una de las bienaventuranzas y luego cada uno de los párrafos, que integran todo el discurso.
6. Reino de Dios
Marcos empieza su evangelio con estas palabras: El reino de Dios está cerca: Convertíos y creed en el evangelio.
¿Qué quiere decir Marcos cuando nos habla del reino de Dios?
Las comunidades cristianas esperaban que se cumpliera en Jesús la promesa de la liberación y de la salvación por `parte del nuevo Mesías.
Jesús trae la buena nueva, la paz y la liberación y ha irrumpido en el pueblo de Israel, predicando la buena nueva y llamando a la conversión a todos. Cura a los que encuentra en el camino; A los cojos, a lo ciegos, a los paralíticos, a los sordos. El Espíritu Santo, con su fuerza arrolladora ha derramado sus dones sobre los creyentes. Una nueva vitalidad irrumpe en las primitivas comunidades y el amor, como un reguero se extiende en las comunidades. Ha llegado el reino de Dios, con una vitalidad que lo arroya todo.
Jesús ha venido a traer el reino de Dios a todos los israelitas sin excepción, aunque muchos no van a responder a esa llamada. No ha venido a crear una secta. El entrar en el reino y cumplir sus exigencias supone esfuerzo y constancia, ya que es necesario entrar por la puerta estrecha (Lc. 13, 24), y buscar el reino de Dios (Lc. 12, 31). Hay discípulos que por el reino de Dios, han deseado entrar por el (Lc, 12, 31; Mc. 9, 49).
Muchos por este reino abandonan la familia, y renuncian al matrimonio y a las riquezas.
El reino de Dios es el soporte de sus sentencias, discursos y parábolas. Con la irrupción de Jesús en la historia ha llegado el reino de Dios (Lc. 11, 20).
Jesús, después de su resurrección (1 Cor. 1, 10; Mt. 11, 13; Lc. 7, 21) nos trae salvación. Tenemos que pedir todos los días que venga a nosotros su salvación y su reino. El Espíritu Santo habita en la comunidad de los creyentes (Col. 1, 18).
El reino de Dios que se completará plenamente en la parusía, ya esta presente en nosotros aquí abajo (1 Cor. 15, 24 ss.). No hay que verlo sólo en la perspectiva del más allá, se realiza también en el presente, aunque haya una tensión entre el ahora y el mañana. Se unen el presente y el futuro. El más allá penetra en el más acá ( Mt. 12, 28I. Es vivir en el amor como miembro del cuerpo glorioso de Cristo y ser trasformados con y en el Espíritu Santo ( Jn. 5, 19). Está presente en la intrahistoria y en la suprahistoria.
Tenemos que hacer un esfuerzo personal, aunque la entrada en el reino de Dios es un don gratuito.
Dice Rudolf Schnackenburg:: El reino de Dios es una magnitud que ni se limita al corazón ni se sitúa en el más allá, sino que se le debe ver y experimentar en el mundo….Lo característico, precisamente es, que en la proclamación del reino de Dios confluyen ambas cosas, esto es, que el reino escatológico de Dios, es el mismo reino del Padre, quien, a una con su reino, implantará el poder salvífico de su amor Por esto en el Padre nuestro pedimos que venga a nosotros el reino de Dios.[1]
Aquellos a quienes Jesús llama bienaventurados (los pobres, los mansos, los que lloran, los perseguidos etc) les pertenece el reino de los cielos, que algún día llegará
Esta magnitud del reino de Dios empieza en la tierra como dice el Concilio vaticano II: Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios (GS, 39.).
[1] O. c. p.45.
Viendo a la muchedumbre, subió al monte, se sentó y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo las bienaventuranzas.
Las bienaventuranzas se enuncian en le contexto de Reino de Dios o reino de los cielos.
En su estructura hay una bendición, unos bienaventurados y un porqué. La palabra bienaventurado significa ser feliz o dichoso.
Las bienaventuranzas son un retrato de Jesús, que era pobre, manso, humilde, perseguido, varón paciente, misericordioso, sufrido, pacífico y caritativo.
