martes, 27 de noviembre de 2007

SERMON DE LA MONTAÑA (VII). CUARTA BIENAVENTURANZA. HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

Cuarta bienaventuranza
11. Hambre y sed de justicia (Mt. 5,6)
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados (Mt. 5,6)

Esta ansiedad se llena con Cristo.
No se trata de hambre física ni de justicia civil.
No andéis preocupados, diciendo ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber?, que por estas cosas se afanan los paganos. Y ya sabe vuestro Padre celestial, que tenéis necesidad de ello. Buscad el reino de Dios y su justicia y todas las demás cosas se os darán por añadidura (Mt. 6, 33).
No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
Mi comida es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra (Jo. 4, 31).
El que beba del agua que yo le daré, será en él una fuente, que salta para la vida eterna (Samaritana, Jo. 4, 6-10.
Jesús no es insensible al hambre física (Multiplicación de los panes Mc.8, 1-5).
La palabra justo es igual a santo. El justo busca cumplir la voluntad de Dios. San Agustín decía: Nuestro corazón está inquieto y no puede descansar hasta que descanse en ti.
La justicia es un anhelo de vivir.
La justicia es verse libres de la opresión
Bienestar y felicidad no son lo mismo.
Bienaventurados los que tienen sed de justicia. La palabra justicia en el nuevo testando quiere indicar la fidelidad del hombre con Dios. El creyente es el justo, el que sigue las sendas del Señor. En esta búsqueda de la justicia, su primera meta es Cristo, que es el justo por antonomasia.

El hombre debe tener hambre de amor, y de servicio. Hambre de darse y cumplir la voluntad del Padre. Hambre de ser santo, si esta palabra no estuviera tan manida.
No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios (Mt. 4, 4).
El reino de los cielos no es comida ni vida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo (Rom. 14, 17).
Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado (Ju. 4, 31).
Esta sed y hambre por la justicia y el reino de los cielos está grabada en lo más profundo del corazón del hombre.
El hombre anhela la justicia terrena, ya que desea que haya un mundo más humano, justo y fraternal.
El hombre no sólo anhela los bines terrenos necesarios para su sustento, ya que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios ( Mat. 4, 4). Justicia y reino de Dios se identifican, ya que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entrareis en el reno de los cielos (Mt. 5, 20).
El hombre enamorado de Jesucristo intenta vivir el amor a Dios y tiene ansias de santidad para identificarse con Cristo y entrar en comunión con los hermanos.
Esta actitud ante la justicia, nos lleva a confiar más en la divina providencia: No andéis, pues, preocupados, diciendo: ¿Qué vamos a comer? ¿Qué vamos a beber?, que por estas cosas se afanan los paganos y ya sabe nuestro padre celestial, que tenéis necesidad de todo ello. Buscad a Dios y su justicia y todas esas cosas se dará por añadidura (Mt. 6, 33).
Jesús tiene sed de almas, como vemos en el diálogo con la samaritana (Jo. 4, 6-13)
El pan nuestro de cada día dánoslo hoy (Mt. 6, 13)