viernes, 30 de noviembre de 2007

SERMÓN DE LA MONTAÑA (IX). SEXTA BIENAVENTURANZA. lOS LIMPIOS DE CORAZÓN.


Sexta bienaventuranza
13. Los limpios de corazón (Mt. 5,8).
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt. 5,8).
Limpio es igual a puro.
Los limpios de corazón son descritos en el salmo 24, ¿Quién subirá al monte de Yahvéh? ¿Quién podrá estar en su recinto sacro? El de manos inocentes y de corazón puro, el que a la vanidad no lleva su alma, ni con engaño jura.
En la sagrada escritura el corazón es el centro de la persona.
Cuerpo y espíritu están unidos en la centralidad de la persona: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está muy lejos de mí.
A donde está tu tesoro, allí esta tu corazón.
La visión de Dios está reservada a la eternidad: Ningún hombre vio ni puede verlo (1 Tim. 6, 16)
Pureza y claridad.
Ojos limpios y corazón limpio, porque del corazón nace lo malo
Luz, claridad y limpieza.
Lujuria: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón.
Limpio es igual a puro. Esta pureza es distinta a la pureza legal de los escribas y de los fariseos, que se fijaban sólo en lo externo.
Jesús supera la pureza ritual, e interioriza su mensaje, que nace de lo más íntimo del Hombre. En su interioridad está la transparencia, la limpieza, la luz (Mat. 15, 17, 29; Mc. 7, 15; 18, 19.20.23).

Es Señor del sábado y está por encima de los ritualismos judíos. (Mc. 22, 28). La limpieza de la persona está en más íntimo del corazón: ¿No comprendéis que todo lo que entra por boca pasa al vientre y luego se echa al excusado? En cambio lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro de corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias. Eso es lo que hace impuro al hombre; el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre (Mt. 15, 17-21).
Los fariseos acusan a los discípulos, de que no cumplen la tradición de los ancianos y que tienen las manos impuras (Mc. 7, 1-5).
Ezequiel retrata el cuadro del puro del corazón: Y les haré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Para que caminen según los preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica y así sean mi pueblo y yo sea su Dios ( Ezq. 11. 19-20).

Los limpios de corazón tienen la promesa de que verán a Dios (1 Cor. 13, 12), si cumplen la voluntad de Padre.
La purificación del hombre se realiza en la medida en que el hombre se va identificando con Cristo: ¿Vivo yo?, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí.
El amor es el fuego que purifica.