Son promesas, invitaciones, o llamadas para seguirle y correr su mismo camino y por la misma senda.
Son un programa de vida cristiana, que Jesús cumplió al pie de la letra.
El sermón de la montaña en Mateo presenta una extensión mayor que en Lucas. Van dirigidas a la comunidad judeo-cristiana.
Vamos a analizar primero el concepto de Reino de Dios y posteriormente cada una de las bienaventuranzas y luego cada uno de los párrafos, que integran todo el discurso.
6. Reino de Dios
Marcos empieza su evangelio con estas palabras: El reino de Dios está cerca: Convertíos y creed en el evangelio.
¿Qué quiere decir Marcos cuando nos habla del reino de Dios?
Las comunidades cristianas esperaban que se cumpliera en Jesús la promesa de la liberación y de la salvación por `parte del nuevo Mesías.
Jesús trae la buena nueva, la paz y la liberación y ha irrumpido en el pueblo de Israel, predicando la buena nueva y llamando a la conversión a todos. Cura a los que encuentra en el camino; A los cojos, a lo ciegos, a los paralíticos, a los sordos. El Espíritu Santo, con su fuerza arrolladora ha derramado sus dones sobre los creyentes. Una nueva vitalidad irrumpe en las primitivas comunidades y el amor, como un reguero se extiende en las comunidades. Ha llegado el reino de Dios, con una vitalidad que lo arroya todo.
Jesús ha venido a traer el reino de Dios a todos los israelitas sin excepción, aunque muchos no van a responder a esa llamada. No ha venido a crear una secta. El entrar en el reino y cumplir sus exigencias supone esfuerzo y constancia, ya que es necesario entrar por la puerta estrecha (Lc. 13, 24), y buscar el reino de Dios (Lc. 12, 31). Hay discípulos que por el reino de Dios, han deseado entrar por el (Lc, 12, 31; Mc. 9, 49).
Muchos por este reino abandonan la familia, y renuncian al matrimonio y a las riquezas.
El reino de Dios es el soporte de sus sentencias, discursos y parábolas. Con la irrupción de Jesús en la historia ha llegado el reino de Dios (Lc. 11, 20).
Jesús, después de su resurrección (1 Cor. 1, 10; Mt. 11, 13; Lc. 7, 21) nos trae salvación. Tenemos que pedir todos los días que venga a nosotros su salvación y su reino. El Espíritu Santo habita en la comunidad de los creyentes (Col. 1, 18).
El reino de Dios que se completará plenamente en la parusía, ya esta presente en nosotros aquí abajo (1 Cor. 15, 24 ss.). No hay que verlo sólo en la perspectiva del más allá, se realiza también en el presente, aunque haya una tensión entre el ahora y el mañana. Se unen el presente y el futuro. El más allá penetra en el más acá ( Mt. 12, 28I. Es vivir en el amor como miembro del cuerpo glorioso de Cristo y ser trasformados con y en el Espíritu Santo ( Jn. 5, 19). Está presente en la intrahistoria y en la suprahistoria.
Tenemos que hacer un esfuerzo personal, aunque la entrada en el reino de Dios es un don gratuito.
Dice Rudolf Schnackenburg:: El reino de Dios es una magnitud que ni se limita al corazón ni se sitúa en el más allá, sino que se le debe ver y experimentar en el mundo….Lo característico, precisamente es, que en la proclamación del reino de Dios confluyen ambas cosas, esto es, que el reino escatológico de Dios, es el mismo reino del Padre, quien, a una con su reino, implantará el poder salvífico de su amor Por esto en el Padre nuestro pedimos que venga a nosotros el reino de Dios.[1]
Aquellos a quienes Jesús llama bienaventurados (los pobres, los mansos, los que lloran, los perseguidos etc) les pertenece el reino de los cielos, que algún día llegará
Esta magnitud del reino de Dios empieza en la tierra como dice el Concilio vaticano II: Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto que puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios (GS, 39.).
[1] O. c. p.45.